ACCIDENTE DEL CHAPECOENSE: ESCÁNDALO INTERNACIONAL

Con la publicación del informe final sobre el accidente aéreo ocurrido el pasado 28 de Noviembre del 2016, en el que fallecían 71 pasajeros y otros 6 resultaban con heridas de gravedad, se ha puesto sobre la mesa un auténtico escándalo a nivel internacional, en el que se mezclan múltiples irregularidades con una dejadez administrativa alarmante.

Dicho informe fue elaborado por la GRIAA (Grupo de Investigación de Accidentes) colombiana, y no repara a la hora de denunciar responsabilidades, tanto contra los pilotos al mando, como a diversas entidades involucradas en el trágico suceso y que permitieron que el vuelo operase con total normalidad.

¿Mirando hacia otro lado?

En primer lugar, la entidad competente boliviana permitía que la empresa cambiase "de manera informal y rápidamente" los manuales y aprobaciones, según lo que necesitase el explotador en cada momento. Por otro lado, el día del despegue del avión de Lamia, a pesar de tratarse de un vuelo no regular internacional de pasajeros con una aeronave jet multimotor, no hubo ningún tipo de control operacional, soporte, supervisión, planificación o seguimiento del mismo.

Además, también se ha puesto de manifiesto que Lamia había realizado hasta en 3 ocasiones exactamente la misma ruta del accidente en sentido inverso, es decir, desde el aeropuerto colombiano Jose M. Córdoba, hasta el boliviano de Viru Viru, no atendiendo a la cantidad mínima de combustible requerido para poder desviarse a otro aeropuerto alternativo, o disponer del legalmente necesario para casos de contingencia y reserva.

El modus operandi de Lamia en los 3 precedentes fue el mismo: presentaba un plan de vuelo en Colombia en el que se indicaba como destino final la población boliviana de Cobija, situada justo en la frontera entre ese país y Brasil. En dicho plan, incluía el aeropuerto de Viru Viru, situado en Santa Cruz, mucho más al Sur, como un alternativo en caso de emergencia.

Sin embargo, en esas 3 ocasiones, fechadas el 23 de Agosto, 30 de Octubre y 5 de Noviembre del año 2016, el avión de Lamia aterrizaba en su destino real, el aeropuerto de Viru Viru, burlando así las normas más elementales de procedimientos y seguridad aérea, indicando como ubicación final del vuelo un aeropuerto mucho más cercano al de origen que el designado realmente para aterrizar, bastante más lejano, con el fin de que no le pusiesen obstáculos por la cantidad de combustible cargada a bordo del aparato.

En ninguna de esas 3 ocasiones, las autoridades bolivianas interpelaron a Lamia para conocer las causas de lo que supuestamente eran 3 desvíos del plan de vuelo original.

El mismo día del accidente, por otro lado, se obviaron detalles y comprobaciones de vital importancia, que hubiesen obligado a cancelar el vuelo.

Ninguno de los dos pilotos al mando contaba con una certificación de aptitud para mantener las conversaciones por radio en inglés, absolutamente necesario cuando se sobrevuelan países cuyo primer idioma no es el español (Brasil). El correspondiente al capitán había vencido hace tiempo y no se había renovado, y el primer oficial nunca lo llegó a obtener.

El avión presentaba una avería que no había sido subsanada en uno de los dos cuartos de baño, razón por la cual no estaba operativo. En un vuelo largo y con 77 pasajeros a bordo, es evidente que esta circunstancia tendría que haber sido valorada adecuadamente.

Por parte de las autoridades colombianas, no se procedió tampoco a revisar los certificados y documentación necesaria antes de aprobar el plan de vuelo, y más concretamente los seguros en vigor de Lamia. De hecho, las pólizas obligatorias que presentaba la compañía aérea tenían una cláusula de exclusión específica si operaba en Colombia. De haberse observado este hecho, el avión no podría haber entrado en el espacio aéreo colombiano.

Artimañas, engaños y chapuzas

En cuanto a la causa directa del siniestro, que fue la falta de combustible a bordo, ya en el año 2015 y a través de una inspección realizada por el SAFA en Gran Canaria, después de un vuelo de Lamia desde el Reino Unido, se había avisado de importantes deficiencias operacionales que incluían la inadecuada gestión del combustible.

Según se ha puesto de manifiesto, el gobierno boliviano otorga subsidios sobre la cantidad de combustible que se cargue en aviones con matrícula boliviana, y que realicen operaciones exclusivamente nacionales

De esta manera, Lamia declaraba un plan de vuelo nacional a la hora de solicitar el repostaje y una vez obtenía el mismo y los documentos que lo probaban, procedía a cancelarlo y realizar otro con destino internacional.

Así fue como presentó el primer plan de vuelo correspondiente al avión accidentado, en el que designaba como origen del trayecto la localidad boliviana de Santa Cruz, desde donde despegaría en el aeropuerto de Viru Viru, y como destino final la población de Cobija, también dentro de Bolivia y en la frontera con Brasil.

Nadie se percató ni intentó averiguar porqué estaba cargando muchísimo más combustible del que hace falta para llegar a Cobija desde Santa Cruz, cuando todos en la compañía, incluidos ambos pilotos, sabían que posteriormente y una vez obtenida la acreditación necesaria para cobrar los subsidios gubernamentales, se iba a presentar otro plan de vuelo con el destino final real: el aeropuerto Jose M. Córdoba de Río Negro, Colombia, que sirve a la ciudad de Medellín.

Tanto los responsables de la aerolínea, como ambos pilotos, sabían que no contaban con el combustible legal que se requiere para realizar el trayecto que iban a operar, pero la confianza en que ya se había volado el mismo en 3 ocasiones anteriores, les hizo creer que no habría ningún problema.

Lo que no tuvieron en cuenta es que en esos 3 vuelos la ruta se operó a la inversa, es decir, desde Río Negro (Colombia) a Santa Cruz (Bolivia) y en esta ocasión se hacía en sentido contrario.

Mientras que en el aeropuerto boliviano de Viru Viru no se registra un gran número de operaciones y la aproximación y entrada suele ser directa, en el Jose M. Córdoba de Colombia las esperas suelen ser frecuentes, debido a un tráfico mucho mayor.

Precisamente fue la espera que se realizó antes de acceder al aeropuerto, lo que agotó el combustible en el avión. Si se hubiese evitado la misma, declarándose en emergencia, se hubiese podido aterrizar, aunque al límite.

Y aquí llegamos a la larga retahíla de fallos en el procedimiento de los dos pilotos de Lamia, que en última instancia podrían haber solventado la situación, pero su afán por ocultar el estado real del avión que volaban hizo que acabasen estrellándose antes de tomar tierra.

Afán de ocultación

Tal y como hemos apuntado anteriormente, y siempre de acuerdo al informe final de la GRIAA colombiana, los dos pilotos sabían del problema de combustible y eran conscientes de las maniobras que se habían hecho por parte de la aerolínea para burlar los controles de seguridad en este aspecto.

De hecho, en un momento dado durante el trayecto, el capitán comenta al primer oficial: "vamos jodidos", en referencia a la cantidad de combustible que les restaba dentro del aparato.

Por esta razón, habían planeado una escala técnica para repostar el avión en el aeropuerto El Dorado, de la capital colombiana, pero cuando recibieron autorización por parte de la ATC para proceder de manera directa hasta Río Negro, cancelaron la misma, al pensar que podrían llegar a ahorrar combustible.

La GRIAA resalta en varias ocasiones que si en el momento en el que la tripulación recibió el primer aviso de falta de combustible, a las 02:15 horas, se hubiese seguido el procedimiento correspondiente y se hubiese aterrizado en el primer aeropuerto disponible, el avión habría tomado tierra en Bogotá sin ningún problema.

Por otro lado, si los pilotos se hubiesen declarado en emergencia por falta de combustible (MAYDAY), no habrían tenido que hacer ninguna espera y también podrían haber llegado a su destino.

De hecho, en las conversaciones que mantuvieron con la ATC de Río Negro, ocultaron en todo momento la situación real, y aceptaron la espera que se les solicitó sin decir absolutamente nada, sabiendo que cada segundo perdido podría significar el apagado inminente de los 4 motores.

Es más, cuando ya no podían esconder que carecían de combustible, tampoco se declararon en emergencia, simplemente solicitaron "prioridad por un problema de combustible", lo que hizo que la controladora que estaba en ese momento supervisando al avión los mantuviese más tiempo en espera, ajena a la emergencia real que estaba sucediendo a bordo del avión de Lamia.

Otra falta grave reseñada en el informe del accidente es que en ningún momento los pilotos avisaron al personal de cabina ni a los pasajeros de lo que estaba sucediendo, por lo cual no se pudieron preparar para el impacto posterior.

Por último, quizás lo que podría haber significado la salvación para todos los pasajeros, el poder acceder a la pista con los 4 motores apagados y siguiendo una senda de planeo, también fue otra opción que se frustró debido a las pésimas decisiones tomadas por los pilotos.

La posibilidad de llegar al umbral de la pista planeando ha sido calificada de "real", pero cuando se configuró el avión prematuramente para el aterrizaje, con la bajada del tren y el despliegue de los flaps, este perdió altura de manera excesivamente rápida, estrellándose contra el terreno.

El informe final del siniestro expone de manera clara el pánico de los dos pilotos a decir o hacer algo que pudiese resultar luego en un incidente a revisar por parte de las autoridades, y que podría llegar a desvelar las tretas utilizadas para volar este tipo de rutas sin el combustible, la documentación, las habilitaciones y la planificación requerida legalmente.

Como hemos podido ver, un accidente totalmente evitable, fruto de malas artes, artimañas y continuos engaños, que finalmente acabó con la vida de 71 personas.

Suponemos, y esperamos, que las autoridades colombianas y bolivianas tendrán que dar las explicaciones oportunas, a la vista del informe, y aclarar si es que realmente nadie vió nada raro en Lamia, o quizás sí se observaron todas estas deficiencias pero se prefirió mirar hacia otro lado.

En este último caso, habrá que ver también si se hizo por dejadez o falta de profesionalidad, o hubo otro tipo de intereses.

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