Lo reconocemos, estamos dolidos. Ni Iberia, ni Level, ni Norwegian quieren hablar con nosotros, y eso duele, mucho. A lo mejor tiene algo que ver aquello de que nos hayamos referido a Level como «el nuevo engendro aéreo», o «Alien, el octavo pasajero», o hayamos sacado a la luz los problemas de la aerolínea noruega para aceptar que en este país están permitidos los sindicatos de trabajadores. Además, nos acabamos de enterar que se celebra una fiesta para conmemorar el vuelo inaugural del nuevo engend…de Level este próximo Jueves, día 1 de Junio, y tampoco han tenido la deferencia de contar con nuestra presencia. No sabemos si los canapés formarán parte de la celebración, o habrá que pagar también un extra.
Pero hoy nos sentimos generosos y no vamos a ser vengativos, así que vamos a girar nuestro punto de mira sobre la hermana mayor del reino IAG, British Airways, y sobre cuyos familiares más cercanos se han centrado los comentarios de todos los pasajeros que se vieron afectados el pasado fin de semana por el supuesto apagón que tumbó su sistema informático.
Igual que hace el perro de Rastreator, hemos metido nuestro hocico en este asunto, tratando de encontrar una explicación al apocalipsis vivido estos días en aeropuertos de renombre, como Heathrow o Gatwick. No hemos tardado ni medio minuto en encontrar el denominador común de las dos mayores catástrofes organizativas vividas en el mundo aéreo en los dos últimos años.
La cruz de Alex
Alex Cruz fue nombrado presidente de British Airways en Junio del año pasado. Este español de nacimiento ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en Estados Unidos, donde se formó académicamente. Entre sus logros más destacables está el haber creado la desaparecida ClickAir, que posterioremente fue absorbida por Vueling. Después de dicho proceso, Sir Alex pasó a convertirse en el presidente de la lowcost española y desde ese puesto ha desarrollado toda su filosofía empresarial, centrada particularmente en el ahorro y minimización de gastos.
En el Verano del 2016, cuando ya había hecho las maletas y se había trasladado hasta Londres para hacerse cargo de British Airways, sintió como sus oídos pitaban de una manera extraña, en el mismo momento en el que se desencadenaba una de las mayores crisis aéreas en nuestro país, después de las desapariciones de SpanAir y AirMadrid. Miles de viajeros tirados por aeropuertos nacionales e internacionales, debido a una pésima planificación de vuelos realizada por él mismo en Vueling, antes de dar la espantada.
Dicha crisis tuvo importantes repercusiones legales, llegando incluso a intervenir el gobierno central, lo que acarreó graves sanciones para la aerolínea, amenazada de muerte si se volvía a repetir el bochornoso espectáculo. El actual presidente de Vueling, Javier Sánchez-Prieto, no pudo hacer más que afrontar el temporal y reconocer que el delito se había cometido por la herencia recibida, en la cual él no había tenido nada que ver. Parece que IAG pensó lo mismo, ya que Alex Cruz no cobró la correspondiente paga de beneficios ese año, tal y como se podía esperar.
Parece que a Alex no le llegó con liarla parda en España, y parte del extranjero, que también tuvo que demostrar su capacidad innata para hacer lo propio allende los mares. Ni corto ni perezoso, una de las primeras medidas que adoptó a su llegada a British Airways fue el despedir a la plantilla de informáticos que prestaban sus servicios en la aerolínea inglesa, aludiendo a que no podía mantener unos sueldos medios de 50.000 libras al año. Para ello, subcontrató dicha labor con una empresa informática india, TATA, la cual remunera a sus trabajadores con alrededor de 10.000 libras anuales.
Además de esto, prohibió cualquier tipo de alimento gratis en los vuelos de corto y medio recorrido, y limitó a una comida el servicio de catering en los de largo recorrido. Esto provocó una caída en picado de la popularidad de la compañía entre sus pasajeros.
La venganza
Por si a los medios ingleses no les llegaba con tener a un español al frente de una de las compañías bandera del Reino Unido, ahora se suma el hecho de la catástrofe vivida estos días en la isla. Alex no sólo ha osado despedir a cientos de trabajadores ingleses, para llevarse el departamento informático a la India, sino que además ha causado a la aerolínea unas pérdidas por un valor aproximado de 150 millones de libras. Tal y como está en estos momentos la situación de la empresas aéreas en Europa, esto puede acarrear muy graves consecuencias para el grupo hispano-inglés, además de la inmediata caída en bolsa de las acciones.
Todos aquellos que se sienten perjudicados y ultrajados por la presencia de Alex Cruz al frente de British Airways, demandan con urgencia su cabeza, algo a lo que no está dispuesto el propio Alex. Ya sabemos que en nuestro país el verbo «dimitir» se suele confundir, cuando corresponde, con el nombre de algún político griego.
El apagón
El bueno de Alex ha grabado una serie de vídeos, difundidos por las redes sociales, en los que justificaba la causa del desastre y aludía a una «pérdida de suministro eléctrico» como desencadenante del estrepitoso fallo. Muchos han querido achacar a la ubicación actual del departamento tal circunstancia, como si los informáticos indios tuviesen que sufrir la presencia de ratas mordisqueando los cables de sus ordenadores, y esto no es realmente así. La falta de suministro eléctrico, efectivamente, puede producirse a cualquier nivel y por múltiples causas, lo que provocaría una caída temporal del sistema informático.
El problema real estriba en que este tipo de situaciones ya son previstas por las grandes empresas, más si cabe por un gigante aéreo como British Airways, para lo que se realizan «backups», o copias de seguridad del sistema que ayudan a levantarlo en casos como el que nos ocupa. La cuestión es que, por causas que se desconocen, dicho backup no estaba hecho, o no fue efectivo, lo cual siembra la sospecha de la duda en relación con la posible y más que probable responsabilidad de aquel que ha recortado gastos en todo lo habido y por haber.
La amenaza
Esta situación se produjo justo en uno de los momentos de mayor movimiento turístico en las islas británicas, y cuando los colegios hacen un parón antes de los exámenes finales. La imagen de las miles de familias llorando desoladas por no poder subirse a unos aviones perfectamente operativos a causa de un error informático, llegó a los corazones de muchos trabajadores de la compañía, que cargaron duramente contra la política de recortes de la misma.
Nuestro amigo Alex Cruz, acostumbrado a mandar sobre su ejército con puño de acero, envió un pequeño recado a todos sus empleados, en el que empezaba diciendo que se forma parte de la empresa, o se está fuera de ella. En pocas palabras, lo que les pidió fue que cerraran la boca y se dedicaran a trabajar para solventar la situación lo antes posible, resaltando que lo principal era dar soluciones y no explicaciones.
Evidentemente nada de esto ha sentado bien dentro ni fuera de British Airways, y se ha considerado como una amenaza velada al derecho de expresión y opinión, todavía existente en el Reino Unido, a diferencia de otros países. Por si ya tuviese muchos amigos, Alex se ha encargado de reducir el número considerablemente.
El panorama
La situación vivida ha dejado muy tocada a British Airways, la antaño aerolínea todo poderosa, que ve cómo su futuro puede irse al garete si vuelve a sufrir un temblor parecido. El estallido de la guerra aérea sobre el océano Atlántico, el Brexit, la caída de la Libra esterlina, el auge de las lowcost, y la pérdida de confianza del público hacen que ahora mismo se esté tambaleando peligrosamente en el alambre y no es descartable que, a pesar de su tamaño, pudiera llegar a desplomarse sobre el suelo.
Iberia se debate en este momento entre sus dos hijos: el bastardo, Iberia Express, y Level, el octavo pasajero (pedimos disculpas a los señores de Iberia/Level y les recordamos que tenemos el próximo Jueves libre, por si desean invitarnos a su fiesta), por lo que si a esto se le añade una caída en picado de British Airways, podríamos estar hablando, sin miedo a exagerar demasiado, de la caída en cadena de dos de los pesos pesados más importantes de Europa.
Y es que ha quedado demostrado que por muy grande que se sea, por muchos pasajeros que se transporten, la locura desatada actualmente en torno a las aerolíneas y los juegos de tronos que se están viviendo en el sector, se van a cobrar sus primeras víctimas.
Balance de heridos
Salvo gran sorpresa en contra, probablemente la primera en doblar la rodilla sea Alitalia, herida de muerte desde hace muchos años, y cuyo territorio ya olfatea Vueling y Level. Si las cosas no cambian mucho, y tienen que cambiar muchísimo, no es descartable que no llegue a comerse el turrón estas navidades.
Otra de las que está pasándolo regular es EasyJet. Junto con RyanAir han sido las dos aerolíneas que han transportado más viajeros en Europa, pero el lowcost siempre acaba pasando factura. La aerolínea, en sólo 6 meses, ha perdido 225 millones de euros, en lo que parece una situación más que complicada de remontar. Este momento no sólo preocupa a los directivos, sino también a los trabajadores, que empiezan a estar cansados de tanto arrimar el hombro. De hecho, sólo hace unos días, la tripulación de un avión que cubría la ruta Alicante / Liverpool canceló el vuelo, ya que no se habían respetado los tiempos de descanso, dejando en tierra a todos los pasajeros.
Por último, la gran Emirates, una referencia en todos los sentidos, ha sufrido por primera vez pérdidas muy importantes en muchas de sus rutas, lo que ha provocado una caída de beneficios que traerá como consecuencia, por primera vez en su historia, el no poder repartir dividendos entre sus accionistas.
Como véis, la guerra está empezando a traer sus consecuencias y ya se están pidiendo cabezas. Muchas compañías no van a ser capaces de aguantar el tirón, y no se descartan sorpresas mayúsculas de todo tipo en el futuro más próximo.
En Turama esperamos seguir por aquí para contaros todo, aunque no nos inviten a ninguna fiesta.