Cuando uno aterriza en Escocia, lo primero que puede comprobar es que su nivel de inglés ha bajado de repente del nivel Proficiency al First Certificate. Bueno, en realidad el nivel sigue siendo el mismo, pero el oído del visitante recién llegado necesita cierto tiempo para acostumbrarse al famoso acento escocés, al igual que a la cantidad de nuevas palabras utilizadas y jerga local desconocida.
No se trata sólo de sustituir el «yes» de toda la vida por el «aye» escocés, de referirse a las mujeres como «hens», o de llamar a los lagos «lochs», en vez de «lakes», hay mucho más. Casi se ha construído una nueva lengua a base de pronunciar las palabras de distinta manera a cómo se hace en el típico inglés BBC que todos conocemos, y de utilizar otras que sí sabemos en conceptos y significados distintos.
Los escoceses saben del impacto que provocan en el oyente al hablar, y lejos de avergonzarse están muy orgullosos de ello. El resto del Reino Unido suele burlarse de sus vecinos del Norte haciendo siempre referencia a los mismos tópicos del mal tiempo, la lluvia, los seres mitólogicos y cuentos de hadas, y como no, el famoso acento.
Pero la forma de hablar no es la única diferencia que podemos encontrar entre escoceses e ingleses. No hace falta tener un grado en sociología para darse cuenta de que en Escocia las cosas funcionan de otra manera, no sabemos si mejor o peor, pero de otra manera.
A nuestro juicio, el escocés sí cumple con alguno de los tópicos que se le suponen: son grandes bebedores, no cabe la menor duda sobre esto, muy grandes bebedores, probablemente los más grandes que hayamos visto. A diferencia de sus vecinos del Sur, el nivel de tolerancia alcohólica del que presumen es bastante superior, por lo que tardan mucho más en acabar tirados en la calle, cosa que no está nada bien vista. Por otro lado, les encanta presumir de su pequeño país, de sus costumbres, de su manera de ver la vida, de una alegría vital que quizás esconda una leve sombra de tristeza provocada por las largas temporadas de cielos grises, frío y lluvia.
En todo caso, la herencia celta es palpable y no es difícil establecer relaciones evidentes con Galicia, Asturias, o Irlanda, mucho más allá de las gaitas y el contacto con un entorno verde. En relación con el paisaje, podemos decir que otra cosa que nos llamó especialmente la atención fue la menor presencia de árboles en sus campos, a diferencia del norte de España. En Escocia, los famosos «moors» o páramos, suelen carecer de este elemento natural, lo que les confiere ese toque especial y distintivo que permite observar la generalidad del paisaje en muchos kilómetros a la redonda.
A pesar de su escasa población, que no llega a los 6 millones de habitantes, Escocia ha sabido alimentar movimientos culturales y deportivos de todo tipo, que han dado su fruto en forma de reputados músicos, actores, escritores, pintores y deportistas que destacan en sus ámbitos. De todos es conocida la selección nacional de rugby, pero no hay que olvidar que también cuentan con un equipo de fútbol competitivo, que ha participado en los mejores torneos, tenistas, golfistas y atletas de prácticamente todas las especialidades.
Edimburgo
Sin ánimo de exagerar, podemos afirmar que Edimburgo, después de Londres, es la capital cultural del Reino Unido, y una de las más relevantes en este ámbito de toda Europa.
El festival internacional de Edimburgo, que este año se celebra entre los días 4 y 28 de Agosto, ha alcanzado un nivel difícil de igualar. Teatro, danza, música, ópera y eventos culturales de todo tipo, se dan lugar en la capital escocesa durante el mes de Agosto, contribuyendo a la formación de un turismo de calidad, sostenible, y que aporta una enorme reputación a nivel mundial.
Pero fuera de estas fechas también es muy interesante descubrir la ciudad. La inmensa mayoría se decanta por la visita al castillo, donde se conserva la espada propiedad, supuestamente, de William Wallace, el personaje histórico que hizo famoso el actor Mel Gibson en la laureada «Braveheart». A nosotros lo que realmente nos impactó fueron las impresionantes vistas que se pueden admirar desde sus almenas, que cubren la práctica totalidad de la urbe hasta el mar.
Las calles empedradas del centro, o los edificios históricos, contribuyen a crear la impresión de haber dado un salto en el tiempo y estar transitando por el siglo XVI. Uno espera encontrarse con el carromato tirado por caballos, que evidentemente nunca hace acto de presencia.
Es recomendable darse un paseo también por los muelles de la ciudad, incluso por la noche, y respirar el aire fresco mientras se observan las luces de la casas reflejadas en el agua.
Glasgow
Se trata de la ciudad más grande y con mayor número de habitantes de Escocia. Mantiene una enorme rivalidad histórica, en todos los sentidos, con Edimburgo y presume de albergar a los auténticos escoceses.
Salta a la vista que Glasgow es bastante más industrial que su vecina. Sus calles empinadas, llenas de tiendas y comercios de todo tipo, reúnen al grueso de la población, que todavía sostiene cierta división implícita entre católicos y protestantes. Esto se observa de mejor manera en los enfrentamientos futbolísticos entre el Celtic, equipo favorito de los católicos, y el Rangers, que reúne a una mayoría protestante.
Así como Edimburgo recuerda al ambiente urbanita de hace 4 ó 5 siglos, Glasgow no se queda atrás. Reputados directores de cine de Hollywood han utilizado partes de la ciudad para recrear el Nueva York del siglo XIX, y es que estamos hablando de, quizás, el lugar que mejor ha conservado la imagen victoriana más típica en su arquitectura.
Glasgow es una ciudad viva, donde es realmente fácil encontrar pubs con música en directo, diversión y entretenimiento de todo tipo para el visitante. Se esfuerza día a día para mantener el título de segunda ciudad del imperio británico, aunque a gran parte de la sociedad no le haga especial gracia pertenecer al mismo.
Highlands
El Norte del país, o «tierras altas», es probablemente la zona más típica y llamativa que desean conocer todos los que se acercan hasta Escocia.
La infinidad de parajes bucólicos, lagos y castillos confieren a esta zona la personalidad más esperada del país, admirada desde hace siglos. Sin embargo, la paz y tranquilidad que se respira es relativamente reciente. Esta zona fue testigo de las múltiples luchas entre clanes para alcanzar el poder, incesantes escaramuzas con enemigos vikingos y enfrentamientos con el ejército británico, y estaba divida en pequeñas parcelas que eran propiedad de cada uno de ellos. Cualquier intromisión no autorizada era considerada como un acto hostil, y las rencillas podían conservarse durante siglos.
Una gran cantidad de conocidas películas, entre las que destacan Rob Roy, El Código Da Vinci, Prometheus, Hamlet, o Braveheart, han aprovechado para vender al gran público la naturaleza salvaje escocesa. Series de televisón muy reciente, como Outlander, siguen contribuyendo a comercializar el impresionante panorama que se divisa desde cualquier curva de la carretera.
Y hablando de curvas, es recomendable no aventurarse demasiado al Norte, si no se es un especialista de la conducción en el lado izquierdo de la calzada, o es parte de alguna excursión organizada. Las pequeñas carreteras se van complicando por momentos, y es muy frecuente cruzarse con grandes autobuses llenos de turistas que ocupan casi toda la calzada, por lo que hay que estar atento y ser bastante precavido. Si además está lloviendo, el firme se vuelve bastante resbaladizo y no es adecuado para principiantes.
Sin duda, lo más típico es seguir la ruta de los castillos y los lagos más famosos. Indiscutiblemente, el Lago Ness se lleva la palma en este aspecto, bajo la sonrisa cómplice de los locales que siguen viendo venir a turistas de medio mundo esperando encontrar a Nessie. Sin negar la belleza intrínseca del lugar, lo cierto es que uno se siente bastante ridículo rodeado de grupos de frikis apuntando con sus cámaras al agua y deseando fotografiar alguna sombra que les permita luego seguir el hilo de la historia del monstruo.
En cuanto a los castillos, destacan principalmente los de Stirling, Balmoral (residencia de Verano de la familia Real inglesa), o Inverness, pero nosotros tenemos un favorito sobre todos: Eilean Donan.
Esta fortificación nos hechizó desde el primer momento en el que la vimos en la lejanía, y no sabemos si eso tendrá algo que ver con lo ocurrido en el siglo XVIII, cuando 46 soldados españoles lograron hacerse con el mismo y aguantaron los ataques de medio ejército británico, apoyado desde 3 grandes barcos, hasta su rendición.
Se hizo especialmente famoso tras haber aparecido como localización en la famosa película «Los Inmortales», y desde entonces recibe a miles de visitantes que, como nosotros, se quedan prendados del propio castillo y de su entorno.
Las islas
Quizás sea la parte de Escocia menos conocida para el público general, y probablemente la más espectacular de todas.
Al Oeste del país se encuentran las conocidas como islas hébridas, dada su localización en el mar del mismo nombre. Destaca sobre todas la isla Skye, que alberga auténticas joyas de la naturaleza, como la cascada Mealt y los acantilados de Kilt Rock.
En este lugar todavía es posible visitar las típicas construciones conocidas como «Crofts», casas cubiertas con un tejado de brezo y hechas con las rocas de los alrededores. Aquí se conservan las tradiciones más enraizadas de la cultura gaélica, y la mayoría de sus habitantes se expresan en esa lengua con fluidez. En los meses de Verano tiene lugar el Festival de Skye, en el que se celebran los «Highland Games», una especie de juegos olímpicos limitados al territorio escocés, donde se compite en deportes que se vienen practicando inalterables desde hace siglos.
La bahía de Dunvegan da cobijo al castillo del mismo nombre y a una playa de coral absolutamente espectacular. Un rincón poco conocido del país que, al contrario que otras ubicaciones más populares, masificadas, y menos atractivas, sí es digna del viaje.
Uno no puede abandonar el país sin relajarse delante de una pinta de cerveza, o un vaso de buen whisky. Quizás se necesitarían unos cuantos de este último para no darle importancia al olor de uno de los platos más típicos, el Haggis. Si bien es cierto que el aroma que desprende no invita precisamente a su consumición, la verdad es que el sabor es intenso y sorprendentemente bueno y, sin necesidad de caer en tópicos, recomendamos la experiencia.
Es evidente que Escocia es algo distinto. Esto ya lo apreció el emperador romano Adriano, el cual mandó construir un muro que separase a Escocia del resto de Britania. A día de hoy, todavía es posible ver restos de esta antigua construcción en el Sur del país.
Un lugar que no suele aparecer en las listas de rutas preferidas por los viajeros más avezados, y que sin embargo reúne todas las condiciones que atraen normalmente a estos. Destino asequible, cercano, y recomendado para hacer en solitario, con pareja, amigos, o familias enteras.
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