Hace muchos años que en Turama no veíamos una estafa tan absolutamente bochornosa como la que tuvimos que vivir en nuestras propias carnes en un hotel de categoría, supuestamente, de 5 estrellas.
Después de estar viajando por medio mundo durante los últimos 20 años, de haber dormido en auténticos gallineros, en hoteles, pensiones, lodges, beds and breakfast, albergues, hostales, campings, backpackers, incluso en los más recientes pubtel (mezcla de pub y hotel), después de haber podido comparar todos los rangos de alojamiento a los que puede acceder un viajero, hoy tenemos que reconocer que lo que pudimos vivir en el Hotel Four Seasons de Sydney nos ha dejado con la boca abierta y el bolsillo vacío.
Como bien sabéis, parte del equipo de Turama nos encontramos viajando a través de Asia Central y el Pacífico, concretamente en este momento en Oceanía y moviéndonos por toda Australia. El objeto del viaje es, como siempre, intentar comparar las mejores aerolíneas, con el fin de presentaros nuestros resultados, así como recomendaros lugares a visitar, restaurantes y sobre todo, hoteles de todo tipo.
En concreto, en nuestra estancia en Sydney llegamos a probar hasta 5 hoteles distintos, en un plazo aproximado de una semana, por lo que os imaginaréis lo que significa estar haciendo y deshaciendo maletas todo el día, con la única intención de poder valorar todos los establecimientos en los que nos vamos quedando de la manera más honesta y sincera posible.
Hemos elegido hoteles muy distintos y para todos los presupuestos: desde los más económicamente accesibles, hasta los más caros, y dentro de este grupo se encontraba aquel sobre el que hoy os vamos a hablar, el Hotel Four Seasons de Sydney, o como lo vamos a llamar a partir de ahora, «La Casa de los Horrores».
La Reserva
La política de trabajo que tenemos en Turama cuando salimos de viaje con el fin de valorar nuestras experiencias es bastante particular.
Si bien siempre dejamos algunos hoteles reservados antes de nuestra salida, nunca cubrimos todas las fechas de alojamiento y aprovechamos cuando ya nos encontramos en la ciudad elegida para ver cuáles son los establecimientos con más fama, los mejor situados, los mejor valorados, con el fin de aprovechar que nos encontramos in situ y nos es más fácil elegir de manera mucho más objetiva y realista
Después de haber dormido los primeros días en un hotel de los denominados «low budget», o de bajo presupuesto, del que salimos absolutamente encantados, nos dirigimos a otros dos que podrían entrar en una categoría media: ni demasiado caros, ni demasiado baratos. Tampoco nos decepcionó ninguno de ellos.
Finalmente, siempre reservamos lo supuestamente mejor para los últimos días, más que nada por aquello de quedarse con un buen sabor de boca. Uno de ellos, del que ya os hablaremos, nos ofreció lo que podríamos calificar como una de las mejores habitaciones que hemos disfrutado en nuestra vida (y hemos disfrutado unas cuantas); el otro seleccionado fue el Hotel Four Seasons de Sydney, el cual goza de una gran fama en la ciudad, y el mismo presume de ser uno de los mejores alojamientos del país.
Para dejar las cosas claras, es obligatorio decir que la reserva para dormir en este hotel, de supuestamente 5 estrellas, durante sólo una noche ascendió a la increíble cifra de 358 euros.
Es evidente que estamos hablando de una cantidad bastante desorbitada por una noche, por lo que considerando el precio cobrado, parece lógico pensar que el alojamiento debería de corresponderse con el mismo.
También debemos de indicar que la reserva se hizo sólo 3 días antes de la fecha de entrada prevista, lo cual probablemente aumentó la tarifa correspondiente a la habitación, pero aún así no es posible dar una explicación razonable a todo lo sucedido en este lugar.
El Check In
Hemos observado que los mejores hoteles en Australia cometen un grandísimo fallo, que no es otro que permitir hacer el registro, o check in, a sus huéspedes a partir de horas tan tardías como las 14 o 15 horas de la tarde. Considerando que la inmensa mayoría de aviones que llegan desde Europa lo hacen a primera hora de la mañana, esto signfica que muchos pasajeros cansados de una barbaridad de horas de vuelo, tienen que hacer el tiempo sin poder ducharse ni cambiarse de ropa hasta después de comer, momento en el que se les permite acceder a sus habitaciones.
En este caso, nosotros ya llevábamos en la ciudad de Sydney más de 5 días, por lo que no nos afectaba tanto.
En el hall del hotel se encuentra un número importante de empleados, dando vueltas como pollos sin cabeza, sonriendo y saludando a todo el mundo, pero tan sumamente inútiles como floreros automáticos con patas. En realidad, ni resuelven, ni ayudan, ni son capaces de hablar otro idioma que no sea el inglés, lo cual para un hotel de supuesta máxima categoría es totalmente inconcebible.
Aunque el equipo de Turama que se encuentra ahora mismo en Australia hablamos perfectamente Inglés y Francés, y además también podemos comunicarnos en algún otro idioma, muchos viajeros que vienen hasta aquí de otras partes del mundo, incluída España, desconocen el idioma, por lo que también nos fijamos mucho en este tipo de cosas.
En Europa, o más concretamente en España, un empleado de atención al público de un hotel de 5 estrellas que desconozca hablar otro idioma además del español, tiene menos futuro que Salman Rushdie de vacaciones en Irán.
Nos aproximamos a la recepción, después de que nos decomisaran las maletas (ya que te las suben luego a la habitación para que le des una propinilla al empleado de turno, como suelen hacer la totalidad de hoteles de cierto standing), y allí tuvimos que añadir a la cantidad que ya habíamos pagado (555 dólares australianos, es decir, 358 euros) otros 100 dólares australianos a mayores en concepto de garantía, no vaya a ser que nos fuguemos luego con el mando de la tele, un par de almohadas, o el retrete escondido debajo del sobaco.
La verdad es que para eso podrían hacer como otros lugares donde también hemos parado alguna vez en varios países de todo el mundo, en los que le ponen una cadena con candado a la tele y otra al mando a distancia.
Una vez se exprimió de nuevo la tarjeta de Turama, por fin subimos a disfrutar de nuestra habitación. Aunque el hall parece un poco anticuado, es grande y huele bastante bien, en concreto a un perfume que tiene un coste superior a los 300 euros por botellita. La cosa pintaba bien.
La habitación
Después de subir en el ascensor disfrutando del maravilloso hedor de perfumes parisinos, salimos al pasillo en busca del Dorado, que en este caso estaba personificado en nuestra anhelada habitación.
El primer zasca fue observar la situación en la que se encontraban las paredes y moquetas de los pasillos. En realidad parecía más como un lugar de tránsito para el ganado, ya que se notaban los rayazos y golpes de los miles de maletas que debieron de pasar por allí, dejando marcas en todas las esquinas durante años y años, que nunca nadie se planteó en volver a pintar.
La moqueta tenía más manchas sospechosas que las sábanas de un burdel de tercera división. Es difícil intentar adivinar qué o quién las había producido, pero lo que está claro es que hay establos mucho más limpios que los pasillos de este hotel. La verdad, para ser sinceros, es que daba un poco de asco. Aún siendo muy bien pensados, es imposible no imaginar las situaciones que pudieron provocar todas las manchas, las cuales han permanecido en la moqueta como el primer tatuaje de un hippy surfero y perro flautista.
El segundo zasca nos lo dieron cuando fuimos a abrir la puerta de la habitación. Daba la impresión de que Eduardo ManosTijeras se había olvidado la tarjeta en recepción y hubiese intentado abrir la misma a golpe de tijeretazo. Rayazos en nuestra puerta y en todas las adyacentes, la madera desconchada y caída y, lo peor de todo, polvo por todas partes, como si el servicio de limpieza hubiese hecho huelga permanente en esa planta por alguna razón en particular que nosotros desconocemos.
Con el ánimo ya bastante caída por los suelos, nos decidimos a abrir la «puerta» de nuestra habitación, cosa que nunca tendríamos que haber hecho.
El gran horror
Cuando las cosas empiezan mal, normalmente acaban mal, y en nuestro caso no fue una excepción.
Para explicar bien lo que es este antro de los horrores de 5 estrellas, vamos a utilizar lo que el propio hotel pubiclita sobre el mismo en su página web:
El nombre de la habitación es DELUXE CITY ROOM. Nos gustaría haber visto la que no es DELUXE, la normal, que suponemos tendrá un palo colgado de un extremo a otro con gallinas revoloteando sobre el.
La publicidad de esta pandilla de estafadores dice así: «Nuestra habitación Deluxe City Room es el lugar perfecto para relajarse después de un día de reuniones o haciendo turismo. Presenta todos los sellos distintivos del hotel Four Seasons en Sydney, desde suaves albornoces a una bañera de gran profundidad».
Llegados a este punto es necesario aclarar que los dos albonoces que había colgados dentro del armario con hedor a naftalina estaban más tiesos que la mojama. No hicimos el intento, pero seguro que era posible clavar clavos en la pared dando golpes con ellos. No nos los pusimos porque sería lo mismo que vestir una armadura medieval en Verano.
Lo de la bañera fue escrito probablemente por algún «cachondo» de la vida, porque ni tenía profundidad ni tamaño para albergar a un ser humano de tamaño medio, como mucho un niño, o en todo caso suficiente para bañar al perro, pero ningún adulto sin problemas de desarrollo podrá darse un baño nunca en aquel agujero.
Pero sigamos: «nuestras camas suntuosas…». A ver, que nosotros sepamos, suntuoso equivale a lujoso, espléndido. En realidad, se trata de dos camas gemelas donde dos adultos apenas caben. Yo mido cerca de 1´80m, y soy bastante bajito para la media que hay en Australia, así que no imagino a nadie durmiendo en esos nichos. Los pies se salen por la parte de abajo y son tan sumamente estrechas que puedes caerte al dar la vuelta por la noche. Hemos utilizado sacos de dormir estando de camping bastante más largos y anchos que esos dos mini lechos para pre adolescentes.
«Nuestra Deluxe City Room presenta vistas al paisaje urbano, incluyendo algunos de los edificios más simbólicos de Sydney». Bien, durante el día sólo se podía ver el andamio de los obreros que se afanaban en limpiar de mugre la pared lateral del hotel, y durante la noche sólo se divisaba un callejón oscuro, desde el cual se levantaba un edificio de viviendas en el que se podía ver a las familias cenando. Si estirabas un poco más la cabeza, podrías alcanzar a ver el comienzo de una autopista y otro callejón sin salida.
Es la cuarta vez que estamos en esta ciudad, y nunca habíamos oído hablar sobre ninguno de estos edificios como «los más simbólicos de Sydney». Quizás no lo sepamos, y en alguno de ellos ha vivido Kylie Minogue, o Hugh Jackman, pero la verdad es que es difícil de creer.
«La decoración exuda sofisticación…». A ver, la mayoría de muebles que se venden en el rastro de Madrid están en mejor estado que los de esta habitación. Lo único que exudan realmente es sudor, porque están totalmente rotos, rayados y desgastados, hasta tal punto que da miedo tocarlos por si se pueden acabar de venir abajo.
El polvo y demás porquerías se agolpan en sus esquinas, lo que es una gran señal del empeño que ponen desde el Four Seasons para que la gente no pille una infección o alergia de cualquier tipo, rodeados de ácaros que parecen estar corriendo los encierros de San Fermín de un lado a otro de la habitación.
La protesta
Igual que en cualquier otra empresa, en un hotel es posible averiguar el nivel del establecimiento observando cómo reaccionan ante una protesta de este tipo.
La primer persona con la hablamos fue la que nos subió las maletas, la cual evidentemente no tiene culpa de nada, y nos vió sacando fotos y blasfemando en arameo. Nos comunicó que hablaría con el manager para subir a ver el estado en el que se encontraba la habitación.
Después de media hora sin noticias, bajamos al hall, donde hablamos con la encantadora Charlotte, la cual hizo una interpretación digna del Oscar a segunda actriz. Después de enseñarle las fotos que habíamos sacado y con las lágrimas casi aflorando de sus ojos, nos llevó a hablar con otra persona en recepción, disculpándose de tal manera que si hubiese tenido una katana a mano se hubiese hecho el harakiri.
En definitiva, hablamos con 3 personas y nadie pudo hacer nada, quedando en llamarnos al móvil en cuanto fuese posible. Eran aproximadamente las 12 de la mañana.
A eso de las 17:30 recibo dicha llamada en el móvil y nos acercamos al hotel a ver qué pasaba. Lamentablemente me informan que el Front Office Manager se encuentra tomando un café, por lo que tenemos que volver más tarde. Este curioso personaje se llama Myron Ting.
Ni de broma, no vamos a estar esperando a que el señor Myron acabe de merendar, así que cuando esté libre que nos llame él, faltaría más.
Como a este personaje no le gusta mucho el teléfono, nos dejan una nota por dejabo de la puerta para comentar este asunto con el señor Ting. Bajo de nuevo a la recepción y, por fin y después de intentarlo hasta con 4 personas, logro hablar con Ting.
Me acompaña a otra habitación, la cual se encuentra incluso en peores condiciones que la nuestra, por lo que aprovecho para preguntarle si él podría dormir en una de esas camas, a lo cual baja la cabeza.
También le pregunto por la suciedad, el polvo, los rayazos, los muebles rotos, el mal olor y le indico si él cree que es una habitación de 360 euros la noche. Me contesta que los estándares del Four Seasons son muy altos, pero que sabe que hay lugares que necesitan una rehabilitación.
Efectivamente, en esto estamos de acuerdo, el hotel necesita una rehabilitación, un milagro, y un viaje en el tiempo hasta el año 2017 y el siglo XXI. El señor Ting me dice que lo siente pero que no puede hacer nada, demostrando una auténtica ineptitud tan grande como su enorme vaguedad.
En estos casos, y si no dispones de otras habitaciones, lo mínimo que se hace es enviar a alguien para que limpie la habitación, o invitas a los clientes a un café, pero no te vas diciendo que sabes que es un desastre pero no puedes hacer otra cosa. Ese es el nivel del Four Seasons.
La conversación siguió a través del chat del que dispone el hotel, a través del cual pasé las fotos que había tomado, comunicando que se harían llegar a nuestra propia página y desde la misma a otras tantas en internet.
El señor Ting, orgulloso de su gran labor en este caso, se permitió todavía alguna chulería, demostrando la enorme falta de profesionalidad que tiene en su puesto y que estuvo al borde de causar un problema mucho más gordo, porque una cosa es que te timen, y otra que se rían de ti.
En definitiva
360 euros después, que no incluyen ni el desayuno, nos levantamos de nuestra mugrienta habitación para salir corriendo. Una vez más, bajé a hablar con el señor Ting, pero este se negó a recibirme, suponiendo lo que le podía caer encima.
Nunca hemos sido muy fans de este tipo de super cadenas hoteleras, precisamente porque dentro de las mismas se mezclan lugares realmente increíbles con otros que se aprovechan de un nombre y una reputación para poder timar a sus clientes.
El Hotel Four Seasons de Sydney es un timo, una auténtica estafa, una trampa para viajeros y huéspedes que, al igual que nosotros, se fían de un nombre y una publicidad engañosa para finalmente caer en sus garras.
Cuando uno se aloja en un 5 estrellas, pague lo que pague, debe exigir una oferta equiparable con dicha categoría, o como poco un lugar limpio donde poder descansar. El Four Seasons no es ninguna de las dos cosas. Probablemente en España y media Europa estaría cerrado por insalubridad, pero aquí, en Australia, opera con normalidad y se auto proclama el mejor hotel de la ciudad, lo cual es tan falso como el afirmar que Elvis está vivo en una isla de Hawaii.
Nos sentimos especialmente estafados, ya que por nuestra experiencia este tipo de cosas las vemos venir de lejos y nunca caemos en este tipo de trampas. Sin embargo, en esta ocasión y a pesar de todo, caímos como pardillos en la trampa del Four Seasons.
Evidentemente, no sólo no lo vamos a recomendar, más bien recomendaríamos su derribo y nueva construcción, pero además vamos a intentar hacer llegar este artículo hasta la dirección general de los Four Seasons, con el fin de alquien, en algún lugar, levante su culo de su silla de cuero de directivo, haga una llamada de teléfono y pregunte por el Señor Ting, la señora Charlotte y toda la troupe que nos atendió en este desgraciado incidente.
No nos vamos a olvidar del Four Seasons de Sydney, y a partir de ahora nos dedicaremos también a alojarnos en otros Four Seasons para confirmar si el de los horrores fue solo una excepción que confirma la regla, o esta cadena se dedica de forma habitual a estafar clientes a base de una publicidad engañosa.
En todo caso, si algún día decidís visitar la bella ciudad australiana, estad atentos a las recomendaciones de alojamientos para todos los presupuestos que os pasaremos en breve, y cuando veáis el Four Seasons, salir corriendo lo más rápido que podáis, antes de que el señor Ting y toda su tropa de inútiles os alcance.