Transilvania y Valaquia

Si persigues los grandes contrastes, la naturaleza en su estado más puro, y la belleza de castillos y pueblos medievales, quizás deberías plantearte la posibilidad de pasar unos días en Rumanía.

El tesoro que se encuentra escondido dentro de su corazón boscoso todavía no ha sido descubierto por la mayoría de turistas extranjeros, que suelen caer en las redes de otros lugares con mayor presencia publicitaria en todos los medios.

Valaquia, por lo general, suele ser una región que apenas se conoce, y Transilvania, a pesar de todos los años que han pasado, sigue siendo reconocida como una tierra misteriosa donde a la noche pululan los vampiros en busca de la sangre de sus víctimas.

La realidad es bien distinta: estamos hablando de una zona montañosa, con picos que superan los 2.500 metros de altura, que todavía no ha sufrido el efecto perjudicial de la mano del hombre y retiene en su interior una riqueza cultural casi infinita.

Esto se puede verificar también a través de la presencia de animales salvajes extintos en la mayor parte de países europeos, como el oso y el lobo, y que están todavía muy presentes en esta zona, afortunadamente.

La carretera DN7C, conocida como la Transfagarasan, cruza a través de los montes Fagaras, dentro de los míticos Cárpatos, marcando la división entre Transilvania y Valaquia. La primera con un paisaje más verde y boscoso, y la segunda más montañoso.

Siguiendo este trazado es posible realizar una visita a auténticas maravillas naturales, como el lago Caltun, además de joyas arquitectónicas como la sucesión de castillos medievales que adornan la cima de muchas de estas montañas.

Es totalmente inevitable la referencia al que se ha vendido como castillo de Drácula, que en realidad apenas vio pasar por allí al famoso príncipe Vlad Tepes, y que fue escogido no hace muchos años atrás por su mejor estado de conservación y cercanía a la población de Brasov, un lugar muy frecuentado por turistas en la temporada de esquí.

Si se quiere visitar el castillo verdadero del príncipe Vlad, es necesario desplazarse hasta Curtea de Arges, desde donde se puede enlazar con la Transfagarasan. Desde esta zona, cuya carretera suele permanecer cerrada al tráfico la mayor parte del año debido a la infinidad de curvas, desniveles y lo angosto del trazado, se puede ver en lo alto de una cima los restos del castillo Poienari, que fue el que perteneció en realidad a Vlad Tepes, príncipe de Valaquia (y no de Transilvania) y sobre el que Bram Stoker construyó una muy falsa historia de vampiros y seres de otros mundos.

El castillo de Bran, mucho más al norte, es una bellísima construcción medieval, pero que apenas tuvo importancia en la historia militar de esta zona de Europa, antaño devastada por los ejércitos otomanos. Su mejor estado de conservación, proximidad a zonas turísticas, y aspecto de película, lo hicieron objeto del centro de la leyenda del príncipe empalador, sin que este hubiese residido allí en ningún momento.

Y hablando de castillos, es imperdonable la visita al de Peles, residencia estival de los reyes rumanos durante muchos años. Empezado a construir en el año 1871 bajo encargo del Rey Carol I, tardó más de 40 años en finalizarse, habiendo ocupado la mayor parte de la vida laboral de decenas de carpinteros, artistas de todo tipo, y obreros.

Pero no sólo de castillos y paisajes incomparables vive el turista que decide visitar esta parte de Europa, ciudades como Sibiu, Sighisoara, o la propia Brasov, ofertan al visitante el mejor ejemplo de conservación medieval que se pueda encontrar en el viejo continente.

Sibiu podría considerarse como la capital cultural del país. Conocida principalmente por sus festivales de ópera y por haber albergado durante el siglo XIX a compositores de la talla de Strauss, Brahms o Liszt. Todavía conserva ese aire bohemio que la hizo famosa, y es más que recomendable la parada para tomarse un café y disfrutar de su entorno arquitectónico.

Sighisoara cuenta con unas murallas medievales cuyas torres han pasado a formar parte del patrimonio protegido por la Unesco. A los amantes de la leyenda les encantará saber que este es el lugar de nacimiento de Vlad Tepes, considerado hoy héroe nacional por su lucha contra las tropas otomanas.

Es obligatorio darse un paseo a pie por las calles empedradas que la han hecho famosa, y en donde es posible descubrir pequeños locales, algunas veces situados en sótanos, así como tiendas de artesanía.

Si todavía quedan ganas de seguir saboreando la herencia medieval de Rumanía, también es posible desplazarse hasta Biertan, o Viscri, otras dos ejemplos característicos de lo que se oferta al turista en este país, y una manera más que aconsejable de acabar un recorrido sin igual.

Quizás la enorme falta de información hace que el turista habitual no incluya dentro de sus planes la visita a Rumanía. A día de hoy no sabemos si esto es una ventaja o un inconveniente, ya que para el resto que hemos disfrutado de sus parajes y localizaciones la ausencia de turbas incontroladas de visitantes con su palo selfie en ristre, es un punto a favor.

No pensarán lo mismo todos aquellos que vivan de la industria turística y que, con toda la razón del mundo, nunca entenderán porqué se prefiere pasar los pocos días de descanso con los que contamos peleando por abrirse paso entre las atestadas calles de muchos otros paises, que en realidad tienen muchísima menos riqueza que ofertar al visitante.

 

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