El 1 de Julio de 1948 se inauguraba el pequeño aeropuerto de Idlewild en el barrio neoyorquino de Queens, con la intención de dotar a Nueva York con las infraestructuras necesarias que pudiesen garantizar su conectividad aérea.
El lugar escogido fue un antiguo campo de golf, muy frecuentado por las familias más adineradas del momento, muchas de las cuales abandonaban la isla de Manhattan para pasar a residir en Long Island.
Era evidente que los viajes en avión estaban reservados sólo para una minoría de la población, y se hacía necesario acercar los aeropuertos a las zonas donde vivían los bolsillos más pudientes de la época.
Idlewild cumplía su función sin demasiados apuros, registrando hasta 1956 una cifra total de pasajeros anuales inferior a los 5 millones, lo cual lo convertía en el aeropuerto con mayor volumen de usuarios de la época.
A partir de ese año las cosas cambiaron radicalmente, y el boom del transporte aéreo requería que Idlewild comenzase a tomar medidas para dar respuesta a un creciente aumento en el número de usuarios.
Una de las mejoras más llamativas que se implementó fue la creación de un sistema que anclaba los aviones a la terminal.
Este invento inmovilizaba las ruedas de las aeronaves y las movía lateralmente, acercándolas hacia una zona techada donde los pasajeros podían embarcar esquivando las inclemencias del tiempo.
Sin embargo, los daños que se producían en los neumáticos comenzaron a ser frecuentes, así como las fugas de aceite y combustible, lo que creaba un gran riesgo de incendio.
Fue la empresa constructora de aviones Lockheed la que en 1958 inventó y desarrolló lo que hoy conocemos como «fingers», una pasarela de 17 metros conectada a la terminal que se podía alargar hasta los 32 metros, dotada de ruedas en uno de sus extremos lo cual le permitía moverse también en un arco horizontal.
En 1960 Idlewild comenzó a presentar preocupantes síntomas de saturación, justo cuando estaba a punto de alcanzar la cifra de 10 millones de pasajeros anuales.
Los retrasos en las salidas se habían convertido en una norma común, y en las horas punta un pasajero podía tardar más de 50 minutos en llegar a la terminal desde la puerta de entrada del aeropuerto.
El tráfico de vehículos en los alrededores de Idlewild se convirtió en una pesadilla, algo que supuso un auténtico negocio para los numerosos taxistas que transportaban a clientes desde Manhattan.
Las pistas también estaban colapsadas y los controladores aéreos tenían serias dificultadas para manejar el enorme volumen de aeronaves moviéndose por la plataforma, lo que suponía un importante problema de seguridad.
El 15 de Noviembre de 1963 el presidente de los EEUU, John F. Kennedy, despegaba por última vez desde Idlewild, una semana antes de su asesinato en la ciudad de Dallas.
Durante los funerales celebrados el 25 de Noviembre, y retransmitidos en directo a todo el país, se comenzaron a recibir millones de peticiones para honrar la memoria del presidente en la ciudad de Nueva York.
El 4 de Diciembre de 1963, el alcalde Robert Wagner anunciaba públicamente el cambio de nombre del aeropuerto de Idlewild, que a partir de entonces se conocería mundialmente como JFK International Airport.
Jackie Kennedy y su cuñado Edward acudieron a la ceremonia formal que tuvo lugar en Idlewild.
Con la nueva denominación, los problemas en el JFK se fueron multiplicando año tras año, y en 1966 el aeropuerto ya había superado la cifra de los 15 millones de pasajeros anuales.
Esto obligó a realizar una inversión de 150 millones de dólares, que servirían para construir una nueva terminal, cerrar la pista 7-25, y crear un área destinada al parking de vehículos.
Pero con la década de los 70 también llegaron los jets más grandes y con mayor capacidad de pasajeros, lo cual puso a prueba las pistas paralelas del JFK, las cuales estaban separadas sólo por 914 metros.
Su diseño se había centrado en las antiguas aeronaves de hélices, las cuales ofrecían menores prestaciones, y en la nueva era de los jets parecían obsoletas.
Para entonces, el aeropuerto de Chicago O´Hare ya había superado con creces el tráfico en el JFK, principalmente gracias a su innovadora estructura y a dos pistas paralelas con una distancia entre ambas de 1.524 metros, lo que facilitaba las operaciones simultáneas de despegues y aterrizajes.
Los responsables locales estuvieron a punto de tirar la toalla víctimas de la desesperación, y durante los años posteriores se vendió la idea de que la única solución para aliviar la situación en el JFK era la construcción de otro aeropuerto en la zona de Jamaica Bay, al extremo Occidental de Long Island.
Esta medida fue descartada por las principales compañías aéreas que operaban en el JFK, las cuales decidieron finalmente pasar a la acción para poner un poco de orden sobre el caos que reinaba en el aeropuerto neoyorquino.
En un principio, el Edificio Internacional de Llegadas (IAB) era el único que contaba con los sistemas de seguridad y control de pasajeros, por lo que todos los usuarios del aeropuerto tenían que atravesar el mismo antes de acceder a las salas de embarque.
Esto se solucionaría con la ampliación del resto de terminales, cada una de ellas operada por una o dos aerolíneas, implementando en estas los mismos servicios que tenía la IAB.
United y Delta Airlines pasaron a compartir la terminal 7, cuyo diseño era una réplica de la IAB.
American Airlines ocupó en exclusiva la terminal 8, mientras que la PAN AM hacía lo propio con la terminal 3.
Los diseños de los nuevos edificios competían para ver cuál era el más moderno y el que más llamaba la atención de los usuarios, algo que la TWA vendría a corroborar de la mano del arquitecto Eero Saarinen.
El increíblemente espectacular edificio que recuerda a la forma de las alas de un ave, ha logrado sobrevivir todos estos años y se ha convertido finalmente en las instalaciones del Hotel TWA, un auténtico homenaje a todos los amantes de la aviación.
La situación en el JFK había mejorado considerablemente a mediados de los años 70, principalmente gracias al enorme crecimiento experimentado por los aeropuertos de Newark y La Guardia, el cual llegó a tener el mismo volumen de operaciones que el JFK.
Actualmente, el JFK ocupa la posición número 20 en el ranking de aeropuertos con mayor volumen de usuarios de todo el mundo, siendo superado en los EEUU por el aeropuerto Internacional de Atlanta, el número uno en cuanto a cifras de pasajeros, Los Angeles International Airport, Chicago O´Hare, Dallas Fort Worth, y Denver International.
Es necesario tener en cuenta que el área de Nueva York concentra a diversos aeropuertos y aeródromos además del JFK, como Newark, La Guardia, Stewart, o Teterboro.
A pesar de esto, el JFK sigue siendo considerado como uno de los aeropuertos más importantes, icónicos y reconocibles de todo el planeta, puerta de entrada a la Gran Manzana y a la ciudad por excelencia: Nueva York.