Baleares y Canarias, conejillos de indias para probar la "nueva normalidad" turística

Seguro que habrás visto cientos de películas en las que ocurre un asesinato en plena vía pública, y un policía se dedica a intentar espantar a todos los curiosos que se acercan a la zona para observar el cadáver que yace ensangrentado sobre la acera, utilizando las famosas frases de:

«Por favor, retírense, aquí no hay nada que ver, no ha pasado nada».

Pues esto es exactamente lo mismo que se está aplicando ahora al sector turístico de nuestro país, después de más de 30.000 fallecidos: «aquí no ha pasado nada».

En la montaña rusa de acontecimientos y emociones que hemos vivido los últimos 3 meses, hemos pasado de la época de la simple gripe por la que no había que preocuparse, a declarar el estado de alarma nacional pocas horas después.

Ahora, tras un período de cuarentena en la que todos los días, y a todas horas, se nos ha recordado la enorme gravedad de la situación, el sol vuelve a brillar, las terrazas vuelven a llenarse de gente, y hay que sacar a los bañistas de las playas casi a gorrazos.

 

Es normal que tras semejante aluvión de cambios de criterio, la gente acabe por perder la perspectiva real de lo sucedido, y opte por hacer exactamente lo que le sale de las narices.

Es como si todos hubiésemos seguido una serie de Netflix en la televisión al mismo tiempo, en la que un malvado virus lograba penetrar en la sociedad y contagiaba indiscriminadamente a sus ciudadanos.

La primera temporada ya acabó, igual que los aplausos a las 20:00 horas, el virus se ha quedado dentro de nuestras pantallas para siempre, y los médicos vuelven a ser los mismos colgados que se juegan la vida con un contrato por horas y salario de lowcost.

Todo esto estaría muy bien, si no fuese por el insignificante detalle de que a lo mejor se estrena la segunda temporada durante el Verano.

Y para evitarlo, en vez de comenzar haciendo experimentos con gaseosa, se ha pensado que lo mejor es probar a ver qué pasa si abrimos las islas Baleares y las Canarias al turismo internacional el próximo mes.

¿Qué puede salir mal?

Como todos sabemos perfectamente a estas alturas, porque no se han cansado de repetírnoslo desde los medios de comunicación, el sistema que se está utilizando para transportar pasajeros de un lugar a otro funciona como el mecanismo de un reloj de precisión.

Todas las medidas de seguridad que se han adoptado para garantizar la salud de aquellos que se deciden a viajar, son más que suficientes para no tener que estar preocupado por nada.

Las cabinas de los aviones son tan estériles como los quirófanos de los hospitales, y de hecho si tuvieran que extirparte el apéndice en pleno vuelo, se podría realizar la intervención directamente sobre el pasillo de la sección de Economy.

De todas formas, y en el muy improbable caso de que algo fallase, quizás se utilice a nuestras islas para ir rompiendo el hielo turístico, adelantando en 15 días la llegada de visitantes foráneos a las mismas.

De esta manera, si al final la liamos parda no tendrán que pagar el pato la gran mayoría de ciudadanos, y el problema se podría contener más fácilmente que si ocurriese dentro de la Península (entiéndase el tono).

Así, si todo va bien y las cosas no se tuercen, tanto Canarias como Baleares podrían comenzar a recibir turistas el próximo día 15 de Junio. En el resto del país no vamos a tener esa suerte hasta el día 1 del mes siguiente.

¿La nueva normalidad?

Lo más curioso de esta llamada «nueva normalidad», es que apesta sospechosamente a la «vieja normalidad».

De este bache se suponía que íbamos a salir todos más fuertes, más listos, más guapos y con 5 cm más de altura, pero no, parece que al final vamos a seguir siendo los mismos camareros del patio de recreo destinado al resto de ciudadanos europeos, con todos los respetos que merece este gremio.

Después de cientos de sesudos informes, elaborados por miles de asesores, acabamos llegando a la conclusión de que nada depende de nosotros: basta con que un mayorista aéreo británico se declare en quiebra, o un constructor de vehículos japonés decida cerrar una fábrica, para que se monte una catástrofe económica en nuestro país.

Nuestro futuro pende de un filo hilo que manejan ingleses, franceses, o alemanes, que son quienes cortan verdaderamente el bacalao, nuestro bacalao para ser más exactos.

Pero afortunadamente tenemos millones de turistas, y mientras no haya otra cosa hay que seguir vendiendo el sol y la playa, aunque esto pueda significar un mínimo, diminuto, exiguo, ínfimo, casi despreciable riesgo sanitario.

Volvemos a los vuelos a menos de 30 euros para viajar de Londres a Fuerteventura, una tarifa que ningún españolito de bien encontrará nunca en su vida para poder hacer el mismo trayecto desde una ciudad española.

 

Total, en las mismas fechas desde Madrid y en un vuelo dos horas más corto, sólo habría que abonar 212 euros más.

Y mientras nosotros pagaremos el triple, o cuádruple, para poder viajar al Reino Unido, si es que nos dejan entrar, los guiris tendrán vía libre cuanto antes porque son más limpios, cívicos y educados, y seguro que no se infectan tan fácilmente como los españoles.

Ya sabemos que las comparaciones son odiosas, pero por poner un ejemplo interesante, nos remitimos a las medidas tomadas por otras islas allende los mares.

Maldivas es un país compuesto por miles de pequeñas islas, en las que el turismo supone aproximadamente el 30% del producto interior bruto.

También han sufrido los efectos del coronavirus, aunque en menos medida, ya que «sólo» se registraron 1.500 casos y 5 fallecidos.

Pero en Maldivas son muy cortos de entendederas y demasiado desconfiados, por lo que han decidido que hasta nuevo aviso el que quiera viajar allí tendrá que someterse a un test antes de embarcar y a otro a su llegada, por el asequible precio de 90 dólares.

Además, ahora habrá que solicitar el correspondiente visado adjuntando un documento que demuestre que se ha pasado el test, como mucho, con una semana de antelación al viaje.

Se han prohibido las estancias de menos de 14 días, y el pasajero que opte por realizarse el test a su llegada al aeropuerto de Malé, no podrá salir del mismo hasta que se conozcan los resultados.

Afortunadamente, nosotros somos mucho más listos y no necesitamos tanta parafernalia ni formalismos sin sentido.

Necesitamos que los guiris vuelvan cuanto antes, porque entre acabar en la cola del paro, o en la cama de una UCI, parece que hemos optado por lo segundo.

Así que venga, saquemos nuestras mejores sonrisas y cantemos aquello de «os recibimos, americanos con alegría, olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía…».

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