Chernóbil, lo que no te cuentan sobre el último viaje de moda

Te vamos a contar un pequeño secreto: si todo se hiciese de la manera correcta, en tu viaje de avión hasta Ucrania recibirías una dosis de radiación bastante más alta que visitando Chernóbil, o la población de Pripiat.

Por si no lo sabías, aquellos que pasamos largas horas de vuelo de manera repetitiva, estamos expuestos a mayor cantidad de radiación que cuando permanecemos en tierra, ya que a mayor altura la protección que nos ofrece la atmósfera es mucho menor.

Sobre esto hay bastantes trabajos científicos, sin haber llegado ninguno a una conclusión convincente, básicamente porque todo lo que se relaciona con este tipo de asuntos, puede ser interpretado de una manera o de otra totalmente distinta, según el criterio de cada especialista en la materia.

Además, los efectos de una posible sobre exposición a fuentes de radioactividad no se manifiestan en el momento, ni siquiera en el mismo día o la misma semana, a veces tardan muchos años en aflorar y si lo hacen, cada organismo es afectado de una manera diferente.

La nueva moda

Los tours turísticos a la central nuclear de Chernóbil, y poblaciones limítrofes, se llevan haciendo desde hace más de 8 años, con bastante éxito de público desde el primer día.

Para que veas cómo funciona este curioso negocio, aún sabiendo que la zona de exclusión no va a volver a ser segura hasta dentro de 20.000 años, en el 2011 se decidía abrir la misma al público, ya que a pesar de que quedan todavía muchos puntos que presentan elevados índices de radiación, se pensó que poder visitar las zonas consideradas «seguras», sería una excelente idea comercial.

Sin embargo, en Abril del 2012 se prohibía terminantemente acceder al interior de los edificios en la localidad de Pripiat, al detectarse un importante riesgo de contaminación.

Es decir, durante un año muchos visitantes entraron en las casas y apartamentos de los antiguos habitantes de Pripiat, convencidos de que era algo totalmente seguro, cuando en realidad no era así.

El interés es entendible. Poder volver a ver la situación de un lugar abandonado a mediados de los años 80, cuando todavía pertenecía a la antigua URSS, congelado en el tiempo y engullido en parte por la propia naturaleza, es algo que nos atrae a muchos.

Sin embargo, estamos hablando de uno de los accidentes nucleares más graves de la historia, en el cual oficialmente «sólo» murieron 31 personas, pero resultaron contaminadas, en mayor o menor medida, hasta 6 millones.

Hoy en día, todavía no se sabe la repercusión real que tuvo la explosión acontecida el 26 de Abril de 1986, ya que como decíamos al comienzo de este post, los efectos derivados de una sobre exposición a la radiación no son iguales para todo el mundo, no afloran en un período de tiempo concreto, y en el caso de que lo hagan, no es posible saber con certeza hasta qué punto pueden ser achacados a lo ocurrido ese fecha, o a una enfermedad no relacionada con los hechos.

Los verdaderos peligros

Si buscas información sobre los tours organizados a Chernóbil y Pripiat, verás que todos aseguran que la visita es 100% segura, si se siguen las normas establecidas por las autoridades.

Se habla de exhaustivos controles de seguridad, que los hay, pero sólo con echar un vistazo a la red es posible encontrar decenas de vídeos en los que se puede ver a auténticos descerebrados pululando sin ningún tipo de supervisión por la zona, accediendo a todo tipo de instalaciones, incluso moviendo objetos, y saltándose todas las recomendaciones de seguridad existentes.

Otro de los argumentos que verás más repetido es el que hace referencia a las bajísimas dosis de radiación que se registran durante el tour, alegando además que el tiempo que se pasa en los puntos más conflictivos es demasiado corto como para que llegue a afectar de ninguna manera a un ser humano sano.

La comparación más habitual, es la que mide la radiación normal que se recibe cuando se hace una radiografía, y la que hay de media en las 8 horas que suele durar la visita, aproximadamente.

Según la información pública que se registra en la red, un visitante de la zona de exclusión, realizando el tour de un día, no debería recibir una radiación superior a los  6 mSv.

Pues bien, una placa normal de una extremidad (mano, pie, etc), no llega a los 0,001 mSv. Una radiografía de la columna, por ejemplo, tan solo alcanza 1,5 mSv.

Como sabrás, a pesar de tratarse de dosis de radiación tan sumamente pequeñas, se evita por todos los medios tener que aplicarlas a mujeres embarazadas, o a pacientes con determinadas patologías de base.

Es decir, en términos médicos se tratan estas dosis con extrema precaución, aún siendo muy inferiores a las que supuestamente puedes recibir en una visita a Chernóbil.

Por otro lado, y esto es algo sobre lo que se informa en el briefing obligatorio antes de comenzar el tour, el verdadero riesgo se encuentra en el suelo.

Después del accidente, y con el fin de minimizar los índices de contaminación, se procedió a lavar muchas de las zonas más afectadas. Cuando hablamos de lavar queremos decir exactamente eso: lavar con agua y detergente (un detergente distinto al que tienes en tu casa…).

Lo que pasó finalmente, es que el agua arrastró partículas radioactivas hasta el suelo, que todavía permanecen en el mismo a día de hoy.

Por esta razón, se prohíbe no sólo sentarse en el suelo, sino también apoyar efectos personales sobre el mismo.

Sin embargo, poco se habla de la cantidad de animales salvajes que han aparecido en la zona de exclusión desde que fue abandonada por el ser humano. Por increíble que parezca, es relativamente frecuente poder llegar a divisar grandes manadas de jabalíes, e incluso de lobos.

Además de que, tal y como está estipulado en las normas de seguridad vigentes en Chernóbil y Pripiat, no está permitido ningún tipo de contacto con la fauna local, por muy inofensiva que te pueda parecer, lo que las autoridades no pueden controlar es que esta entre y salga a su antojo de zonas donde todavía existen niveles peligrosos de contaminación.

Por esta razón, muchas fuentes creen que este es el principal y verdadero peligro en la actualidad de la zona de exclusión, ya que algunos de estos animales portan en sus patas tierra contaminada, moviéndola de unos sitios a otros, sin ningún control posible.

Otra de las afirmaciones que mantienen todos los mayoristas y organizadores de las actividades en los alrededores de la antigua central nuclear de Chernóbil, es que sus guías son profesionales en la materia, y saben perfectamente cuáles son los trazados más seguros para recorrer, evitando los puntos conflictivos que presentan mayor riesgo de contaminación.

A nosotros esto nos suena igual a cuando determinadas empresas de Egipto nos venden sus servicios asegurando que todos sus guías son expertos egiptólogos. A ver, una cosa es haber estudiado una carrera relacionada con la materia en cuestión, y haber basado tu profesión en ella, y otra el haber recibido un curso preparatorio para poder acompañar a turistas. Por favor, no equivoquemos los conceptos.

Tal y como comentamos a principios de año en Fitur con el responsable de una mayorista que se negaba a comercializar este tipo de actividades, se puede estar partiendo del error de considerar que los puntos conflictivos son ubicaciones fijas.

Como acabamos de decir, cada vez hay una mayor cantidad de fauna que habita en la zona y se mueve libremente, con el riesgo que eso conlleva, pero no sólo esto.

Los días que se registran mayores índices de contaminación son aquellos en los que sopla más el viento, ya que se levanta tierra y partículas de polvo contaminadas, que flotan en la atmósfera. Esto hace dudar a algunos, entre los que nos encontramos nosotros mismos, sobre la posibilidad de tener controladas en todo momento las ubicaciones más conflictivas y peligrosas.

Por esta misma razón, otra de las prohibiciones cuando te encuentras dentro de la zona de exclusión, es comer o beber al aire libre.

Teóricamente, si caen sobre tu cuerpo o ropa partículas radioactivas, pueden ser eliminadas con supuesta facilidad tras una ducha, pero si tragas las mismas, la cosa se complica bastante.

Por todas estas razones, y muchas más que comentaremos en otro momento, creemos que a pesar de la atracción que este lugar también tiene para nosotros (más después de ver la serie televisiva que está haciendo furor en todo el mundo y ha triplicado el número de visitas a Chernóbil), todavía supone un riesgo muy importante sobre el que sabe más bien nada.

Es cierto que se adoptan muchas medidas de seguridad, que también vemos la facilidad con la que se saltan, pero estamos tratando con una amenaza que ataca por la espalda y de forma inesperada, incluso mucho tiempo después de una supuesta sobre exposición, por lo que no sentimos una verdadera necesidad de exponernos a algo que conocemos relativamente y, lo que es mucho peor, no podemos controlar.

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