Controlar el espacio aéreo durante la crisis: el más difícil todavía

A principios de este mismo mes, un controlador aéreo del aeropuerto internacional de Palm Beach, en los EEUU, arrojaba un resultado positivo en el test de detección del nuevo Coronavirus.

Tras comunicar la noticia, la torre de control era evacuada de urgencia y sellada, con el fin de proceder a su desinfección. Mientras tanto, el personal restante se dirigió a la azotea de un parking para vehículos situado en las inmediaciones, desde donde siguieron realizando las labores de supervisión del espacio aéreo.

Mientras haya un solo avión en el aire, tiene que haber controladores en tierra. Si algo hemos sacado en claro de esta crisis es que determinadas profesiones, muchas de ellas denostadas por el gran público, no pueden parar en ningún momento, bajo ninguna circunstancia, ni a consecuencia de ninguna pandemia.

A día de hoy, se calcula que en los EEUU hay aproximadamente 80 controladores infectados, mientras que en nuestro país han dado positivo en el test del coronavirus el 2.5% del total de profesionales operativos.

Afortunadamente, hasta ahora en España no se ha registrado ningún caso tan extremo como el acontecido en Palm Beach, pero aún así ha sido necesario tomar medidas extraordinarias para minimizar la posibilidad de contagios.

Aunque el tráfico aéreo se ha desplomado a nivel mundial hasta porcentajes nunca vistos con anterioridad, todavía hay muchas aeronaves sobrevolando nuestro territorio, principalmente operando misiones de transporte de material sanitario, absolutamente vital en estos momentos, repatriación de ciudadanos, traslado de enfermos, transplante de órganos, y algunas rutas civiles autorizadas.

La operativa

Una de las principales características de la labor de control aéreo, es que se realiza dentro de una torre donde el espacio es muy limitado. En muchas ocasiones, hasta una docena de personas pueden estar compartiendo turno al mismo tiempo, e interactuando obligatoriamente entre ellas.

La operativa extraordinaria que se ha decidido implementar en nuestro país, coincide totalmente con la que se ha puesto en marcha también tanto en los EEUU, como en buena parte de Europa.

En primer lugar, se ha retirado al personal de riesgo, y el resto de la plantilla se ha dividido en pequeños grupos de trabajo estancos.

De esta manera, los profesionales que componen estos grupos permanecerán trabajando juntos, sin ningún tipo de interacción con el resto.

En el caso de que algún controlador presentase síntomas, o diese un resultado positivo al test del coronavirus, solamente sería necesario aislar a todos los miembros que componían su grupo, mientras que el resto podría seguir trabajando con normalidad.

Aunque pueda parecer que el importante descenso en el número de operaciones aéreas permite cierto nivel de relajación dentro de las torres de control, esto no es así.

Para empezar, las responsabilidades individuales de cada controlador aéreo están perfectamente segmentadas y especializadas. Esto significa que sus puestos no son intercambiables entre unos y otros de la noche a la mañana.

Cuando se adquiere la habilitación para trabajar en un grupo de sectores del espacio aéreo o torre de control, se necesitan varios meses previos de formación y entrenamiento antes de pasar a otra.

Por otro lado, Enaire ha decretado el nivel 3, que es el más alto de los previstos, en el que se minimizan los accesos a las zonas comunes.

Después de cada turno, se procede a la desinfección total del espacio de trabajo, utilizando para ello máquinas de ozono. También es necesario limpiar los equipos de comunicaciones, cascos y auriculares, y hacer uso de guantes, mascarillas y geles desinfectantes para las manos.

En el caso de tener que evacuar de urgencia una torre de control, se dispone de equipos de comunicación portátiles, con los que se podría mantener cierto nivel de operaciones durante un tiempo limitado y así no dejar desatendida de repente a ninguna aeronave.

Sistemas de respaldo

A nivel internacional, se ha ordenado a aquellos aeropuertos que dispongan de dos torres de control, como por ejemplo es el caso de Dallas Fort Worth o el de Chicago O´Hare, a dejar una de ellas libre y desinfectada en todo momento.

En el caso de que apareciese algún positivo en la que estuviera operativa, esta sería sellada al instante y todos los trabajadores trasladados a la segunda.

Otro sistema de respaldo y ayuda que ya se ha utilizado durante esta crisis en los EEUU, es aprovechar los servicios de las «torres de rampa» (ramp tower), que ordenan el tráfico de aviones entre los estacionamientos y las vías de rodaje.

El pasado 3 de Abril en el aeropuerto internacional de Orlando, los operadores de la torre de rampa de la aerolínea Delta Airlines se hicieron cargo momentáneamente del tráfico aéreo en el aeropuerto, en el momento en el que uno de los controladores resultó infectado y fue necesaria la evacuación del resto de compañeros.

Lamentablemente, esta opción no sería viable en el aeropuerto de Madrid Barajas, ya que los servicios de dirección de plataforma fueron privatizados y «lowcostizados» en su momento, y actualmente no son desempeñados por controladores aéreos.

Qué va a pasar en el futuro

Todos estamos esperando a que se vayan rebajando progresivamente las medidas de aislamiento social, para poder volver a recobrar cierto nivel de normalidad.

En el caso del tráfico aéreo, cada día saltan nuevos bulos con programaciones falsas de aerolíneas, en muchos casos indicando que a partir de cierta fecha se reanudan las operaciones habituales.

Pocos parecen tener en cuenta que esto no va ser posible, porque el volumen de salidas y llegadas desde cualquier aeropuerto, va a depender también directamente del número de trabajadores que se encuentren operativos dentro de cada torre de control.

Mientras sea necesario seguir trabajando en pequeños grupos estancos y autónomos, no va a ser posible retomar el mismo número de operaciones que había antes de la crisis.

El crecimiento del tráfico aéreo va a tener que ser proporcional a la desaparición paulatina de las restricciones físicas para poder trabajar dentro de una torre de control.

Cuanto mayor sea el número de profesionales controlando un espacio aéreo, mayor será el número de operaciones que se puedan supervisar cada hora.

Por otro lado, es necesario apuntar que muchos pilotos también van a necesitar un entrenamiento previo antes de volver a retomar su rutina diaria, teniendo en cuenta que la gran mayoría habrán dejado de volar durante varios meses.

Esto requerirá de un trabajo intenso y ocupación máxima en los simuladores de vuelo, los cuales tienen una capacidad limitada.

Como comentábamos al comienzo de este post, esta crisis nos ha enseñado qué profesiones son verdaderamente esenciales, y cuáles no.

A mayores de esto, nosotros nos atrevemos a afirmar que también hemos visto qué profesionales van a estar siempre ahí, pase lo que pase prestando sus servicios, y cuáles son fácilmente reemplazables.

Hay muchos ciudadanos que estos últimos meses han vuelto a comprar en la frutería, carnicería, o panadería que tenían en sus calles, las cuales habían sustituido hace tiempo por los grandes establecimientos comerciales, muchos de los cuales han echado la persiana hasta que mejore la situación sanitaria.

Al final, son estos pequeños comerciantes los que ponen su salud en riesgo para seguir prestando un servicio vital a la sociedad, la cual se volverá a olvidar de ellos en cuanto se pueda regresar a la rutina habitual.

En el caso de los controladores aéreos, estamos hablando de un colectivo que ha sido utilizado políticamente como arma arrojadiza en múltiples ocasiones, y sobre el cual se han vertido toneladas de fake news.

Desde finales del año 2010, fecha en la que urdió un complot que permitiese su privatización, una buena parte de la ciudadanía «compró» la versión oficial de lo sucedido, la cual afortunadamente ha sido desmentida tras 20 sentencias judiciales consecutivas, falladas en diversos tribunales repartidos por todo el territorio español.

En estos momentos, es de justicia acordarse de ciertos colectivos, y entre ellos queremos destacar a todas las tripulaciones de aviones que se han mantenido activas durante estas semanas, para poder cumplir con una función esencial para el país, y por supuesto de los controladores aéreos que han supervisado estas operaciones.

Esperemos que cuando por fin podamos despertar de esta pesadilla, todavía nos acordemos de quienes permanecieron al pie del cañón.

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