Destino Islandia: Mývatn

A 170 km de Egilsstadir, y sin salir de la carretera 1, llegamos a Mývatn.
Este tramo de carretera es todo de montaña.
Supongo, por lo que he visto, que en verano tiene que ser un auténtico placer el realizar este tramo del viaje. En mi caso, con una fuerte tormenta de nieve, se me hizo bastante tenso.

Mývatn es una zona a la que da nombre su lago. En realidad, la población que se sitúa al lado del mismo se llama Reykjahlíd, que es un minúsculo pueblo de apenas 200 habitantes, situado justo al borde del mismo.

Evidentemente, es un sitio muy pequeño, donde apenas se sitúan una buena oficina de información al visitante, una gasolinera con su supermercado, algunos hoteles y residencias, guest houses, y un par de restaurantes y atracciones turísticas, como sus baños termales, que son un «blue lagoon» al estilo de Reyjkavik, pero de menor tamaño.

Se trata de un lugar destinado para el relax. Intenté imaginármelo en verano, ya que en mi visita estaba absolutamente inundado de nieve y, la verdad, no hubiese cambiado nunca la fecha de aparecer por allí.

Los campos nevados alrededor del lago, la nieve cayendo, la falta de gente o turistas en el paisaje, la tranquilidad del entorno, y la comodidad y calor del hotel donde me alojé, me dejó casi hipnotizado.

Hay dos hoteles situados justo en medio de la población, a muy pocos metros de distancia y enfrente al lago. Uno, supuestamente, de 4 estrellas y mucha mayor categoría, el otro más tipo hostal, bed&breakfast o guest house.
Esa noche me quedé en el segundo, el que en principio era de menor categoría.

Debo decir que no había mucha gente, y eso siempre ayuda, pero las habitaciones son bastante amplias, muy limpias y cómodas, y con un cuarto de baño muy decente (no, no hay ducha «tsunami»). La habitación también tenía grandes ventanales que daban al lago y, la verdad, la vista era increíble.

El hotel es cómodo y bastante familiar. Uno puede pasar la noche viendo la tele en su salón mientras se observa la nieve cayendo fuera.
La comida del pequeño restaurante no es espectacular, con un menú de 4 ó 5 platos, pero es muy comible. Hay una pizzería bastante cerca y otro restaurante de comida general, pero eso lo puedes tener todos los días en casa y por lo menos dentro del hotel tienes a alguien que se molesta en hacerte una sopa casera y prepararte un pescado, o un cordero a la menta.

Mývatn ofrece tranquilidad, grandes paseos, fenómenos típicos de Islandia, como enormes zonas geotermales, charcas de barro humeante y, por supuesto, su pequeño «blue lagoon».

Desde luego, es bastante más pequeño que el de Reyjkavik, pero también tiene su encanto.

Se trata del mismo tipo de agua, de tono azul chillón, con las mismas propiedades, pero con la particularidad de que aquí estás en medio de la montaña, rodeado de nieve y con bastante más frío, por lo que hay gente que se baña con su gorrito de lana en la cabeza.

A diferencia de las «ovejas playeras» que había en los fiordos del este, aquí están las «ovejas polares», que campan felices por los pastos cubiertos de nieve, lo cual es una prueba evidente de lo buena que es la lana en esta zona, ya que parece que no pasan frío en absoluto.

Hay varios cráteres repartidos por toda la zona y, de hecho, este lugar se conoce porque hasta aquí trajeron a los astronautas de la NASA, para que se moviesen por sus alrededores con los trajes puestos, y se acostumbraran a lo que serían ,en un futuro, sus paseos por la luna.
La verdad es que parece otro mundo. Es como si varios volcanes hubiesen entrado en erupción hace no mucho tiempo y hubiesen dejado un reguero de piedras y lava que nadie hubiese recogido hasta ahora.

Se pueden visitar también sus famosas cuevas de lava, aunque esto es mucho mejor hacerlo en verano, antes de que se llenen de nieve.
Por descontado, es un sitio perfecto para tomarse un buen descanso antes de abordar el tramo final en la vuelta a la isla.

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