Comenzamos a hablar sobre los distintos sitios donde hemos estado en Islandia, pero antes, quiero aclarar ciertos conceptos, que utilizaré muy a menudo, para que queden claros desde un principio:
– Ducha Tsunami: Dícese de aquella ducha que, por no tener separación física en el suelo con el resto del cuarto de baño (llámese escaloncillo), provoca, inevitablemente, la inundación del suelo del mismo.
– Local Alternativo: Dícese de aquel establecimiento, normalmente de pequeñas dimensiones, donde acude gente vestida de manera poco habitual, a escuchar música, también, bastante poco habitual, generalmente de grupos que respetan sus principios y no se rinden a las imposiciones comerciales, por lo que nunca sonarán fuera de estos locales.
– Camarer@ de Reykjavik: Dícese de aquella persona que se supone trabaja en sector de la hostelería para atender a los clientes pero, en este caso, por propia idiosincrasia local o tímidez personal, espera a que su cliente se asiente en el local y lo observa durante un buen rato para asegurarse que no supone un peligro para su integridad física, antes de proceder a preguntarle si desea algo.
– Hotel limpio y tranquilo: Dícese de aquel lugar destinado a albergar turistas que, por no poder aplicar otros adjetivos más propios del sector, del tipo «buenas instalaciones, gran atención, etc», tiene que utilizar su falta de contaminación acústica y su propia higiene para atraer clientes.
– Desayuno tipo buffet: Dícese de aquella situación en la que te encuentras cuando bajas a desayunar en un hotel y descubres que te han dejado cierta cantidad de corn flakes encima de una mesa y un par de galletas de chocolate en otra, y tienes que luchar a muerte con una bandada de turistas hambrientos para conseguir hacerte con ellos.
– Ambiente: Dícese cuando existe en algún lugar cierto número de gente superior al habitual, haciendo ruido, y donde normalmente se oye alguna música de fondo.
Aclarados estos conceptos debo deciros que no es necesario dedicar excesivos días a Reykjavik.
Podría contaros lo que indican muchas guías de viaje, algo así como: «piérdete por sus calles, visita sus museos, observa la gente pasar mientras disfrutas de un café caliente en cualquiera de sus cafeterías…», pero no lo voy a hacer.
Reykjavik es un sitio pequeño y bastante moderno. Con un día, máximo dos, tenéis casi todo visto y os sobrará tiempo.
Básicamente. casi todo se resume a pasear por la ciudad. No voy a negar que tiene cierto encanto (como casi todos los sitios donde he estado), pero no esperéis nada espectacular o muy especial, porque no lo hay.
Está la calle Laugavegur, que es el centro de la ciudad, donde encontraréis múltiples tiendas de recuerdos y souvenirs, restaurantes, locales alternativos y cierto ambiente. El resto de calles adyacentes también son bastante interesantes en este sentido, y es posible encontrar alguna cosa curiosa o poco habitual en tu ciudad de origen.
Una vez has visitado la zona centro, has completado la mayor parte de cosas que puedes hacer aquí.
Si te interesan los museos, tienes unos cuantos que probablemente no hayas visto en tu vida, como el de las Sagas, típico de la zona y que suele contar la historia del país resaltando la época vikinga, o el museo del falo, sobre el cual te puedes imaginar su contenido.
Las actividades que se suelen comercializar en la ciudad, además de los tours panorámicos, están relacionadas con el avistamiento de ballenas. Si es algo que crees que te puede interesar, adelante.
No solemos recomendar la cata de productos típicos que son un atentado para los estómagos no habituados a ellos, aunque algunos se sientan atraídos por hacer la gracia.
Alrededores de Reykjavik
Si optáis por el formato de SelfDrive, podéis dirigiros a la península de Reykjanes, muy cerca de Reyjkavik, donde es posible tomar contacto con las primeras fumarolas y los primeros cráteres y campos de lava.
Por experiencia personal, recomiendo encarecidamente tener mucho cuidado cuando andéis por estos sitios, ya que el suelo es muy irregular y la lava dibuja formas cortantes que pueden atentar directamente contra vuestras rodillas.
También tenéis que tener mucho cuidado con los caminos que llevan a los acantilados, ya que la mayoría son totalmente impracticables incluso para un 4×4 del tipo urbano como el que llevaréis. Prudencia.
Una vez visitada esta zona circulando por las carreteras que la rodean, llegaréis a uno de los sitios emblemáticos de Reyjkavik y de toda Islandia: el Blue Lagoon.
Probablemente lo habréis visto muchas veces en la tele. Se trata de una gran piscina geotermal, con agua bastante caliente de una tonalidad azulada, donde los locales acuden a relajarse.
Mi opinión personal es que es excesivamente caro para lo que es en definitiva: una piscina.
60 euros por persona por bañarse aquí, con albornoz y bebida, me parece una auténtica exageración. El problema es como si vas a Madrid y no ves la Plaza del Sol. Yo creo que es cuasi-obligatoria la visita.
El sitio no está mal: las instalaciones son amplias y limpias, el personal atento, y es una experiencia agradable estar metido en el agua caliente mientras fuera hace bastante frío. Puedes tener masajes dentro del agua, en la propia piscina, y disfrutar de una bebida mientras flotas en el agua azulada y te das una mascarilla exfoliante en el rostro.
Creo que el secreto radica en encontrar el día y la hora para no coincidir con una avalancha de gente, sean turistas o adolescentes, que inundan la piscina y los vestuarios y hacen que la experiencia no sea tan agradable, pero esto es una cuestión de suerte.