El aeropuerto más chapucero de la historia

Después de una inversión de 285 millones de libras, el aeropuerto de la isla de Santa Elena por fin puede conectar uno de los territorios más aislados del planeta, sólo cuando el viento sopla en una dirección determinada.

Muy pocos conocerían la isla de Santa Elena si no se tratase del lugar al que fue exiliado Napoleón Bonaparte después de su derrota en la batalla de Waterloo.

Se trata de un pequeño territorio de 120 kilómetros cuadrados, en el que viven aproximadamente unas 6.000 personas, situado en medio del Océano Atlántico, a 1.950 kilómetros de la costa de Africa y a 4.000 kilómetros de la de América del Sur.

Ubicación de la isla de Santa Elena en el océano Atlántico

Obviamente, los ingleses sabían que Napoleón lo iba a tener realmente difícil para escapar de allí y, efectivamente, a los 6 años de su llegada fallecía supuestamente a consecuencia de una úlcera, o quizás esperando la visita del doctor que tendría que atenderlo y que tardaba una media de 30 días en completar el viaje.

Sin embargo, el mes pasado se produjo toda una efemérides en la pequeña isla inglesa que pasó totalmente desapercibida para el resto del mundo, y es que tras medio siglo de dimes y diretes lograba aterrizar en la pista de su aeropuerto un Boeing 757, el avión de mayor envergadura jamás visto por aquellos lares.

Boeing 757 aterriza en la isla de Santa Elena

La historia de la construcción del aeropuerto de Santa Elena es un compendio de chapuzas, improvisaciones, meteduras de pata y probablemente también de malversación de caudales públicos, que muy fácilmente se podría asociar a nuestro país, pero que en esta ocasión corresponde por entero a los súbditos de su graciosa majestad.

Desde 1940 se había barajado la posibilidad de construir un aeropuerto en Santa Elena, en concreto en la zona conocida como la Bahía de la Prosperidad.

La única manera de llegar hasta este territorio inglés era embarcado en un navío perteneciente a la flota de la Marina Real inglesa, que tardaba 5 días en completar la distancia que lo separa de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.

Los ingenieros encargados del proyecto determinaron que la posibilidad de construir un aeropuerto era viable, pero demasiado costosa como para dar un servicio de calidad a los pocos habitantes que vivían en Santa Elena, razón por la cual el informe correspondiente se perdió dentro del cajón de algún miembro del parlamento británico.

De nuevo, a principios de los años 80 la Autoridad de Aviación Civil inglesa (CAA), volvió a poner sobre la mesa el mismo proyecto, haciéndose una vez más la pregunta de si valía la pena invertir en la construcción de un aeropuerto en la isla.

Exactamente igual que en el caso anterior, los ingenieros determinaron que sí, pero a un coste demasiado elevado. Además, todavía existía la posibilidad de realizar el trayecto en barco, por lo que dada la mínima relevancia que tenía la isla para el Reino Unido, se volvió a descartar la idea.

Barco llegando a la isla de Santa Elena

Nada más se supo sobre este asunto hasta el año 2001, cuando el barco que conectaba Santa Elena con Ciudad del Cabo ya no daba más de sí y era necesario reemplazarlo por otro de similares características.

Los responsables técnicos en la zona presentaron dos proyectos distintos: uno correspondía a la compra de un nuevo navío por el importe de 27 millones de libras. El segundo correspondía a la construcción de un aeropuerto en la isla y estaba presupuestado en 39 millones de libras.

En un principio, todo apuntaba a que a largo plazo sería más rentable invertir en un aeropuerto que en otro barco, por lo que las autoridades locales decidieron celebrar un referendum para preguntar a los habitantes de Santa Elena su opinión al respecto.

En Enero del 2002 se celebró la consulta, resultando que la opción de construir un aeropuerto fue votada por el 71.6% del censo.

El Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido dio finalmente el visto bueno al proyecto, avisando de que por su parte sólo contribuiría al mismo aportando la cantidad de 27 millones de libras, que era lo que habría costado comprar un barco nuevo.

De esta manera, el resto del capital de la obra tendría que ser sufragado por inversores privados, algo bastante poco probable por lo arriesgado de la apuesta empresarial.

Aún así, se consiguió reunir a 4 compañías internacionales interesadas en participar aportando el dinero restante, las cuales se retirarían al unísono en el año 2006 tras comprobar que la única ubicación posible para el aeropuerto suponía un importante peligro para los aviones que intentasen aterrizar en el.

Isla de Santa Elena

Vuelta a empezar una vez más, en Noviembre de 2007 una compañía italiana de nombre Impregilo, y otra sudafricana conocida como Basil Read, expresaron su intención de retomar el proyecto y completar la construcción del aeropuerto.

Gordon Brown, Primer Ministro británico en aquella época, tomó el asunto directamente en sus manos y decidió otorgar la licencia de construcción del aeropuerto a la italiana Impregilo, la cual en Diciembre del 2008 se declaraba insolvente y abandonaba la isla sin haber colocado ni un ladrillo.

El 4 de Noviembre de 2011, la sudafricana Basil Read se hacía por fin con la autorización británica para comenzar los trabajos de construcción del aeropuerto.

Para aquel entonces, el presupuesto de la obra ya se había disparado hasta los 205 millones de libras, una cifra que no entraba en los planes del ejecutivo inglés.

Gracias a la intervención del operador sudafricano Lanseria Airport, y a otras firmas que finalmente decidieron invertir en el proyecto, en el mes de Junio del año 2015 se completaban los trabajos de construcción de la pista de aterrizaje.

Pista del aeropuerto de Santa Elena

En Septiembre del mismo año comenzarían los trabajos de calibrado correspondientes a los sistemas de navegación, los cuales retrotraerían la situación una vez más hasta el comienzo.

Después de dar mil vueltas y de llegar a la misma conclusión que habían alcanzado en 1940 los primeros ingenieros que revisaron el proyecto, los responsables del aeropuerto decidieron que antes de permitir la llegada de vuelos comerciales era necesario realizar numerosas pruebas de tomas y despegues utilizando aviones de pasajeros.

Estos vuelos de prueba se prolongaron durante todo el año 2016, confirmando que los fuertes vientos que reinan en la zona y la presencia de montañas cercanas a ambas cabeceras de la única pista, provocaban el fenómeno que se conoce como cizalladura, especialmente peligroso para la aviación comercial.

Para darle una salida a esta situación que se encontraba en un callejón sin salida, se decidió permitir la llegada de las aeronaves más pequeñas y maniobrables, como el Boeing 737.

Por fin, el 18 de Abril del 2016 aterrizaba el primer avión de pasajeros en el aeropuerto de Santa Elena, un 737-800 perteneciente a la flota de la aerolínea Comair, el cual tuvo que abortar la toma hasta en 3 ocasiones antes de conseguir completar la misma.

Avión de Comair aterrizando en Santa Elena

Un mes después y tras muchas discusiones, la CAA británica otorgaba el certificado de operaciones al aeropuerto de Santa Elena, el cual todavía no permitía la operación de vuelos regulares hacia la isla.

El problema principal era que los vientos habituales obligaban a aterrizar haciendo uso de la pista 20, y las tripulaciones tendrían que aceptar una componente de viento en cola en la mayor parte de las ocasiones.

Esto obligó a limitar las operaciones a modelos como el Embraer E190, o el Avro RJ100, ya que aeronaves de mayor envergadura se podrían encontrar con problemas para frenar dentro de los límites de la pista si el viento resultaba demasiado fuerte.

En Diciembre del 2016 se autorizó la realización de operaciones regulares aéreas sólo para los dos modelos de avión antes citados.

Esto supuso un jarro de agua fría para todos los habitantes de Santa Elena, los cuales contaban con la llegada de aviones directamente desde Europa, lo que significaría un boom turístico para la isla que impulsaría su economía de manera muy importante.

En Mayo del 2017 la compañía Airlink se hizo con el contrato para operar vuelos regulares desde Sudáfrica hacia Santa Elena, utilizando para ello un Avro RJ100 que despegaría desde Johanesburgo y haría una parada técnica en Windhoek, capital de Namibia.

Avión de Airlink aterrizando en Santa Elena

Lamentablemente, el boom turístico esperado todavía no se ha producido a día de hoy, ya que casi la mitad de los visitantes foráneos que llegan hasta Santa Elena siguen prefiriendo la opción de hacerlo en barco, un trayecto que mantiene una duración aproximada de 5 días.

Por esta razón, el hecho de que el 30 de Julio de este año lograse tomar tierra en Santa Elena un Boeing 757-200 perteneciente a la flota de la aerolínea Titan Airways, se convirtió en la mejor noticia que había recibido la isla durante el último siglo, y ha vuelto a avivar el sueño de convertir este territorio inglés en un destino turístico de primer orden.

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