El final de Ryanair

¿En qué se parece una manifestación de las muchas que se celebran en nuestro país para reivindicar salarios decentes y condiciones laborales acordes con el siglo XXI, al interior de la cabina de un avión de Ryanair?. Pues en que en ambos lugares verás exactamente a la misma gente.

Efectivamente, esta ironía ha permitido a la aerolínea irlandesa convertirse en una de las empresas de mayor éxito de toda Europa, a costa de saltarse a la torera cualquier tipo de legislación que le pueda resultar poco beneficiosa, laboralmente hablando.

Los mismos que salen a la calle para gritar contra los empresarios esclavistas, que exprimen a sus empleados para lograr el mayor beneficio posible, acaban las jornadas de protesta subiéndose a un avión de Ryanair, donde parece que las más elementales leyes de la física no aplican.

Es más, cuantos más vuelos cancela la compañía, cuantos más conflictos crea, cuanto más se sabe de sus prácticas profesionales que van más allá de lo políticamente correcto, para entrar en la aberración legal más insospechada, más aumenta su número de clientes.

Pero hay que empezar diciendo que el titular de este post no lo hemos puesto nosotros, eso es literalmente lo que ha dicho el CEO y máximo responsable de Ryanair hace muy pocas fechas, aludiendo a los efectos nocivos que las reclamaciones laborales de sus empleados acabarán teniendo sobre la empresa.

Al mismo tiempo, se anunciaba un incremento del 7% de usuarios de la lowcost irlandesa en el primer trimestre fiscal del año que, sin embargo, no ha significado un crecimiento de las ganancias de Ryanair, que esta vez se han visto reducidas en un 20% sobre el mismo período del ejercicio anterior.

De todos modos, hablar de crisis en Ryanair después de haberse llevado sólo durante los primeros meses del año más de 319 millones de euros y sabiendo que O´Leary se acaba de gastar otros 10 en comprar una mansión en Mallorca, es casi una broma de muy mal gusto.

¿Qué pasa con Ryanair?

El problema principal que tiene la aerolínea irlandesa es que ha copiado un modelo de negocio de éxito, que lleva funcionando en los EEUU desde los años 70, y lo ha importado a Europa sumándole añadidos muy peligrosos.

Ryanair no es más que la versión irlandesa de Southwest, una de las compañías aéreas más importantes del mundo, que cuenta con una flota de más de 740 aviones.

El colmo de los colmos, la contradicción más grande y lo absolutamente inexplicable de este asunto, es que mientras en los EEUU, país paradigma de la liberación económica total, donde raras veces se concede a los trabajadores permiso para hacer huelga, donde los sindicatos apenas tienen voz y donde cada día te juegas tu puesto de trabajo, Southwest se ha convertido en una de las mejores empresas para desarrollar una carrera profesional de futuro, ganando un sueldo acorde con las labores que se prestan y disfrutando de un buen número de beneficios sociales.

Sin embargo, dentro de la Unión Europa, donde proliferan gobiernos de izquierda, donde los sindicatos son un pilar fundamental de la sociedad, donde los derechos de los trabajadores deberían de estar por encima de todo, Ryanair lleva más de 30 años campando a sus anchas sin que nadie se haya atrevido nunca a ponerle una mano encima.

De hecho, la prepotencia de esta aerolínea llega a semejantes extremos, que para los dos próximos días de huelga ha solicitado a todos sus empleados que no tengan que cubrir servicios mínimos, se personen igualmente en sus puestos de trabajo bajo la posición de «imaginaria», esto es, en reserva para cualquier imprevisto en el que podría ser necesaria su intervención.

Mientras Southwest reparte entre sus trabajadores las devoluciones de impuestos de la administración Trump, dona importantes cantidades de dinero a causas benéficas, e intenta crear riqueza en su entorno, Ryanair promete despidos y venganza.

Por esta razón, Southwest ha comenzado ya con el negocio del transporte de mercancías, está ampliando cada vez más su radio de acción y no se descarta que en algún momento comience a operar vuelos de largo recorrido.

Por el otro lado, las «barbaridades» que piden los pocos empleados directos de Ryanair, es que se les aplique la legislación laboral del país en el cual tienen sus bases.

Traducido a un idioma entendible por todo el mundo, mientras Southwest se encuentra construyendo rascacielos, Ryanair sigue haciendo pirámides a latigazos.

It´s my way, or the highway

Este es el dicho que tiene escrito O´Leary en la frente, que viene a significar algo así como «es a mi manera, o carretera…», vamos, que las cosas se hacen cómo a él le gustan, o ahí tienes la puerta de salida.

Ryanair ha comunicado que no piensa abonar ningún tipo de compensación económica a sus pasajeros afectados por las próximas huelgas de empleados. A pesar de que todos los organismos oficiales ya le han dicho que no puede aplicar la excepción de «circunstancias extraordinarias», la compañía ha declarado que no va a abonar un solo euro por ese concepto.

Y es normal que lo haga así, porque Ryanair sabe que cuánto más castigue a sus clientes, estos volverán a llenar sus aviones en cuanto vuelvan a tener la posibilidad de hacerlo.

Y lo que todavía es peor, cuanto más contradiga las reglas y leyes de los países en los que opera, estos se pelearán un poquito más por otorgarle importantes subvenciones para que siga volando desde sus aeropuertos.

Con estos mimbres, es difícil pensar que algo pueda cambiar, pero lo que sí parece más que evidente e innegable es que el modelo de negocio que tan buenos resultados había repercutido a Ryanair en el pasado, ha llegado a su fin.

Independientemente de lo que pueda pasar en próximas fechas, que no creamos sea mucho, en menos de un año la aerolínea ha tenido que reconocer a los sindicatos como los representantes legales de los trabajadores, y ya ha sufrido las primeras huelgas de empleados de su historia.

Esta lógica transición desde la edad medieval que se vivía en Ryanair, a el propio siglo XXI, se podría haber hecho de una manera bastante más amable y amistosa, pero considerando la sociedad de bajo coste que entre todos hemos creado, lo cierto es que el modelo que ha planteado la aerolínea irlandesa está siendo copiado y reproducido en innumerables sectores económicos.

Aquellos que vuelan felices y contentos porque han conseguido unos billetes muy económicos, al final también van a ser los mismos incapaces de encontrar una empresa que les haga un contrato directo, que les ofrezca un sueldo decente que les permita llegar a fin de mes y en la que puedan labrarse un futuro profesional.

Los empleados de Ryanair seguirán vendiendo perfumes y lotería a pasajeros que sufren las mismas condiciones laborales que ellos, y mientras todos se quejan de lo mal que están las cosas, O´Leary se dará otro chapuzón en su nueva mansión multimillonaria.

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