El taxi equivoca su estrategia

Quizás alguno se esté preguntando qué hacemos en Turama comentando asuntos como este, pero lo cierto es que tanto el taxi, como cualquier otro medio de desplazamiento similar, está íntimamente unido con el turismo, y por ello también con el propio viajero.

Todos hemos utilizado los servicios de taxis, VTC, e incluso de otro tipo de plataformas cooperativas, dentro y fuera de España, por lo que entendemos que se trata de un tema que también nos afecta directamente.

¿Huelga de taxis?

Resulta complicado para nosotros hablar de una huelga de taxis, ya que estos profesionales son en una gran mayoría trabajadores autónomos, o empleados de pequeñas empresas.

Por este motivo, no sabemos muy bien cómo calificar todas estas jornadas de protesta que se llevan a cabo desde hace meses, ya que son los propios trabajadores los que se están perjudicando a si mismo con los parones patronales.

Es decir, cuando un taxista no trabaja, el principal perjudicado es él, ya que eso no le exime de seguir abonando por su parte todos los impuestos, tasas, cotizaciones y gastos generales mensuales correspondientes.

Es cierto que, en mayor o menor medida y dependiendo del resto de posibilidades de transporte que existan en cada ciudad, también los usuarios pueden verse perjudicados, lo cual veremos cómo a la larga es un arma de doble filo que acabará por volverse en su contra, si es que no lo ha hecho ya.

Por otro lado, la huelga teóricamente se presenta en contra de algo, una ley, una norma, alguna situación irregular, o contra alguien, el presidente del gobierno, una empresa, un organismo local…

En este caso, la imagen que se está dando desde el sector es la de protestar en contra de la competencia, solicitando una legislación que proteja sus intereses y perjudique los de esta.

Por si esto fuera poco, muchas acciones violentas que hemos visto estos días también acabaron afectando a usuarios de los vehículos VTC, que a su vez son clientes potenciales de los taxis. 

Todas estas escenas de violencia han saltado a los medios de comunicación y han sido vistas por millones de personas, dañando mortalmente la imagen de un colectivo que depende de la elección del cliente para poder trabajar, o no.

Tal y como comentábamos hace muy poco con el caso del mítico Concorde, la credibilidad y confianza de los usuarios es algo que se logra trabajando correctamente durante muchos años, pero que se puede perder en cuestión de segundos, no volviéndose a recuperar nunca.

¿Quién es el enemigo?

Otro error de bulto en todo este asunto es la identificación del supuesto «enemigo».

Los taxistas han colgado ese San Benito a las VTC, pero nosotros discrepamos al respecto.

Cuando uno inicia acciones reivindicativas como las que hemos visto estos días, tiene que estar muy seguro de cuál es realmente la competencia que le está haciendo daño, o le puede llegar a hacer daño.

En realidad, se ha tomado como referencia negativa a los VTC, básicamente porque desempeñan una labor en un formato muy parecido al del taxi, pero ¿son estas plataformas realmente el mayor peligro para este sector?.

Nosotros creemos que no, es más, las VTC podrían ser el aliado perfecto para convencer al usuario de que montarse en otro vehículo es la mejor forma para moverse dentro de una ciudad.

Parece increíble que nadie haya puesto sus ojos sobre los servicios públicos de transporte, autobús, metro, o tren, o incluso otros específicos que dan servicio a muchos aeropuertos, como lanzaderas que operan una enorme cantidad de hoteles, y es un servicio gratuito para sus clientes.

Por no hablar de la relativamente reciente posibilidad de conducir uno mismo a la gran mayoría de aeropuertos del país y poder dejar el vehículo propio en aparcamientos de larga duración, cuyo coste en la mayoría de los casos es incluso inferior a la tarifa correspondiente a dos carreras de taxi, ida y vuelta.

Y si no, que pregunten al gremio de taxistas de Los Angeles, el cual cada año mengua un poco más.

Por muy increíble que parezca, actualmente la mayor competencia de este sector en la ciudad estadounidense es la que ofrecen las empresas de alquiler de patinetes eléctricos.

Esta nueva moda de desplazarse a todos sitios subidos en pequeños artilugios, poco más grandes que los que utilizábamos cuando éramos pequeños, pero muchísimo más potentes, está causando furor en la costa Oeste de los EEUU.

Una enorme cantidad de visitantes, y también de locales, han decidido prescindir tanto de taxis, como de VTC y también de cualquier otro tipo de transporte, apuntándose a la nueva tendencia de jugarse la vida subidos en un patinete que se mueve como pez en el agua, a velocidades bastante considerables, en medio del enormemente denso tráfico habitual.

Quién le iba a decir a los taxistas de una de las ciudades más turísticas del planeta, que los pequeños patinetes a motor se iban a convertir en su mayor problema laboral.

Y que nadie se lleve a engaños, todas estas modas van a llegar también a nuestro país, y van a acabar por rematar a los trabajadores de un sector que está tocado de muerte, y que lucha encarnizadamente por eliminar a un supuesto enemigo que podría convertirse en su único aliado.

Clientes cautivos

La paradoja de todo este asunto es que quienes lo van a pasar peor en un futuro van a ser los taxistas de la Ciudad Condal, y presumiblemente también los de Valencia, por culpa de las decisiones políticas que han eliminado la presencia tanto de Uber, como de Cabify.

Esto deja a todos los usuarios con una sola elección, si lo que quieren es evitar el transporte público habitual, que sería coger un taxi.

En marketing, a este tipo de clientes se les conoce como «Clientes Cautivos», ya que no utilizan un determinado servicio por elección propia, sino porque no hay otro.

El grandísimo problema que tiene crear clientes cautivos sólo se puede ver en el futuro, cuando la situación se revierta, cosa que va a ocurrir más tarde o más temprano.

Este tipo de usuarios, igual al de aquellos que sólo pueden volar con una aerolínea desde su aeropuerto local, finalmente se convierten en los más críticos y menos fidelizados, echándose en manos de cualquier otra opción en cuanto aparece, muchas veces incluso en forma de «venganza».

El cliente cautivo es como el miope que nunca ha llevado gafas. El primer día que se las pone y, por fin, sabe lo que es ver bien, ya nunca más quiere volver a su situación anterior.

Además, este tipo de cliente va a observar cómo en otras ciudades sí hay diversas opciones de transporte, que él no puede disfrutar en la suya, por lo que su rabia se va a acumulando con el paso del tiempo.

No aprendemos del pasado

El pensar que una regulación restrictiva de cara a las VTC, que favorezca los intereses del taxi, va a cambiar los gustos y opiniones de los usuarios, y la evolución natural del mercado, es sencillamente ridículo.

Es muy triste que no nos acordemos de lo sucedido con las plataformas de descarga de archivos, desde las que se podían bajar películas, música, libros, etc.

A pesar de que incluso muchos propietarios de aquellas antiguas páginas siguen hoy en día en la cárcel, de todos los juicios ganados por las sociedades de autores, de las leyes sobre la propiedad intelectual y de la retirada fulminante de este tipo de webs, los usuarios, igual que el miope al que hacíamos referencia anteriormente, vieron en su momento que había otra manera de disfrutar de contenidos multimedia, y se negaron a volver atrás.

Da exactamente igual cualquier intento que se haga por regular algo que va en contra de los gustos de los usuarios, porque estos se las arreglarán para encontrar la manera de canalizar sus preferencias.

Hoy en día, después de todo lo que «rajaron» algunos sobre el tema, no hay artista que se precie que no suba sus canciones, series, o películas a las grandes plataformas para compartir contenido audiovisual.

Ni se le pueden poner puertas al campo, ni se puede luchar contra la evolución de un sector. El que piense lo contrario, que hable con los antiguos propietarios de videoclubs.

Forzar al público a actuar de una manera determinada, consigue justo el efecto contrario, y pronto aparecerán patines, o cualquier otro método de transporte que haga «tilín», echando por tierra las sesudas leyes de muchos iluminados, que cíclicamente meten la pata una y otra vez.

Una base de razón

Para acabar, no podemos dejar de apuntar que las reinvindicaciones de los taxistas tienen un fundamento importante, dado que en su día, cuando pagaron altas sumas para poder comprar sus licencias, se les dijo que ostentarían una posición privilegiada dentro del transporte público.

El taxi puede recoger pasajeros en plena calle, tiene paradas a las puertas de centros comerciales, aeropuertos, estaciones de tren, dispone en muchas ciudades de un carril destinado para su uso exclusivo, junto con el bus, y hasta hace casi nada, apenas tenía competencia.

Esas licencias eran muchas veces casi una inversión a futuro, un plan de pensiones, algo que poder vender en el momento de la jubilación y tener un retiro más desahogado.

Ahora ya no es así. Las licencias de taxi han perdido gran parte de su valor, y lo peor es que en el futuro todavía van a valer mucho menos.

En estos momentos, a nadie en sus cabales se le ocurre desembolsar lo que se pagaba hace apenas 5 años por una licencia de taxi.

Pero esto también tiene solución, si lo que se quiere de verdad es llegar a una. Además de que tanto Uber como Cabify se han ofrecido para comprar estas licencias por un precio razonable, lo que al final dejaría a ambas partes en una posición bastante más nivelada, hay países que directamente han optado por esta opción.

En estos casos, los gobiernos de naciones como la propia Australia, han decidido que recomprando las licencias de taxi se está eliminando quizás uno de los escollos más importantes que hay para la convivencia pacífica de ambas partes.

Y por último, y no por ello menos importante, lo que más nos sorprende de este asunto es no haber escuchado a ningún representante del colectivo de taxis solicitando poder ofertar tarifas fijas por cada carrera, tal y como hacen Uber y Cabify, que es el punto donde el usuario pone más énfasis.

El taxímetro da miedo, y los VTC han acabado de un plumazo con ese temor. ¿Acaso los taxis no pueden hacer lo mismo?.

Ahora mismo y creemos que debido a una pésima representación laboral, la imagen del sector ha quedado total y absolutamente destruida. Volver a recuperar la confianza del usuario es algo que vemos, a día de hoy, prácticamente imposible.

El sector del taxi, en caso de sobrevivir a esto, va a tener que esforzarse no mucho, sino más bien muchísimo, para volver a recuperar su status quo, dando por hecho que eso es factible.

Cada ataque a un VTC es una palada más que se da en la tumba de este sector, por lo que si los taxistas no logran quitarse de encima la nefasta influencia que están ejerciendo sobre ellos sus representantes públicos, tienen los días contados.

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