Para algunos es una pésima costumbre, mientras que otros la consideran una señal de agradecimiento
El aplauso en el momento del aterrizaje divide a los pasajeros de un avión entre los que están a favor, y los que se mueren de vergüenza cada vez que sucede.
Hay pocas costumbres que generen una controversia mayor que la de aplaudir en el momento en el que un avión toma tierra en la pista del aeropuerto de destino.
No sucede en todos los vuelos, pero cuando ocurre suele provocar una airada respuesta por parte de los «pro» aplausos, y también de los «anti» aplausos.
Por muy increíble que parezca, los aplausos a bordo de la cabina de un avión han sido objeto de numerosos estudios por parte de sociólogos y psicólogos, los cuales han localizado ciertas pautas que podrían explicar el porqué surgen en determinadas ocasiones.
En una reciente encuesta realizada por BuzzFeed entre 40.000 pasajeros de múltiples nacionalidades, sólo el 13% respondió abiertamente indicando que les gustaba aplaudir cuando su avión tocaba tierra, mientras que el 87% restante se declaraba «anti» aplausos.
Lo cierto es que esta costumbre se remonta hasta el año 1948, fecha en la que aparecía por primera vez una reseña por escrito relatando los aplausos recibidos por la tripulación de un avión de American Airlines.
Ocurría en el aeropuerto de la ciudad de Cincinnati, después de que el aparato estuviese sobrevolando la misma por un espacio de tiempo superior a la media hora, tras constatar que el tren de aterrizaje no se había desplegado.
Finalmente, y tras muchos minutos de tensión a bordo, los pilotos pudieron solventar la incidencia, tomando tierra con absoluta normalidad, lo que provocó una sonora ronda de aplausos por parte de los 40 pasajeros que ocupaban la cabina.
Durante los años 50, los aplausos en el momento del aterrizaje eran una norma común en los vuelos que la novísima El Al operaba hacia Israel.
Después de los acontecimientos sufridos durante la II Guerra Mundial, los pasajeros de origen judío disfrutaban por primera vez no sólo de un territorio propio, sino también de una compañía aérea, por lo que los aplausos y cánticos de agradecimiento al tomar tierra en Tel Aviv eran habituales.
Y es que para Clark McPhail, catedrático de sociología en la Universidad de Illinois, el cual dedicó su doctorado al comportamiento de las masas y el aplauso como un elemento de integración, la sensación de alivio de determinados pasajeros cuando llegan a su destino es uno de los factores principales que propician la ovación.
Según McPhail, para provocar una ronda de aplausos apenas son necesarias dos personas que la comiencen, ya que muchos otros pasajeros seguirán la iniciativa aunque no estén totalmente de acuerdo con ella.
Al parecer, el aplauso es una forma de comunicación que se enseña por los padres y se aprende desde la infancia.
Durante los años 70 y 80 se extendió una costumbre en la aviación comercial que venía derivada desde los pasajeros de los cruceros de placer.
Los cruceristas que llegan tarde al barco, también conocidos en el argot como «Pier Runners», eran recibidos entre aplausos por el resto del pasaje, mientras corrían desesperados por el muelle con el fin de poder embarcar antes de que el barco zarpase.
Eso mismo comenzó a suceder también con los pasajeros que embarcaban tarde en un avión, después de hacer esperar al resto de ocupantes de la cabina, que para su mayor humillación y escarnio público eran recibidos entre aplausos.
Otros tres factores clave son la procedencia del pasajero, el tipo de vuelo, y el asiento que se ocupe dentro del avión.
Los viajeros escandinavos y asiáticos son poco proclives al aplauso del aterrizaje, mientras que los norteamericanos y latinos se dejan llevar fácilmente si surge la ocasión.
Las grandes ovaciones se suelen ver con mayor frecuencia en los vuelos a destinos vacacionales, en los que hay pocos pasajeros habituales que viajen exclusivamente por negocios.
También se ha constatado que los aplausos nacen en los asientos de la clase Economy, y prácticamente nunca en Business o Primera Clase, y generalmente entre viajeros novatos y pasajeros con miedo a volar.
Curiosamente, y a diferencia del resto de ocasiones en las que se decide aplaudir, los destinatarios de la ovación, que en este caso serían los pilotos, no pueden escuchar los aplausos de sus pasajeros.
Con la cabina cerrada, los auriculares puestos, e inmersos en la maniobra de aterrizaje y abandono de la pista, es prácticamente imposible llegar a oír a los ocupantes de la cabina.
Actualmente hay diversas compañías aéreas, como la lowcost irlandesa Ryanair, que intentan provocar los aplausos a través de la emisión de fanfarrias y sonidos de todo tipo en el momento en el que la aeronave llega a su destino.
El haber servido importantes cantidades de alcohol durante el trayecto, ayuda enormemente a conseguir este propósito.
Lamentablemente, hoy en día se ha extendido otro tipo de aplauso entre los ocupantes de la cabina de un avión, y es el que se da cuando un pasajero conflictivo tiene que ser desalojado a la fuerza.
Cada vez es más habitual este tipo de incidencia, que provoca graves molestias al resto del pasaje y enormes pérdidas económicas a las aerolíneas, por lo que los viajeros suelen agradecer de esta manera la intervención de la policía.
La próxima vez que ocurra en tu vuelo, fíjate en un dato curioso, y es que aunque los aplausos aparezcan sin coordinación por pasajeros ubicados a cierta distancia unos de otros, siempre hay un momento en el que las palmas se sincronizan y suenan al unísono durante 10 ó 15 segundos.
A partir de ese momento tienes 3 opciones: unirte a la celebración, poner cara de circunstancias y no participar de ella, o mantener tus auriculares sobre los oídos hasta que abandones el avión.
De todas formas, debes de saber que los tripulantes de cabina agradecen más un gesto bonito o una palabra amable en el momento de desembarcar, que el estruendo de un sonoro aplauso al aterrizar.
Aunque bueno, una cosa tampoco quita la otra…