¿Es Barcelona un destino turístico seguro?

Llevamos una cantidad de tiempo muy considerable escuchando y leyendo noticias en relación con la falta de seguridad en Barcelona, la cual se relaciona con un importante incremento en el número de delitos denunciados en la Ciudad Condal, principalmente durante los últimos 3 años.

Este problema se internacionalizó cuando varios países, entre los que se encuentran los EEUU, emitieron diversos avisos a sus ciudadanos, recomendándoles extremar las medidas de precaución en caso de visitar la capital catalana.

Tampoco ayudó demasiado a rebajar la tensión, el fallecimiento de una alto cargo de la embajada coreana, víctima de un robo con violencia, o el atraco sufrido por el embajador de Afganistán el pasado mes de Agosto y en pleno centro de la ciudad.

Para analizar este asunto de la manera más correcta posible, lo primero que se necesita es dejar a un lado intereses de tipo político, algo que parece imposible para la gran mayoría de medios de comunicación.

Resulta verdaderamente exasperante y particularmente irritante, el poder leer y comprobar los increíbles bailes de números y estadísticas que se ofrecen al ciudadano, según la fuente de la que procedan y el posicionamiento ideológico que mantenga.

Los datos

Para poder hablar de cifras y porcentajes, lo mejor es acudir a la fuente original, esto es, la base de datos de los Mossos d´Esquadra y del Ministerio del Interior.

Es totalmente imposible negar que los delitos que implican fuerza o violencia han aumentado considerablemente, pero sin alcanzar los niveles a los que se llegaron entre los años 2011 y 2012.

Durante el pasado año, se cometieron 130.791 hurtos y robos con violencia, lo que para una población de 1.620.343 habitantes, significa 8.072 delitos de este tipo por cada 100.000 habitantes.

Esto equivale a una tasa récord de 8 delitos por cada 100 habitantes, y un porcentaje de incremento del 28% con respecto a las cifras registradas entre los años 2016 y el propio 2018.

Haciendo una comparativa con la ciudad de Madrid, la capital española, con una población de 3.223.334 habitantes, contabilizó 129.082 hurtos y robos con violencia durante el 2018. Esta cifra equivale a 3.962 delitos de este tipo por cada 100.000 habitantes, con un descenso del -0.8% con respecto a los registros efectuados desde el 2016.

Las zonas más afectadas de Barcelona son Ciutat Vella, que ha doblado el número de incidentes desde el 2016, seguida por Sant Martí y el Eixample.

Es evidente que la gran afluencia de turistas que visitan la capital catalana tiene mucho que ver con estas cifras. La Ciutat Vella es el punto más céntrico y que ubica el mayor número de lugares con un interés turístico. Sant Martí comprende diversas zonas de ocio nocturno y el barrio del Maresme, que está sufriendo muchos problemas a causa del tráfico de drogas.

Por su parte, el Eixample también reúne a numerosos turistas nacionales e internacionales.

Pero las cifras que quizás puedan explicar un poco mejor lo que está ocurriendo, son las referentes al número de visitantes internacionales que visitaron durante el pasado año tanto Madrid, como Barcelona.

Mientras Madrid recibía un total de 7.121.590 ciudadanos extranjeros, Barcelona llegaba a los 12.064.592.

Los hurtos menores

Sin embargo, es necesario puntualizar que no todos los tipos de delitos que se cometen de manera diaria, han experimentado el mismo porcentaje de crecimiento.

Los robos que implican violencia sobre las personas siguen siendo inferiores a los que se producían durante los años 2012 y 2013, en los que se llegaron a registrar una media de 1.400 casos mensuales.

Actualmente, el mes en el que se produjeron más delitos de este tipo, no se llegaron a alcanzar las 1.300 denuncias. Aun así, estas cifras están muy alejadas de las registradas durante el 2015 y el 2016, años en los que apenas se superaban los 700 robos con violencia al mes.

El verdadero problema, causante de la gran alarma que se ha generado, son los hurtos menores, los cuales sí se han disparado de manera muy exagerada, desde los 8.300 denunciados en Abril del 2017, a los más de 12.000 correspondientes a Abril de este mismo año.

De hecho, el aviso lanzado por el gobierno norteamericano a sus ciudadanos sobre la seguridad en Barcelona, lo que hace es simplemente advertir sobre el incremento de los pequeños hurtos que ha experimentado la ciudad. El grave error que comete la Embajada de los EEUU, es mezclar los hurtos menores con los robos con violencia, metiendo ambos en un mismo cajón.

Además, hay que recordar que el gobierno de la Administración Trump es muy dado a realizar este tipo de comunicados. El pasado 2 de Julio también lanzó otra circular en la que se advertía de manera general sobre el incremento de delitos menores en todo el territorio español. Ningún medio de comunicación se hizo eco de esta noticia.

La percepción individual

En este momento, la pregunta que cabría hacerse es cómo un país como los EEUU, que sólo en lo que llevamos de año lleva registrados 335 asesinatos por tiroteos masivos en la vía pública, y 1.219 heridos, se permite el lujo de advertir sobre la seguridad de otras naciones que, afortunadamente, ni se acercan a semejantes cifras.

La respuesta a esta pregunta hay que englobarla en lo que se conoce como «percepción individual del nivel de seguridad», tal y como explican dos organismos internacionales con un enorme peso específico a nivel mundial, dedicados única y exclusivamente al estudio en términos turísticos de todas las naciones: el WTTC (World Trade and Tourism Council) y la sección T&T (Travel and Tourism) del WEF (World Economic Forum).

Desde la perspectiva de la percepción individual que cualquier individuo puede tener sobre las condiciones de seguridad que existen en una ubicación concreta, se puede explicar el porqué destinos turísticos como Indonesia, que sufrió importantes atentados en los años 2002 y 2005, tardó en recuperar su nivel habitual de turistas casi un año y medio, mientras que Madrid, que en el año 2004 registró ataques terroristas de especial gravedad y con el mismo número de personas fallecidas, apenas experimentó un insignificante descenso de visitantes internacionales sólo durante las 3 semanas siguientes a los hechos.

De la misma manera, posteriormente al Tsunami del 2004 en Tailandia, o al terremoto del 2010 en Haití, ambos países tardaron alrededor de 14 meses en recuperar el nivel de turismo previo a los dos desastres, y sin embargo Japón no registró un descenso significativo de turistas tras el terremoto del año 2011.

El turista no percibe de la misma manera hechos similares, sino que tiene en cuenta el país en el que ocurren, y las condiciones de seguridad que se dan en el mismo.

En lo que se refiere a delitos contra las personas, el visitante foráneo no sólo valora el número de casos registrados, sino que da prioridad, tal y como afirma el estudio bianual que realiza el Foro Económico Mundial, «al nivel de confianza que se puede atribuir a los servicios policiales de cada país, para proteger al turista contra el crimen».

Esto explica por qué cada vez que hay un ataque con víctimas mortales en una nación como Egipto, son varios los gobiernos extranjeros y aerolíneas que deciden evitar promocionar los desplazamientos de sus ciudadanos hasta allí, y sin embargo nunca se ha advertido por parte de ningún gobierno sobre el incremento de asesinatos en la vía pública que sufre EEUU.

Tal y como se refleja en las tablas publicadas por el WTTC, es la inestabilidad política lo que más preocupa al viajero a la hora de escoger un destino. Cualquier país, área o región que haya sufrido este problema, puede tardar una media de 27 meses en recuperar los niveles de turismo previos.

La propagación de enfermedades (ébola, o el virus Zika) y los desastres naturales, son el segundo y tercer motivo de preocupación, con períodos de recuperación turística de 21 y 24 meses, respectivamente.

La falta de seguridad y los ataques terroristas, no son interpretados de la misma manera por el ciudadano extranjero, el cual, tal y como hemos indicado, sabe diferenciar perfectamente las distintas particularidades de cada nación y cada caso concreto.

En lo que se refiere exclusivamente a Barcelona, hace mucho más daño a nivel internacional las imágenes de policías sufriendo ataques por parte de manteros, y que parecen incapaces de defenderse, que la noticia de un asesinato a consecuencia de un robo.

Mientras que desde organismos locales se habla de un aumento en la delincuencia de carácter puntual, los sindicatos policiales señalan una preocupante falta de efectivos, reclamando un mínimo de 2.500 agentes a mayores.

Es muy evidente que el aumento de los delitos contra las personas están directamente relacionados con la explosión turística de la ciudad a nivel mundial, pero también hay que tener en cuenta que esta no debe de ser la única explicación, ya que otros puntos turísticos importantes dentro de la Comunidad Autónoma, no sólo no han experimentado este crecimiento, sino que además han rebajado muy significativamente sus índices de denuncias.

En este sentido, es bastante ilustrativo el caso de Sevilla, que con más de 3 millones de turistas extranjeros en el año 2018, ha logrado rebajar el número de hurtos y robos con violencia en un -8.2%.

La otra cara de la moneda la protagonizan municipios tan pequeños como El Prat de Llobregat (64.132 habitantes), Castro Urdiales (31.977 habitantes), o Arganda del Rey (54.554 habitantes), que vieron incrementar su porcentaje de delitos de este tipo en un 48.5%, 40% y 49.3%, respectivamente.

En este momento, no se puede calificar a Barcelona como una ciudad insegura, o al menos más insegura que muchas otras urbes de todo el mundo.

A estas alturas, tampoco es posible vaticinar qué efectos podría tener sobre el turismo nacional e internacional el aumento de este tipo de delitos en la Ciudad Condal, ya que los grandes cambios en este sentido se producen en períodos de tiempo demasiado amplios, como para poder hacer conjeturas al respecto con tan poco margen.

Lo único cierto es que todavía se está a tiempo de retomar la situación y adoptar las medidas necesarias para corregir esta tendencia negativa, lo cual esperamos que ocurra a la mayor brevedad posible.

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