¿Es seguro abrir las fronteras en este momento?

Nos quedan apenas unos pocos días antes de volver a abrir nuestras puertas al mundo, y los últimos acontecimientos registrados en otros países son muy poco halagüeños.

La situación recuerda a aquellos crueles acertijos a los que jugábamos cuando éramos niños, y nos preguntábamos unos a otros si preferíamos morir de una manera (generalmente horrible) o de otra (generalmente bastante más horrible).

Y es que la cuestión de fondo que parece que se nos ha planteado aquí es si nos queremos morir por Covid19, o preferimos hacerlo de hambre, dentro de una economía cerrada, hundida, y de más que complicado rescate.

Si mantenemos nuestras fronteras cerradas, puede que evitemos un nuevo rebrote de la enfermedad, pero un buen número de sectores productivos se irían definitivamente al garete.

Si las abrimos, puede que podamos salvar en algo la temperada de Verano, pero todos los indicios apuntan a una nueva oleada de contagios.

Sin embargo, hay un tercer escenario que parece que a pocos les interesa comentar, y es la posibilidad que existe de reabrir las fronteras, volver a ser uno de los países del mundo con más número de afectados por millón de habitantes, tener que volver a decretar un confinamiento obligatorio y acabar perdiendo no sólo la temporada de Verano, sino también la de Otoño y buena parte de la de Invierno.

La experiencia vivida por Nueva Zelanda es a mínima escala un buen ejemplo de lo que podría ocurrir.

La semana pasada, nuestras antípodas se declaraban el primer país del mundo libre de Covid19, pero tras la apertura del tráfico aéreo internacional dos pasajeras infectadas provenientes del Reino Unido aterrizaban en la capital del país y sembraban de nuevo el caos.

Hoy se ha sabido que otro pasajero que volaba en el mismo avión se habría contagiado también durante el trayecto, y no se descarta que aparezcan más afectados.

En Barajas apenas se han registrado operaciones aéreas durante los últimos 3 meses. Sin embargo, los pocos vuelos de repatriación que han aterrizado en la capital madrileña han sido un auténtico coladero de pasajeros infectados.

La Presidenta de la Comunidad de Madrid lleva reclamando varias semanas un plan para el aeropuerto de la capital, que permita detectar a posibles portadores del nuevo virus, pero el Coordinador de Emergencias le ha dicho que eso no depende de él y que lo deja a criterio de cada Comunidad Autónoma.

Para hacernos una idea a nivel mundano de lo que esto significa, vamos a reproducir la que podría haber sido la conversación entre estas dos personas, en un lenguaje coloquial y asumible por todos.

Ayuso: Necesito que se hagan tests en el aeropuerto para evitar que entren enfermos por Madrid.

 

Illa: Tu puto problema…

Lamentablemente, esta es la norma general en todo el territorio nacional, porque en nuestro país en ningún momento se ha gestionado una crisis sanitaria, sino una crisis política.

Parece que todas las decisiones que se toman, o las que no se han tomado, no están basadas en criterios médicos o científicos, sino más bien en encuestas de intención de voto cuyo fin es provocar la algarada de la bancada correspondiente a cada partido.

Mientras unos echan los muertos en la cara a los otros, el país se hunde rápidamente y los cuñados de cada bando no dejan de aplaudir a los de su equipo y abuchear a los del contrario.

Ante la próxima llegada de millones de turistas extranjeros, hemos optado por la táctica de la avestruz, que es meter la cabeza en el suelo y que sea lo que Dios quiera.

Llevamos 10 días sin contar nuevos fallecidos y sin actualizar el número de contagiados, con el fin de no asustar a nuestros futuros clientes potenciales y no ahuyentar a los guiris.

Y para evitar que nadie piense más de la cuenta, ahora se nos ha dicho que todo da igual, que hagamos lo que hagamos vamos a tener un rebrote sí o sí.

Nosotros hemos querido echar un vistazo al exterior para ver qué están haciendo en otros países, a ver si nos podemos consolar y no somos los únicos que estamos atrapados en semejante situación.

Canadá mantendrá sus fronteras cerradas probablemente hasta el fin de Julio, y todos aquellos que entren al país por vía aérea tendrán que realizar una cuarentena forzosa.

Australia y Nueva Zelanda se lo van a pensar dos veces antes de volver a meter más aviones con pasajeros foráneos, y esto ha llevado a la aerolínea Qantas a comunicar hoy mismo que no operará ningún trayecto internacional hasta el mes de Octubre.

En el Reino Unido y a pesar de las presiones recibidas por parte de muchas compañías aéreas, están dispuestos a seguir manteniendo la cuarentena obligatoria para todo aquel que intente acceder al país.

Pero eso no sólo ocurre en lo que podríamos denominar el «primer mundo». En otros lugares también se han replanteado la situación a la vista de lo que está sucediendo, como es el caso de Nigeria, que hoy comunicaba a los medios de comunicación que se retracta de lo dicho y no abrirá su espacio aéreo a partir del próximo 21 de Junio, tal y como tenía previsto desde hace tiempo.

Pero claro, nuestra situación no es parecida a ninguna de la que tienen los países que acabamos de mencionar. Nosotros hemos luchado muchos años para posicionarnos como el bar de Europa, el patio de recreo de nuestros vecinos, el sitio donde se lo pasan bien.

Para hacer negocios puedes irte a Alemania, a los Países Bajos, a Dinamarca, a Suecia…pero para divertirse hay que bajar a España.

Si nosotros cerramos el chiringuito, ¿qué va a ser de nuestros queridos vecinos, dónde se van a emborrachar?. Corremos el gran riesgo de no volver a ver a más seres humanos con sandalias y calcetines paseando por nuestro territorio.

Nosotros nos hemos olvidado de los colegios y las universidades, y hemos dado preferencia a la apertura de los bares y a la reanudación de la liga de fútbol, que es de lo que vivimos.

Nosotros no dependemos de científicos, ni de ingenieros, nosotros vivimos de las copas que ponemos a los que llegan de fuera.

Por esta razón, es obvio que no somos Canadá, ni Australia, ni Nueva Zelanda, ni el Reino Unido, y tenemos que actuar como España.

Así que no queda más remedio que poner buena cara y retirar el candado de nuestros aeropuertos, para que puedan llegar nuestras fuentes de ingresos, mientras decimos aquello de «Virgencita, que me quede como estoy…».

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