España necesita a los turistas borrachos

La verdad, no nos podemos quejar. Si hace algunos siglos descubríamos el Nuevo Mundo, inventábamos el autogiro, el submarino, o teníamos científicos que ganaban el premio Nobel, hoy en día no dejamos de seguir contribuyendo al avance de la humanidad.

Somos los orgullosos creadores del «balconing», una práctica que pone a prueba la Ley de la Selección Natural de Darwin, o del «mamading», un muy discurrido y pensado sistema para conseguir alcohol de manera gratuita, a cambio de practicar sexo oral dentro de un pub al mayor número posible de hombres.

En un país medianamente civilizado, cualquiera de los dos inventos llevaría a la clausura y cierre definitivo tanto del establecimiento que lo sufriera, como de la empresa que lo organizase, pero esto es España señores, aquí vale todo.

De hecho, hemos acuñado también el término «lloretización», que hace referencia al proceso de deterioro que sufre una población gracias al turismo de borrachera. Como te habrás podido imaginar, está basado en hechos reales, y si no te lo crees puedes preguntar a los habitantes de Lloret de Mar.

Y si buscas un poquito más por internet, no tardarás en encontrar diversas denominaciones totalmente autóctonas, que reúnen y aglutinan todo lo bueno que tenemos para ofrecer a nuestros visitantes más ilustres: desde el famoso Carnage Tour, que por unos 30 euros promete que tendrás que volver a tu hotel arrastrándote (literalmente), al Salou Fest, definido por sus organizadores como «el fundamental rito de paso para los estudiantes», y que esconde bajo un decorado de saludable deporte en la playa, fiestas que comienzan a las 6 de la tarde y acaban también en la playa, practicando otro tipo de deportes aeróbicos.

Evidentemente, existe una relación de dependencia recíproca: por un lado, en los países respectivos a los que pertenecen todos estos turistas, sería impensable organizar este tipo de orgías alcohólico festivas, y por otro, las poblaciones que las sufren y soportan hacen supuestamente caja con cada vomitona que se queda en la calle, que corresponde a un aventurero que ha pagado una media de 300/400 euros por pasar una semana semi anestesiado y a base de pizzas de supermercado.

Gracias a todo esto, nos hemos labrado una imagen tan sumamente espectacular, que cuando en el extranjero se piensa en un sitio para irse de farra por muy poco dinero, y sin temor a ningún tipo de consecuencia legal posterior, ahí aparecemos siempre nosotros.

We Love Lloret era el título del reality show alemán grabado en Lloret de Mar, que quería hacer competencia al mítico Jersey Shore de la MTV, y que se quedó a medio camino con nuestro propio Gandía Shore, un programa donde los futuros cerebros del país discutían complejas formulaciones científicas, mientras otros escribían prosa y verso y soltaban perlas que han calado muy profundamente entre la población, como la que espetaba una de las protagonistas después de una carrera de karts: «Es que eran muchas curvas, y yo las curvas no sé darlas; tendrían que ser rectas y ya está…».

El nombre de la finca donde se grababa el reality alemán ya anunciaba un poco el tonillo del programa: Finca Fiesta.

Y esto pasa en nuestro país porque nosotros somos así, alegres, desinhibidos y dicharacheros.

Gracias a que todos los trabajadores que viven de este turismo basura cuentan con contratos laborales fijos, y un sueldo con el que poder llegar a fin de mes sin pasar apreturas, a que las «kellys», que es como se conoce en el sector a «las que limpian» en los hoteles, ya no tienen que deshacerse de la mierda que dejan estos niñatos maleducados, o a que los camareros no tienen que aguantar que chonis poligoneras de allende los mares les escupan en la cara cuando piden una copa, todos somos tan sumamente felices que contagiamos nuestro optimismo al visitante foráneo.

El turista del norte llega a nuestro país agobiado por tener que acabar su carrera en una universidad pública de calidad, donde inexorablemente terminará encontrando un buen puesto de trabajo a la salida. Está triste al tener que vivir en sitios donde no hay problemas de paro, donde se respeta y se promueve la maternidad, donde comprarse un piso está al alcance de casi todo el mundo.

Con estas duras losas sobre su espalda llega a nuestro país para poder desfogarse a gusto, aquí no tenemos ese tipo de problemas, aquí vivimos al día, sin más complicaciones. Vamos por la calle vestidos de toreros, bailando flamenco y dando palmas, y rogando para que siga llegando este turismo post adolescente de borrachera, el pan que da de comer a millones de personas, gracias a la brillante planificación de nuestros responsables políticos, aunque sea sólo durante 3 ó 4 meses al año.

Qué más da, esto es España, aquí vale todo.

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