Dicen que el ambiente navideño provoca sensaciones melancólicas a muchas personas, las cuales les hacen pensar y recordar acontecimientos pasados.
A nosotros no. En Turama nos gusta discutir, y eso no lo arregla ni la Navidad, ni los cascos azules de la ONU.
En esta ocasión, nos hemos enfrentado a esa extraña generación de personajes llamados Millennial, apodo que se ha dado a los nacidos entre los años 1980 y el 2000, aunque sobre esto hay infinidad de opiniones e interpretaciones para todos los gustos.
Esta vez les hemos echado en cara experiencias de viaje que nunca conocerán, ni entenderán, aunque tenemos que reconocer que en determinados casos esto es más positivo que negativo.
Y entre muchas que se nos han ocurrido, os dejamos estas pocas:
Mapas de papel
Sí, hubo una época en la que no había móviles ni internet, y eso no impedía a la gente viajar por todo el mundo.
Cuando todavía quedaban muchos años para que se inventasen las aplicaciones guiadas por GPS, era posible conducir miles de kilómetros guiándose tan solo con la ayuda de un mapa de papel.
Es más, en muchas ocasiones y ante la dificultad de interpretar determinadas carreteras, era necesario bajarse del vehículo mapa en mano y preguntar a cualquier viandante que se encontrase en nuestra ruta.
De hecho, había un dicho que rezaba de esta manera: «¿Por qué a los hombres no les gusta preguntar, y las mujeres no saben leer mapas?». Utilizarlo hoy en día implicaría meterse en un berenjenal legal de tres pares de narices.
Autoestop
Hoy en día, a nadie en sus cabales se le ocurriría parar su coche en medio de cualquier carretera y recoger a un desconocido, pero no hace demasiados años esto era algo bastante común.
Los autoestopistas abundaban en todas las carreteras de la gran mayoría de países, y extendían su brazo enseñando su pulgar levantado para llamar la atención de los conductores.
Algunos incluían un pequeño cartel con el nombre del lugar al que se dirigían, pero en otras ocasiones se paraba en el arcén y se preguntaba al interesado sobre sus intenciones de viaje.
Aunque parezca increíble, de esa manera hubo miles de personas que viajaron por todo el mundo sin gastarse absolutamente nada en transporte.
Actualmente, recoger a un autoestopista sería sólo el principio del guión de una película de terror.
Guía de viaje
Los influencers, youtubers, travel bloggers y demás, son cosa de los últimos 10 años.
Mucho antes, para saber algo sobre el destino al que te dirigías, era necesario comprar una guía de viaje.
En un mundo sin internet y sin posibilidades de poder ver vídeos de gente dando «tips» sobre los lugares que visitan, la única manera de saber algo sobre ellos era comprar, o que te dejasen, algún libro especializado en la materia.
Tenemos que reconocer que, de momento, todavía somos muchos aquellos que nos resistimos a sucumbir a los consejos de viaje que facilitan gente que no sabe distinguir entre «haber» y «a ver», por lo que agradecemos mucho que se sigan publicando este tipo de libros.
Fumar en el avión
Pues sí, lo más normal del mundo era encenderse un cigarrillo dentro del avión y fumar tranquilamente hasta llegar al aeropuerto de destino.
De hecho, en los viajes más largos los asientos de fumadores eran, con diferencia, los más cotizados.
Afortunadamente, esta práctica fue erradicada por completo. Primero por razones básicas de salud, dado que hoy en día es incomprensible el tener que respirar el humo del tabaco que está fumando otra persona, y en segundo lugar, por seguridad dentro de la cabina del avión.
Actualmente, si subes en cualquier avión y ves que cuando se enciende la señal que indica la necesidad de abrocharse el cinturón de seguridad, también aparece el icono de un cigarrillo, o una persona fumando, es que ese aparato cuenta ya con muchas horas de vuelo.
Postales
Hoy en día, para dar a conocer a tus conocidos y allegados que estás de vacaciones, basta con subir a las redes sociales una foto de tus pies en la playa, o algún selfie tomado en el destino elegido.
Pero cuando no existían los móviles, era casi obligatorio el enviar una postal a tus amigos y familiares, aunque normalmente escribieses el mismo texto en todas ellas.
Es más, tenías que tener bastante cuidado con la información y datos que dabas, ya que las postales no se mandaban dentro de sobres y eran leídas por los carteros, los empleados de correos de la ciudad correspondiente y cualquier otra persona que tuviese acceso a ellas.
Sin controles de seguridad
Hubo una época en la que para que te parasen en algún control de seguridad dentro de un aeropuerto, tenías que llevar colgado del cuello un fusil de asalto y dos ristras de balas sobre el pecho.
No había que descalzarse, ni quitarse la ropa en medio de todo el mundo, y podías subir al avión con botellas de varios litros, porque no pasaba absolutamente nada.
Hoy en día, si alguien te pregunta en la cola de aduanas qué tal te lo has pasado y contestas «¡bomba!», lo más probable es que primero te disparen con un taser y luego te plaquen entre 3 ó 4 policías.
Estas son las experiencias que más gracia nos han hecho, pero en muy poco tiempo también los dejamos con la boca abierta cuando les contamos que:
Se podía viajar en el asiento delantero del coche sin cinturón de seguridad.
Había que ir físicamente hasta la agencia de viajes para poder obtener tus billetes de avión.
Era necesario localizar una cabina de teléfono para poder llamar a casa.
La llave de la habitación del hotel era precisamente eso: una llave colgada de un enorme llavero.
Nos estamos haciendo viejos…