Se trata del primer accidente mortal que sufre la compañía aérea norteamericana Southwest en sus 50 años de historia. Esta lowcost está considerada como la cuarta aerolínea más importante del mundo y es una de las precursoras de la filosofía del bajo coste en el sector aéreo. Cuenta con una numerosísima flota, compuesta por 718 Boeing 737, que hasta ahora nunca antes había registrado el fallecimiento de un pasajero.
Además, es la primera muerte de un ocupante perteneciente a un avión de una compañía aérea estadounidense en 9 años.
Lo ocurrido el día de ayer en el vuelo WN-1380, con origen en Nueva York La Guardia y destino en el aeropuerto de Dallas Love, es una de esas pesadillas que en numerosas ocasiones nos relatan personas con pánico a volar, y a las que siempre contestamos que este tipo de incidencias no ocurren. Lamentablemente, en este caso se han dado todos los elementos necesarios para desencadenar un desenlace trágico y totalmente atípico, el cual va a necesitar una investigación en profundidad de lo sucedido.
Después de pasar el año más seguro en la historia de la aviación comercial, este 2018 ha llegado plagado de incidencias y accidentes que ya se han cobrado la vida de varios cientos de personas, todos ellos envueltos en situaciones extremadamente rocambolescas. Esta última, sin duda, marcará un antes y un después en la trayectoria de Southwest.
Los datos
Fecha del accidente: 17/04/2018
- Lugar del accidente: Cerca de Philadelphia (EEUU)
- Aerolínea: Southwest
- Avión: Boeing 737-700
- Matrícula: N772SW
- Vuelo: WN-1380 entre el aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, y el aeropuerto de Dallas Love, en Texas.
- Causa del accidente: explosión del motor izquierdo (CFM56) que causa la rotura de una ventanilla de la cabina, succionando parcialmente a la pasajera que volaba en el asiento contiguo.
- Fallecidos: una pasajera fallecida.
- Heridos: siete heridos leves que fueron tratados en el aeropuerto y no necesitaron su posterior traslado a un hospital.
Qué ocurrió
El avión de Southwest se encontraba en ascenso, a una altura aproximada de 9.750 metros (FL320), apenas 30 minutos después de despegar desde el aeropuerto neoyorquino de La Guardia.
El motor izquierdo de la aeronave explotaba de manera repentina, lanzando trozos metálicos contra el fuselaje de ese lado y rompiendo una de las ventanillas de la cabina, lo cual provocó una descompresión en la misma.
La pasajera que volaba sentada al lado de la ventanilla dañada fue succionada parcialmente hacia el exterior, evitando entre varios pasajeros que su cuerpo atravesase totalmente el agujero que había quedado en la misma. Lamentablemente, según el relato de los testigos allí presentes, permaneció durante varios minutos succionada contra el fuselaje, hasta que finalmente dos pasajeros pudieron alejarla de la zona afectada.
Los pilotos realizaron un descenso de emergencia y procedieron al apagado del motor dañado. Según consta en la conversación mantenida con la ATC del aeropuerto de Philadelphia, hacia donde se dirigieron, en un principio se comunicó un aviso de fuego en el motor izquierdo.
Por otro lado, también se solicitó la presencia de los servicios médicos sobre la pista, al indicar que varios pasajeros habían resultado heridos. La conversación llegó a ser tan confusa que en un momento dado se llegó a creer que la pasajera herida de carácter grave, había llegado a ser succionada totalmente fuera del aparato, lo cual fue desmentido poco después.
El controlador del aeropuerto de Philadelphia autorizó el descenso hasta los 3.000 pies (1.000 metros) y la tripulación conseguía aterrizar el avión sobre la pista 27L, sin causar ningún daño a mayores.
El avión se estacionó en una de las calles adyacentes a la pista de aterrizaje, donde todos los ocupantes fueron evacuados y la pasajera herida fue trasladada en ambulancia hasta el hospital más cercano, en estado muy grave.
Pocas horas después, la propia NTSB (Junta Nacional de Seguridad del Transporte) y la compañía aérea Southwest, confirmaban el fallecimiento de la pasajera evacuada.
Antecedentes
Curiosamente, Southwest ya había sufrido un accidente prácticamente idéntico a este en el mes de Agosto del 2016.
En esa ocasión, también explosionaba el motor izquierdo de otro Boeing 737-700, volando a la misma altura que en el incidente de ayer, causando casi los mismos daños. Afortunadamente, los restos del motor golpearon justo entre dos ventanillas, provocando un agujero en el fuselaje que no llegó a afectar a las mismas, aunque también causó la descompresión de la cabina.
No se llegó a registrar ningún herido de gravedad.
Si bien es cierto que en el pasado han sido numerosas las aerolíneas que han sufrido la explosión en vuelo de un motor, es realmente raro que los restos de este golpeen la cabina causando daños de gravedad.
Cuando se diseñan este tipo de motores, se suelen fabricar de tal manera que en el peor de los casos implosionen, es decir, que no se produzca la expansión de restos hacia ninguna parte del avión.
Para ello, van protegidos en compartimentos especiales que evitan la posible dispersión de piezas sobre el fuselaje.
De hecho, el mayor peligro en estos casos es que se vea dañada la instalación hidráulica, o la eléctrica, pero es realmente difícil que partes del motor se proyecten contra el fuselaje.
Incluso la compañía aérea más segura del mundo, la australiana Qantas, sufría la explosión de un motor en uno de sus novísimos Airbus A380, noticia que había sembrado en su momento algunas dudas sobre la seguridad del gigante de los aires, pero que finalmente no llegó a provocar daños de gravedad.
En todos los últimos casos registrados, las tripulaciones de los aviones afectados por este tipo de situaciones pudieron aterrizar los mismos sin provocar daños personales.
Por otro lado, este asunto llega justo cuando 380 modelos del avión Boeing 787 «Dreamliner», tienen que permanecer en tierra al ser detectado un problema grave en sus motores de la marca Rolls Royce, modelo Trent1000, y no pueden ser utilizados hasta que se haya hecho sobre los mismos la correspondiente revisión.
Esta incidencia está afectando de manera grave a muchas aerolíneas, que tienen que esperar hasta el visto bueno de Boeing y de Rolls Royce para volver a poner en vuelo sus aviones.
El accidente de ayer pondrá también sobre la palestra a la empresa General Electric, fabricante de los modelos CFM56, con lo que dos de las mayores y más importantes compañías constructoras de motores de aviación, se verán en el medio de una polémica totalmente inmerecida.
Es totalmente necesario apuntar que en el caso de General Electric, los motores CFM que fabrica, junto con la francesa Safran, S.A., equipan a más de 6.700 aviones en todo el mundo, que han volado un total de 350 millones de horas sin una sola incidencia.
Por si esto fuera poco, este asunto también llega cuando la sociedad norteamericana todavía permanece en estado de shock después de un programa de televisión emitido el pasado Domingo por la cadena CBS, llamado «60 Minutes», en el que se criticaba con especial dureza la falta de seguridad en los aviones de la compañía Allegiant.
Esta conocida aerolínea estadounidense, que el año pasado llegó a transportar a más de 12 millones de pasajeros, sufría sólo durante el año 2015 hasta 77 aterrizajes no programados y derivados de situaciones de emergencia en vuelo.
El reportaje periodístico ponía seriamente en tela de juicio la seguridad aérea de esta compañía, pero también cierta pasividad por parte de las autoridades, que tienen abiertos casi un centenar de expedientes pendientes de resolver.
Southwest sufre en los EEUU las mismas críticas poco fundadas de aquellos que intentan en Europa relacionar a las compañías de bajo coste con unas pobres medidas de seguridad en sus aparatos.
Por esta misma razón, se suele intentar atacar a aerolíneas como Ryanair, haciendo alusión a que no cumplen las mismas normas de seguridad y protocolos que el resto de compañías llamadas «tradicionales», esto es, no de bajo coste.
Después de 50 años, Southwest ha roto su impecable historial y una vez más se ha abierto el debate entre aquellos que están a favor de las lowcost y los que las ponen en duda. La polémica es incluso bastante mayor a lo que ocurriría en Europa si un hecho similar se diese dentro de un avión de Ryanair, EasyJet o Vueling.
Esperaremos al resultado final de la investigación que se está realizando para conocer si existe algún nexo de conexión entre este último incidente y el sufrido por Southwest en el año 2016.
Por nuestra parte, seguimos confiando plenamente tanto en la FAA, como en EASA (y también en IATA), organismos que velan por la seguridad del tráfico aéreo en EEUU y Europa y que han conseguido llevarnos a la época más segura de la aviación comercial, aunque incidentes como el presente puedan hacer pensar a alguno que esto no es así.