Cada vez es más frecuente encontrarse en los aeropuertos con largas colas de pasajeros en sillas de ruedas.
Se trata de algo que no dejaría de ser especialmente llamativo, si no fuese por el hecho de que muchas de esas personas, después de recorrer los pasillos y embarcar al avión asistidos por personal del aeropuerto y en silla de ruedas, se bajan del mismo por su propio pie y caminan de nuevo sin mayor problema.
Es lo que en los EEUU se ha bautizado como los «vuelos milagrosos».
Es obvio que la casuística puede ser enorme, y no todos aquellos que solicitan este servicio antes de viajar en avión, están mintiendo sólo para poder moverse con mayor comodidad dentro de espacios tan abarrotados como un aeropuerto.
Por ejemplo, la gran mayoría de compañías aéreas recomiendan solicitar una silla de ruedas a sus pasajeros con sordera, no porque sufran de algún tipo de condición que les impida moverse, sino simplemente para poder garantizar una experiencia cómoda, segura y rápida en todos los procesos previos al embarque.
Sin embargo, no todas las aerolíneas ni aeropuertos solicitan medios de prueba que confirmen el problema que impide caminar al viajero. De hecho, en términos legales es muy discutible que empresas privadas puedan disponer de información tan sensible como esta.
Y ese es precisamente el motivo que ha llevado a algunos a pensar que sería una excelente idea solicitar este servicio, simplemente para poder disfrutar de mayor comodidad a la hora de viajar.
Esta circunstancia no ha pasado desapercibida para el gran público, y en las redes sociales abundan ya numerosos testimonios de personas que denuncian la picaresca de sus compañeros de viaje.
En un vuelo de la compañía lowcost estadounidense Southwest, que unía Puerto Rico con los EEUU, se presentaron 55 personas con diversos problemas de salud, 25 de ellas en sillas de ruedas. Todos fueron embarcados de manera prioritaria, justo después de los pasajeros que viajaban en Primera Clase y Business.
Curiosamente, a su llegada a los EEUU, tan solo 15 de los afectados requirieron este mismo servicio para desembarcar y abandonar el aeropuerto.
Lamentablemente, otros usuarios del transporte aéreo con muchísimos menos escrúpulos, no sólo utilizan esta táctica para esquivar una larga cola en los mostradores de facturación. sino que además se graban y publican en las redes todo el engaño, recomendando a los demás hacer lo mismo.
En este caso concreto, el pasajero al ver la larga cola que tenía que esperar antes de poder embarcar, simplemente se quitó un zapato y fingió una lesión en el pie.
Dado que este servicio es gratuito en la mayor parte de aeropuertos, aunque en los EEUU se sobreentiende que es necesario dejar una propina a la persona que se ha ocupado de llevar la silla de ruedas, su utilización, verdadera o ficticia, no implica ningún gasto a mayores para el usuario.
Mientras algunos abogan por la eliminación de los privilegios de embarque para todos los pasajeros en sillas de ruedas, otros mantienen que esto castigaría a los verdaderos afectados, simplemente por la falta de ética de unos pocos viajeros.
Lo único que parece claro en este asunto, es que efectivamente se están cometiendo abusos de manera reiterada, y es necesario que las autoridades competentes, o la propias aerolíneas, comiencen a tomar medidas al respecto.
El problema real, aparte del mayor grado de caradura de algunos, es que al extenderse esta práctica en los aeropuertos, se han producido muchas situaciones en las que no se dispone de suficientes sillas de ruedas para todas las personas que las solicitan.
En aeropuertos con miles de llegadas y salidas al día, que mueven millones de pasajeros de manera habitual, el stock de sillas de ruedas es ya en estos momentos uno de los mayores problemas para la gente que realmente las necesita.
O se comienza ya a implementar límites y restricciones a este servicio, o al final y como suele ocurrir casi siempre, acabarán pagando justos por pecadores.