La trampa de la clase Premium Economy

La nueva clase que están operando la gran mayoría de compañías aéreas en todo el mundo, es lo que literalmente se podría definir como el negocio perfecto.

Muy pocas aerolíneas quedan ya que no hayan decidido ofertar a sus pasajeros esta relativamente nueva opción para volar, y las que todavía no la tienen operativa, es precisamente porque están preparando su salida y la disposición de los asientos correspondientes en sus modelos de avión.

Es increíble como unos pocos centímetros más de espacio para las piernas y una pantalla algo más grande, pueden marcar la diferencia de una manera tan sorprendente.

La industria aérea ha descubierto, por fin, una manera de ganar mucho más dinero por la venta directa de un billete de avión, a cambio de tener que afrontar unos gastos que suponen una ínfima diferencia con respecto a los que tendrían que soportar con los asientos de la tarifa economy, la turista de toda la vida.

Para cualquier empresa de cualquiera sector, encontrar un producto que requiera una mínima inversión y que, sin embargo, pueda retribuir el doble o triple de su valor a la hora de la comercialización, es el auténtico y verdadero Santo Grial.

Pero para que esto funcione, son necesarias varias acciones previas. La primera sería directamente en los asientos de la clase economy, la más asequible, y la segunda va dirigida a los de Business, o primera, inalcanzables para la inmensa mayoría de pasajeros.

La paradoja radica en que los usuarios que vuelan con las tarifas más económicas ven como a cada momento sus asientos presentan menos espacio, sus pantallas de televisión son más pequeñas (si disponen de ellas), no pueden reclinar sus butacas y tienen que abonar cualquier servicio a mayores, como la comida o unos simples auriculares, inclusive una manta.

Por otro lado, aquellos que pueden disfrutar de la cabina business, ven todo lo contrario. Cada día disponen de mayores lujos y comodidades, que van desde camas, a enormes pantallas de televisión, servicio de asistencia personalizado, servicio de bar a bordo, o incluso duchas.

La cuestión radica en hacer creer al pasajero que abonando más dinero por su billete está obteniendo un producto mucho mejor al que tendría volando en la clase economy, normalmente dos o tres veces más barata que la Premium Economy, pero esta última bastante más económica que la business.

¿Pero están obteniendo realmente un «producto mucho mejor»?.

Para Seth Kaplan, de la revista Airline Weekly, ni los asientos de Premium Economy, ni la comida que se sirve a sus pasajeros, justifica el sobrecoste de la tarifa con respecto a los de economy.

De hecho, el mayor beneficio económico que se le puede sacar ahora mismo a las butacas de la cabina de cualquier avión, de cualquier compañía aérea, está en la sección destinada a la clase Premium Economy, y no en la Business.

Volando en primera clase sí existe una diferencia sustancial, tanto de asientos, como de servicio, comida, atención, etc. Todo eso lo paga el pasajero, pero también le cuesta a la aerolínea. Además, muchos de los usuarios que hacen uso de las cabinas más caras y lujosas, acceden a ellas a través de distintos programas de lealtad, puntos, ofertas corporativas, o upgrades.

Esto significa que la gran mayoría no están abonando realmente los precios de venta al público desorbitados que tienen los asientos más lujosos de esta sección de los aviones.

Para poner un ejemplo significativo, un vuelo entre Madrid y Bogotá, para la primera semana de Febrero del año que viene, tiene un precio de 630 euros con Iberia, con la tarifa economy.

Si queremos reservar en el mismo vuelo una plaza en la sección Premium Economy, tendríamos que abonar la friolera de 1.900 euros, esto es, más de 1.200 euros a mayores.

Si algún pasajero encuentra justificado abonar esa cantidad de dinero a cambio de tener más espacio para las piernas, o una pantalla más grande en el asiento, bienvenido sea.

Estamos hablando de 15 cm más de espacio entre filas, lo que equivaldría a pagar 80 euros por cada centímetro a mayores, con respecto a los asientos de economy.

En cuanto al resto de servicios, la comida no difiere demasiado a la que se puede obtener con las tarifas más baratas.

De hecho, insistimos una vez más en que la cabina de un avión no es precisamente el mejor lugar para hacer turismo gastronómico. Es bueno volver a recordar que nos encontramos a una presión que equivaldría a comer en la cima de una montaña de 2.500 metros, por lo que ni los vinos más refinados, ni las salsas más elaboradas, tienen el mismo sabor que a nivel de mar, o a una altura inferior.

Por otro lado, las amenities, esos «regalitos» que ofrecen las aerolíneas a sus pasajeros, tampoco justifican un sobrecoste tan exagerado de tarifa. Para muestra, un botón. Este es el obsequio que Iberia hace a sus pasajeros de Premium Economy.

Sin llegar a ser un gran crack de las compras, todo lo que contiene el kit de Iberia podría ser adquirido en cualquier tienda local de bajo coste por menos de 5 euros.

En cuanto al componente servicios, aquí sí hay muchos pasajeros dispuestos a dejarse un dineral a cambio de poder recibir los mismos.

Parece ridículo tener que volver a recordar esto, pero resulta que ningún avión va a despegar dejando a pasajeros en la sala de embarque (siempre que hayan llegado a su hora, claro).

El simple hecho de poder acceder al avión antes que la gran mayoría, provoca en determinados usuarios un placer especial, un sentimiento de exclusividad por el que vale la pena rascarse el bolsillo.

Quitando el caso de las compañías lowcost, donde sí puede tener cierta importancia poder entrar lo antes posible al avión (aunque cada vez menos, por las restricciones para el equipaje a bordo), lo cierto es que en cualquier otro caso el hecho de embarcar en el grupo A, o en el Z, carece de cualquier relevancia significativa.

Vamos a tener de todas maneras nuestro asiento esperando por nosotros, nadie nos lo va a quitar, por lo que sentarse 5 minutos antes que el resto, o 5 minutos después, a nuestro juicio tampoco justifica semejante desembolso de dinero.

Pero parece evidente que si se pueden sacar 1.200 euros a mayores por un asiento, a cambio de entregar al pasajero un kit que puede tener un coste neto para la aerolínea de un par de euros, un menú con un plato más que el de la sección economy, 15 centímetros más de espacio y el poder embarcar antes que el resto, miel sobre hojuelas.

Es más, podemos decir sin ningún temor a equivocarnos, que la clase Premium Economy es exactamente cómo se volaba en cualquier aerolínea en una ruta transoceánica, hace apenas 30 años.

Desde luego, tiene un enorme mérito comercial el coger un espacio tan confinado como la cabina de una avión y segmentarla de tal manera que dependiendo de la cantidad total que abones, podrás acceder a unos servicios u otros.

Pero a nadie se le escapa que volando en primera, premium, o turista, en caso de turbulencias tu asiento se va a mover igual que el resto, en caso de emergencia tienes que tomar exactamente las mismas medidas de protección que tus compañeros de las secciones  «más pobres», y en una hipotética situación de peligro, no se hacen distinciones entre los que vuelan en la parte más cara, o más barata del avión.

En definitiva, a partir de ya, las compañías aéreas están apelotonando un poco más a sus pasajeros de las tarifas más baratas, para poder dar cabida a más butacas Premium.

El poder obtener un beneficio tan grande, a cambio de una diferencia tan pequeña, es un plato al que no se puede resistir ninguna.

Tal y como comenta Andrew Nocella, responsable comercial de la aerolínea estadounidense United Airlines, el secreto radica en «conseguir el cálculo correcto para hacer la mejor distribución posible de asientos dentro de la cabina de cada avión. La compañía está ahora mismo determinando cuál es la mezcla ideal de butacas de las clases Economy, Premium Economy y Business, para poder obtener la mayor rentabilidad en cada vuelo».

Para Phil Capps, responsable del departamento de experiencia del cliente en Qantas, una de las compañías pioneras en adoptar las tarifas Premium Economy, esta nueva clase «funciona mucho mejor en los vuelos más largos, donde es más fácil ofertar productos de distintos niveles al cliente».

O dicho de otra manera, es menos complicado convencer a un pasajero para pagar 1.000 euros más por unos pocos centímetros a mayores, en los vuelos en los que va a tener que permanecer sentado durante más tiempo.

En definitiva, tal y como decíamos al comienzo de este post, se trata del negocio perfecto para las compañías aéreas, y una tentación complicada de evitar para determinados pasajeros.

Al final, todo es una cuestión de gustos y, por supuesto, de poder adquisitivo. Para algunos, todo se justifica en el momento del «paseillo», cuando se accede al avión bajo la atenta mirada del resto de pasajeros que miran preguntándose: «¿Por qué él entra primero y no yo…?».

Para otros, otra treta comercial más para poder sacar mucho dinero a mayores, convirtiendo en Premium algo que fue durante muchos años la manera de volar en prácticamente cualquier avión.

Igual que pasa con algunos programas de televisión, no tendremos que esperar mucho para encontrar incluso más segmentación, y no hay que descartar que en los próximos años aparezcan nuevas tarifas «Economy Premium Deluxe», «Economy Premium Gold», o «Economy Premium Comfort». Y si no, al tiempo…

p.s.: gracias a nuestro amigo Javi Abeal por facilitarnos las fotografías de su reciente viaje en la cabina Premium Economy de Iberia.

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