La WTTC deja al aire el fraude del turismo en España

A pesar de que desde diversos sectores profesionales del país es algo que llevamos repitiendo constantemente hace muchos años, parece que los organismos oficiales y administraciones estatales siguen empeñadas en ocultar la verdad.

El sector turístico español, el primero de todos por su importante aportación al PIB (190.090.000 millones de euros), en el que trabajan directa e indirectamente casi 3.200.000 personas, no sólo es equivalente al de algunos países tercermundistas, sino que además apenas repercute en la generación de riqueza y prosperidad de aquellas ubicaciones que reciben un mayor número de visitantes extranjeros.

Muy al contrario, la ciudades y destinos turísticos tocados con la varita de la popularidad, se han convertido en el sinónimo de la industria del bajo coste, con puestos de trabajo inestables, precarios y pésimamente remunerados.

Esto sin tener en cuenta el gravísimo daño que un turismo masivo, incontrolado, y no sostenible, causa en el medioambiente, tanto de los entornos naturales, como de muchas ciudades.

Mucha cantidad, nula calidad

Tanto las Comunidades Autónomas, cada una con una legislación propia en materia de turismo, como el Gobierno Central, basan su política turística en el «cuanto más, mejor».

Seguimos hablando de «buenos resultados» cada vez que aumenta el número de visitantes foráneos, sin tener en cuenta ni la calidad de los mismos, ni lo que estos aportan a las economías locales.

Una vez más, se vuelve a sacar pecho y a celebrar los resultados del pasado ejercicio, en el que nuestro país recibió a un total de 82.600.000 turistas, convirtiéndose en la segunda nación más visitada del planeta, sólo por detrás de Francia.

Sin embargo, tras la reciente publicación de un informe de la WTTC (Consejo Mundial de Viajes y Turismo) en el que se elabora el ranking de las ciudades que más dinero ingresan derivado del número de turistas que reciben, la gran falacia y fraude del turismo en nuestro país, ha quedado totalmente al descubierto.

Así como Francia, la nación más visitada del mundo, cuenta con su capital, París, como la segunda ciudad que más beneficios ingresa de los bolsillos de sus visitantes (31.786.000 millones de euros), hay que remontarse hasta el puesto 25 de este ranking para encontrar a la primera española, Barcelona, que sólo alcanza los 8.304.000 millones de euros.

La segunda ciudad española en este ranking, Madrid, se sitúa en el puesto 29, con un total de 6.964.000 millones de euros derivados del sector turístico.

Por si a alguien todavía le quedaba alguna duda al respecto, estos datos confirman la enorme precariedad del sector, la falta de un proyecto a largo plazo, viable, sostenible y realista, y la improvisación chapucera de todas las administraciones turísticas implicadas, que siguen empeñadas en traer al mayor número posible de visitantes foráneos.

El segundo país que recibe un mayor número de turistas de todo el mundo, no es capaz de meter una sola ciudad entre las 20 primeras de las que recaudan más dinero derivado de sus propios visitantes, algo verdaderamente significativo y al mismo tiempo enormemente preocupante.

El secreto del éxito

Evidentemente, y tal y como era de esperar, no se beneficia más del turismo el país que más visitantes recibe, sino el que sabe escoger a sus viajeros, y vender adecuadamente su producto.

La primera ciudad clasificada del ranking de la WTTC es Shangai, que el año pasado recaudó del turismo la cifra de 32.054.000 millones de euros.

Este puesto es muy significativo, pues es fruto no sólo de la cantidad de dinero que dejan en las arcas locales todos los extranjeros que visitan la ciudad, sino sobre todo y por encima de todo, del enorme volumen de visitantes domésticos (del mismo país), que deciden también pasar unos días en uno de los destinos más populares de China.

Exactamente la misma razón por la que ocupan los puestos 3 y 4 del ranking Pekin y Macao, respectivamente. La segunda también muy destacada al haberse convertido en el «Las Vegas» de China, capital del juego.

El 5 y 6 puestos del ranking están ocupados por Orlando, y la ciudad de Nueva York. La primera gracias al gigantesco negocio que genera la factoría Disney, algo similar a lo que también ocurre en París, y la segunda al estar considerada como la ciudad por excelencia, o como dicen algunos, «la capital del mundo».

Pero quizás, los puestos que más puedan sorprender a todos son precisamente los número 7 y 8, ocupados respectivamente por las urbes de Bangkok y Ciudad de México.

Tailandia tiene fama de ser un destino bastante económico, pero Bangkok se las ha arreglado para arañar a todos sus visitantes un total de 22.411.000 millones de euros, casi el cuádruple que la ciudad de Madrid.

Por su parte, Ciudad de México logró obtener de su turismo 21.964.000 millones de euros, casi el triple que Barcelona, cuando el número total de visitantes extranjeros que tuvo todo el país durante el 2018 tan solo llegó hasta los 31.500.000, frente a los 82.600.000 de España.

Toca preguntarse entonces cómo, con mucho menos de la mitad de turistas anuales que recibe nuestro país, la capital mexicana recauda casi el triple que la ciudad española mejor clasificada.

Persistiendo en el error

Actualmente, el Gobierno central se sigue empeñando en aumentar todavía más el número de turistas que viajan a nuestro país, sin importar en nada lo que estos puedan aportar a la economía nacional.

Para ello, han decidido que lo mejor es invertir ingentes cantidades de dinero para atraer al mercado Chino, que cuenta con un volumen potencial de más de mil millones de habitantes.

Mientras tanto, capitales europeas como París, Londres, o Roma, recaudan más del doble que las ciudades españolas más importantes turísticamente hablando, recibiendo un número de visitantes extranjeros muy inferior.

Como pollos sin cabeza, malvendiendo nuestro patrimonio al turismo más cutre de Centroeuropa, nos congratulamos de recibir a más de 80 millones de ciudadanos extranjeros al año, que dejan buena parte de los beneficios que generan fuera de nuestras fronteras, al comprar los viajes en su propio país, a sus propias agencias, y con sus propias aerolíneas.

Un mercado que no controlamos, ni depende de nosotros, tal y como se pudo ver tras la quiebra de Thomas Cook.

En definitiva, un mercado ficticio, con un volumen exagerado de visitantes, que vienen ya con su paquete comprado, viajan en sus compañías aéreas y apenas generan gasto en los destinos en los que acaban recalando.

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