Pongámonos en situación: en el siglo pasado y con una diferencia de apenas 50 años, el ser humano pasó de volar en aeronaves fabricadas de cartón y madera, a conquistar el espacio y llegar hasta la Luna.
La evolución de la industria aeronáutica ha sido tal, que si cualquiera de nosotros pudiésemos mantener una conversación con un pasajero de los años 70, 80, ó 90, no nos creería una sola palabra relacionada con las comodidades y modernidades de los aviones que estamos disfrutando en la actualidad.
Podríamos hablarle de las duchas a bordo, los bares, las pantallas de televisión en cada asiento, el wifi, etc etc etc. Ahora, si nos preguntase por el tiempo que nos lleva volar de una ciudad a otra, tendríamos que reconocer que hoy en día se tarda bastante más que hace 10 ó 20 años.
Pero, ¿es esto cierto?. ¿Cómo es posible que pudiendo viajar en aparatos de ultimísima generación tardemos más tiempo en volar de un punto a otro?. La respuesta es que se trata tan solo de puro marketing y técnicas de venta, algo que las compañías aéreas utilizan hoy en día para atraer a sus clientes y evitarse problemas.
Si tomamos la media de los tiempos de vuelo publicados durante los últimos 25 años para la ruta Madrid-Barcelona, podremos entender perfectamente el engaño al que nos están sometiendo la gran mayoría de compañías aéreas que operan la misma.
Entre los años 1996 y 2000, prácticamente todas las aerolíneas publicaban un tiempo de vuelo para llegar desde el aeropuerto madrileño de Barajas al de El Prat, en Barcelona, de entre 50 minutos a 1 hora.
Curiosamente, entre los años 2001 y 2010, esa misma ruta se anunciaba con un tiempo de vuelo de 1 hora y 10 minutos.
Pero lo bueno empieza a partir del año 2011, en el que la ruta Madrid-Barcelona comienza a comercializarse con un tiempo estimado de viaje de 1 hora y 20 minutos.
Es decir, en algo más de 20 años se ha incrementado el tiempo de vuelo en media hora, lo que es una auténtica barbaridad.
Desde algunos sectores se han defendido estos tiempos alegando la mayor congestión del espacio aéreo, lo cual roza la ridiculez. De hecho, dar un tiempo estimado de vuelo para llegar desde Madrid a Barcelona de 50 minutos, o incluso de 1 hora, ya es bastante generoso y contempla posibles esperas o retrasos en la aproximación.
Y no vamos a explayarnos aquí con cálculos más complicados, pero cualquier Airbus de la familia A320, volando como muy poco a una velocidad media de 600 km/h, necesitaría poco más de 40 minutos para cubrir el trayecto.
De todas formas y ante la creciente mala costumbre que están teniendo prácticamente todas las aerolíneas de aumentar sus tiempos de vuelo de forma indiscriminada, la consultora aérea OAG ha decidido dar a conocer los resultados de un estudio realizado sobre este asunto, el cual ha sido publicado recientemente en el Reino Unido.
Según las conclusiones del mismo, las aerolíneas quieren esgrimir ante sus clientes su estupenda puntualidad, la cual no es más que el fruto de múltiples trampas y engaños. Por otro lado, también es una estupenda manera de evitar el abono de indemnizaciones por retrasos.
Para poder ponerse la medalla de compañías puntuales, lo que se hace es alterar las reglas básicas del juego, siempre en beneficio de la empresa.
No hace demasiados años, la puntualidad de un avión se calculaba en relación a su hora prevista de salida, la real de despegue, la prevista de llegada y la de aterrizaje, pero esto dejaba a muchas con el trasero al aire, por lo que de manera disimulada y sin conocimiento del gran público, se cambiaron los tiempos de medida.
Actualmente, la OTP (On Time Perfomance) considera 15 minutos de retraso equivalentes a llegar en hora. Esto quiere decir que, para empezar, las aerolíneas ya tienen un margen «gratis» de 15 minutos que no les van a penalizar en sus registros.
Además de esto, la hora de salida ya no contabiliza desde que se retiran los calzos del avión (los topes que se instalan entre las ruedas para evitar que se pueda mover), sino desde el momento en el que este empieza a moverse a una velocidad superior a los 3 nudos.
Por otro lado, y justo al contrario de cómo debería ser, la hora de llegada corresponde al momento en el que el piloto al mando activa el freno de parking del avión, esto es, normalmente a su llegada a la puerta de la terminal.
Y creemos que esto es un gran error, porque en muchos casos sí hay que reconocer que aterrizar en determinados aeropuertos y alcanzar la terminal puede conllevar un gran tiempo de rodaje a través de las pistas del mismo, el cual es injusto que se atribuya a la aerolínea en cuestión.
Pero para despejar todas las dudas posibles sobre el tema, OAG decidió investigar los tiempos de vuelo entre rutas internacionales y transatlánticas, en las cuales no existe congestión de tráfico aéreo para poder alegar como una excusa.
Para ello, se tomó como referencia uno de los trayectos más clásicos de la historia de la aviación comercial, la ruta entre Londres y Nueva York.
Sin irnos demasiado lejos y para poder obtener referencias realistas, se confirmó que desde el año 1996 la gran mayoría de compañías aéreas que operaban esta ruta le estaban dando un tiempo estimado de vuelo equivalente a 7 horas y 30 minutos.
Actualmente, un buen número de aerolíneas informan a sus pasajeros de un tiempo de vuelo de 8 horas y 30 minutos. Es decir, después de más de 20 años, el sector aéreo, uno de los más avanzados que existen, tarda 1 hora más en cubrir el viaje aéreo entre Londres y Nueva York.
Pero da lo mismo la ruta que se mire, en prácticamente todas pasa exactamente lo mismo.
El vuelo clásico del Verano entre el aeropuerto londinense de Gatwick y el de Palma de Mallorca, en el año 1996 estaba estimado en 2 horas. Ahora mismo, se comercializa con una duración de 2 horas y 30 minutos, o incluso más.
El porqué de todo esto es muy evidente, para quien lo quiera ver. Es cierto que los aviones son cada vez más eficientes, pero también es cierto que las aerolíneas son cada día más ineficientes.
Los retrasos y las cancelaciones son el pan nuestro de cada día, sobre todo durante el Verano, estación en la que muchas vulneran sin el menor problema los derechos más básicos de sus pasajeros.
Si, además, tomamos en consideración las indemnizaciones que estas tienen que abonar a sus clientes en caso de retraso, es bastante probable empezar a entender el porqué de este interés en aumentar los tiempos de cada viaje.
Lo peor de todo es que parece que el sector aéreo sigue funcionando de manera autónoma e impune, sin mayor control de las autoridades.
Todos sabemos que no hay problema si se llega a una sala de cine con 15 minutos de retraso. Nadie te va a impedir la entrada, ni la empresa ha vendido tu asiento a otra persona. Es más, lo probable es que te hayas ahorrado un montón de anuncios y todavía no haya ni empezado la película.
Ahora, prueba a llegar 15 minutos tarde al embarque de tu avión. Olvídate de cualquier tipo de consideración o privilegio, porque estás en un buen lío. Si el mismo caso lo aplicamos a la aerolínea, no pasa nada de nada, así salga 15, 30, 45, ó 60 minutos tarde.
Además, si para poder hacer luego campañas de publicidad anunciando su gran puntualidad se van dejando «colchones» horarios de 15 ó 30 minutos en cada vuelo, entonces apaga y vámonos.
Nos lo podemos hacer, pero no somos tontos.