De nuevo, un año más, las redes rebosan de comentarios sobre quiénes son los peores turistas del mundo, y de nuevo la primera posición en el supuesto ranking se la llevan los viajeros chinos, lo cual no deja de ser una muy curiosa paradoja.
A pesar de la pésima reputación que han «conseguido» labrarse alrededor del planeta, no hay país que no tenga como gran objetivo turístico el atraer la demanda que viene de China, que con sus más de 130 millones de turistas anuales conforma un mercado apetecible para cualquiera.
Quizás en esas inmensas cifras se esconda la razón por la cual estos turistas son criticados duramente año tras año, ya que al final podría decirse que sólo un pequeño porcentaje de los mismos es el que acaba causando problemas de cierta relevancia. Lo que pasa es que un pequeño porcentaje de 130 millones sigue siendo una cifra enorme.
Las quejas más comunes hacen referencia a ciertos comportamientos poco respetuosos o agresivos a la hora de realizar trámites normales, como la facturación de maletas en los aeropuertos, que en ocasiones acaban en auténticas trifulcas.
Por otro lado, también se han comentado mucho ciertas costumbres que se alejan bastante de lo que conocemos como el tradicional respeto y educación de la cultura china. En concreto, el año pasado fue muy criticado el comportamiento de miles de turistas en el nuevo Disneyland de Shanghai, donde se accedía sin problema a áreas no permitidas, orinaba en público y muchos adultos se colocaban en las primeras filas de los espectáculos sin dar preferencia a los niños. Puedes ver el vídeo haciendo click en este enlace.
También pasaron a la historia las imágenes de la familia china que decidió cocinar su comida en la sala de espera del aeropuerto de Hong Kong, mientras aguardaban la salida de su vuelo. Para ello utilizaron un pequeño hornillo en el que calentaron todos los ingredientes.
Sin embargo, uno de los mayores problemas lo sufrió la universidad tailandesa de Chiang Mai. A consecuencia del inusitado éxito televisivo en China de un reality titulado «Perdidos en Tailandia», miles de visitantes chinos acudían en masa a este campus, en el que se grababa el mismo.
La consecuencia fue que muchos de estos turistas acamparon en los bonitos jardines universitarios, inundaron la cafetería echando a los propios estudiantes, y lo que fue mucho peor, interrumpían las clases para tomar fotos o colarse en ellas.
A día de hoy, varios voluntarios que hablan en chino mandarín se dedican a guiar a los turistas en excursiones organizadas y dentro de un autobús, no permiténdose las visitas libres.
También se hizo viral el año pasado el vídeo en el cual otro turista que visitaba las cuevas de Tongren, en China, derribaba a patadas una estalagmita con una antigüedad estimada de 10 millones de años, y simplemente porque quería comprobar su resistencia. Puedes ver el vídeo haciendo click en este enlace.
Sin embargo, aunque los españoles no alcanzamos todavía los puestos «privilegiados» de este tipo de pseudo rankings, tampoco nos libramos de ellos.
En concreto, la queja más generalizada hace referencia a nuestra tendencia a intentar hacer chistes en cualquier lugar, o lo que es lo mismo, a tomarnos todo a broma estemos donde estemos.
Para Turama, sin embargo, el episodio más vergonzoso protagonizado el año pasado en nuestro país y que dió la vuelta al mundo, ocurría en la localidad de Mojácar, provincia de Almería.
En Agosto del año pasado un delfín bebé separado de su madre acababa recalando en la costa de esta localidad, lo cual fue aprovechado por los turistas para írselo pasando de mano en mano con el fin de hacer los correspondientes selfies.
Cuando por fin se decidieron a devolverlo al mar, el pobre animal ya había fallecido víctima del estrés causado, en un avergonzante episodio de ignorancia supina.
De hecho, esta moda de los selfies ha causado ya bastantes desgracias entre turistas de todo el mundo. Quitando los episodios más graves a los que no vamos a hacer referencia aquí, nos quedamos con estos, ocurridos hace pocos meses:
La familia inglesa que pensó que era una buena idea sacar una foto a su bebé metido en un artefacto de 800 años de antigüedad, situado en Prittlewell Priory, a las afueras de Londres, causando daños de importancia en el mismo.
La turista que intentó sacarse un selfie en la exposición «Infinity Mirrors», en Washington D.C., dañando una de las piezas expuestas, valorada en 800.000 dólares y que causó el cierre durante 3 días de toda la exhibición.
Otra turista que con la misma intención de retratarse ante las piezas expuestas en la exposición «Hypercaine», en Los Angeles, provocó la caída en serie de varios pedestales, con el resultado final de daños valorados en 200.000 dólares.
Y no nos podemos olvidar de los dos turistas estadounidenses arrestados en Tailandia por hacerse una foto desnudos en el templo de Wat Arun. La imagen iba a ser incluída en la colección de Instagram titulada «Culos Viajeros» (Traveling Butts), pero al final les costó una visita a la cárcel, la correspondiente multa y una prohibición de por vida para volver a pisar suelo tailandés.
En fin, no nos creemos mucho esto de categorizar a la gente por su país de origen, pero con la excepción de la muerte de animales indefensos, al menos nos hemos reído un rato largo.