Hace unos pocos días nos hacíamos eco de las palabras del CEO y máximo responsable de Delta Airlines, Ed Bastian, haciendo referencia a las dificultades por las que están pasando muchas compañías aéreas de bajo coste desde la subida del precio del combustible.
Bastian comentaba el peligro que supone para ciertos tipos de negocio el ofertar un precio de billete calculado a la milésima, sobre todo cuando aparecen factores externos que obligan a subir las tarifas, o a perder dinero.
En todo caso, hay que recordar que actualmente disfrutamos de la oferta de billetes de avión más asequibles de la historia del sector. La pregunta es: ¿Hasta cuánto más pueden bajar los precios?.
Si echamos la vista atrás unos cuantos años y vemos la comparativa entre cuánto costaba volar ciertas rutas y su precio actual, muchos seguro que se echarán las manos a la cabeza.
Año 1955. New York – París (sólo ida) 6.595,10.-eur. Tarifa TWA. Hoy 248,48.-eur
Año 1962. New York – Londres (sólo ida) 3.195,88.-eur. Tarifa KLM. Hoy 287,32.-eur
Año 1985. Los Angeles – Londres (sólo ida) 1.279,10.-eur. Tarifa PanAm. Hoy 414,95.-eur
Año 1990. Londres – Sydney (ida y vuelta) 2.450,93.-eur. Tarifa BA. Hoy 781,98.-eur
También es cierto que durante la «era dorada» de la aviación se solía recibir a todos los pasajeros con Champagne, había sitio suficiente para abatir los asientos y descansar cómodamente sin castigar las rodillas, y la comida se servía en platos de porcelana, acompañados de cubertería personalizada por la aerolínea.
Sin embargo, la tecnología aérea todavía estaba en pañales, los pasajeros respiraban muchas veces los vapores tóxicos que emanaban de los motores y en viajes largos los mareos e indisposiciones eran totalmente normales.
El ratio de accidentes con víctimas mortales también era elevadísimo, en comparación con hoy en día, y el turismo aéreo estaba reservado sólo para las clases más pudientes.
Exactamente igual que ocurría hace muy pocos años, a finales de los 70 aparecía un conocido empresario que asaltaba por sorpresa el sector aéreo, Freddie Laker. Su ocurrencia consistió en fundar una compañía aérea que operaba vuelos trasatlánticos por una décima parte del precio que estaba ofertando la competencia.
Laker Airways volaba entre los EEUU y el Reino Unido por apenas 120 dólares de la época, algo más de 100 euros, lo que hizo que miles de pasajeros colapsasen el servicio de reservas comprando billetes.
Su compañía reinó durante 5 años, que fue exactamente lo que tardó Freddie Laker en reconocer que no había manera de sostener el negocio cobrando semejantes tarifas, por lo que se vio obligado a echar el cierre y terminar su aventura empresarial.
Actualmente, compañías como WOW, Norwegian, Joon, Wizz, Primera o incluso Level (que a día de hoy sigue siendo sólo una marca), vuelan sobre el Atlántico con los que afirman ser los precios más reducidos del mercado, contando con el respaldo y aprobación de cientos de miles de pasajeros que pueden volar a destinos que antes ni siquiera se atrevían a soñar.
La otra cara de la moneda es ver cómo año tras año sus tarifas son cada vez menos económicas, y lejos quedan aquellas primeras ofertas para cruzar el charco por menos de 100 euros.
Además, tanto Norwegian, como Joon o Level, a día de hoy no han podido demostrar la viabilidad del negocio y siguen pendientes de empezar a obtener beneficios, aunque todas ellas ya llevan más de un año operando.
El problema principal es que los pasajeros ya se han acostumbrado a volar por muy poco dinero, por lo que subir las tarifas de los billetes es casi como firmar una sentencia de muerte para un futuro muy próximo.
La solución a este problema la tiene Skúli Mogensen, CEO y máximo responsable de WOW Air. Para Mogensen, las tarifas de los billetes de avión pueden seguir bajando hasta llegar a cero.
Entonces, ¿cómo es posible mantener una compañía aérea con billetes a cero euros?. La respuesta está en esa palabra tan de moda en la actualidad: Ancillaries.
Los Ancillaries son todo ese conjunto de extras que se cobran y tarifican a mayores del precio del billete, esto es, por ejemplo, la posibilidad de reservar un asiento determinado dentro de la cabina, el comprar la comida a bordo, el poder facturar una maleta, disponer de wifi o entretenimiento durante el vuelo, etc, etc, etc…
En la era de internet, el pasajero se ve irremediablemente atraído por los precios que puede conseguir en la red, pero muy pocos se paran a pensar qué hay detrás de algunas tarifas. Muchos son los que adquieren billetes por importes casi irrisorios y luego acaban gastando incluso más en comerse un bocadillo dentro del avión, o pagando una conexión a internet en vuelo a precios desorbitados.
Para Mogensen, el futuro de la aviación comercial nos lleva exactamente hasta ese punto: volar por cero euros, pero pagando multitud de «extras». De esta manera, se evita que el pasajero vea el precio final de lo que le cuesta volar en avión, ya que él va decidiendo a medida que hace la reserva lo que le interesa incluir en el billete y lo que no.
En vez de cerrar un precio final con una serie de conceptos incluidos dentro del mismo, el pasajero irá diseñando su propia tarifa hasta la medida de sus posibilidades, lo que siempre le dará la sensación de estar volando al mejor precio posible.
Mientras tanto llegamos hasta ese día, las compañías aéreas seguirán reduciendo el espacio entre asientos y metiendo cada vez a más pasajeros dentro del avión. Los aviones de 4 motores se irán extinguiendo y darán paso a los bimotores capaces de cruzar océanos consumiendo mucho menos combustible.
Incluso ya se está barajando muy en serio la posibilidad de volar de pie, algo que ya fue insinuado en su día por del CEO de Ryanair, incluso de cobrar por utilizar el baño, quitar los reposabrazos a los asientos, o utilizar los servicios de un solo piloto en cada vuelo. Todo para ahorrar lo máximo posible y sacar la mayor rentabilidad a cada «salto».
De hecho, la aerolínea irlandesa de bajo coste Ryanair, es la que oferta las tarifas más bajas del mercado, seguida por EasyJet, FlyBe y la española Vueling.
Ahora, en el momento en el que surge cualquier incidencia, es bueno saber quiénes son las compañías aéreas más problemáticas a la hora de dar una solución, que son precisamente las cuatro que acabamos de nombrar.
Billetes bajos, es cierto, pero a costa de prescindir muchas veces del número correcto de empleados para desempeñar una labor, y pagar a estos los sueldos más bajos del sector.
Las compañías aéreas se han convertido en las empresas más reclamadas por los consumidores, por lo que no es ninguna casualidad que este hecho coincida con la época de las tarifas más bajas que se hayan ofertado nunca.
Quizás, hace muchos años, cuando a alguien se le había ocurrido aquella frase que decía «a veces, lo barato sale caro», no se podía haber imaginado que hoy en día iba a tener una tan buena aplicación.
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