RYANAIR: "¡DEJAR DE QUEJAROS!"

Con esa respuesta contundente respondía el CEO de Ryanair, Michael O´Leary, a múltiples acusaciones recibidas en directo durante una entrevista realizada ayer mismo en un programa de radio de la cadena irlandesa RTE Radio1, conocido como «Liveline».

Los oyentes comenzaron a llamar al programa durante la emisión del mismo, con el fin de echar en cara a O´Leary algunas de las prácticas que han hecho que su aerolínea se haya encumbrado en el reino de las low cost. El máximo responsable de Ryanair no se caracteriza precisamente por su comedido lenguaje, y ya en varias ocasiones ha tenido que pedir perdón, o suavizar comentarios especialmente fuera de tono.

Lejos de mostrarse preocupado o dolido por las quejas de algunos de sus usuarios, O´Leary volvió a cargar contra estos, apelando a los bajos precios que estaba ofertando para «democratizar» el turismo aéreo, lo cual ha convertido a Ryanair en un ejemplo a seguir para muchas otras aerolíneas.

Las quejas principales de los oyentes se basaron en la política de la compañía que fomenta la compra de reserva de asientos. Hace poco más de un mes la prestigiosa cadena de televisión británica BBC dedicaba uno de sus programas más reputados, Whatchdog, a investigar esta práctica, que consiste en separar de manera deliberada a todos los miembros de una misma reserva con el fin de obligarlos a pagar el extra correspondiente para poder volar juntos.

Compañías como Iberia o Level también se han apuntado a este tipo de estrategias, lo que les ha valido innumerables quejas de sus pasajeros, ya que hasta no hace demasiado tiempo quien no abonaba ese extra no tenía derecho a escoger asiento y era situado de manera aleatoria en cualquier parte de la cabina, pero siempre junto al resto de acompañantes que componían la misma reserva.

O´Leary se defendió de estas acusaciones de una manera que delata su origen e influencia Celta, indicando que el algoritmo que gestiona la reserva de billetes por internet no está  programado para separar a los pasajeros, «pero tampoco para hacer lo contrario…». Es decir, no los separa, pero tampoco los junta, lo cual va a pasar a formar parte en breve del conjunto de paradigmas no resultos a día de hoy por la humanidad.

Sin embargo, esta vez y sin que sirva de precedente (no es Turama precisamente un defensor de Ryanair…) tenemos que dar parte de la razón a O´Leary.

No os preocupéis, no estamos enfermos ni nos ha poseído el espíritu milenial low cost, pero tampoco vemos medianamente razonable que aquellos que deciden volar con esta aerolínea, al igual que con otras compañías de bajo coste, pretendan obtener los precios más económicos del mercado y el mejor servicio al cliente al mismo tiempo.

Sí veríamos estas quejas más razonables si se tratase de pasajeros de aerolíneas tradicionales, también llamadas full service, como Iberia, ya que el precio de sus billetes es muy superior a los de su competencia de bajo coste, lo cual debería conllevar una serie de ventajas añadidas, como la susodicha posibilidad de escoger el asiento.

Ryanair, igual que sus homólogas, obtiene un porcentaje muy importante de sus ingresos de lo que se denomina como «ancillary», que no es otra cosa que los extras que hay que abonar a mayores del precio propio del billete de avión.

En concreto, el año pasado Ryanair obtuvo casi el 30% de sus ganancias totales de este concepto, justamente un 26,8%, lo que la convierte en la quinta aerolínea a nivel mundial que depende más de este tipo de ingresos para poder obtener beneficios económicos.

En lo que se refiere a ingresos, Ryanair ganó durante el año pasado 1.600 millones de euros sólo con los extras, incluída la venta de seguros de viaje y alquiler de vehículos, lo que la convierte en la sexta compañía del mundo que obtiene más dinero por estos conceptos. Su principal competidora, EasyJet, obtuvo alrededor de 1.000 millones durante el mismo período de tiempo.

Tal y como declaraba hace unos días el CEO de la aerolínea de bajo coste islandesa WOW, Skúli Mogensen, a la revista Bussines Insider: «en poco tiempo se acabará pagando a los pasajeros para que vuelen en cada aerolínea», lo que confirma que el precio original del billete de avión está pasando a un segundo plano.

De acuerdo con las declaraciones del máximo responsable de WOW, rival directa de Level y Norwegian en el aeropuerto de Barcelona, en un futuro próximo lo único que va a importar a las compañías aéreas es conseguir que el pasajero entre en el avión. A partir de ese momento dependerá de cada una conseguir sacarle la mayor cantidad de dinero posible, hasta llegar a lograr que los beneficios finales anuales se basen más en los extras abonados a bordo, que en el precio de los billetes vendidos.

Ese es el gran reto de las compañías aéreas de bajo coste, y probabablemente de toda la industria aérea civil para los próximos años: ofertar al pasajero un vuelo totalmente a la carta, donde el precio del billete sea simplemente el «cebo» con el cual captar la atención del cliente potencial, al que se le ofrecerán a posteriori un sinfín de extras a mayores que marcarán la diferencia sobre la experiencia final del cliente.

Ryanair no sólo está sentando cátedra en el asunto de la reserva algorítmica de asientos, también lo está haciendo con otras tantas prácticas que, poco a poco, están siendo adoptadas por la mayor parte de la competencia.

Una de las más conocidas, y a la vez criticadas, es la de cobrar 40 € a aquel pasajero que no lleve al aeropuerto su tarjeta de embarque impresa desde casa. Esta estrategia generadora de ingresos extra ya ha sido condenada judicialmente en diversas ocasiones por tribunales de Madrid o Barcelona, entre otros, declarándola ilegal e indicando que dicho importe no se corresponde con los gastos reales que tiene que afrontar la aerolínea para imprimirla en sus instalaciones.

A pesar de este tipo de resoluciones judiciales, Ryanair ha optado por mantener esta norma, a sabiendas de que son muy pocos aquellos que deciden interponer una reclamación judicial en contra de la aerolínea por este mismo concepto. De hecho, O´Leary declaró en público, al ser preguntado por qué consentía esta práctica, que si el pasajero era «tan tonto como para no llevar su tarjeta de embarque impresa, merece pagar los 40 €».

Otro de los conceptos por los que Ryanair, y la mayoría de aerolíneas de bajo coste, obtiene un mayor número de ingresos es por la facturación de equipaje. Facturar una maleta puede tener un coste de entre 15 ó 60 euros en la compañía, dependiendo del peso.

Sin embargo, a mayores de todo lo que ya se ha nombrado aquí, pocas «innovaciones» más se pueden implementar en vuelos lowcost de corto recorrido. El verdadero filón se encuentra actualmente en los vuelos intercontinentales de bajo coste.

El milenial, persona a la que va dirigida todas las campañas de marketing de la inmensa mayoría de aerolíneas en la actualidad, se ha acostumbrado a volar con muy poco equipaje, en un espacio muy reducido, y sin la necesidad de comer o beber durante todo el trayecto. Esto significa que está dispuesto a acogerse simplemente a un billete económico y renuncia a abonar cualquier otro extra por servicios a mayores.

Sin embargo, esta costumbre cambia en los vuelos de lardo recorrido.

Cuando hablamos de desplazamientos de más de 8 horas, la gran mayoría, es probable que el pasajero quiera beber o comer, lo que significa que tendrá que pagar a mayores por ello, incluso si se trata de un vaso de agua, que tampoco se sirve de manera gratuita.

Además, durante el viaje necesitará dormir y casi con total seguridad querrá hacerse con una manta, que también se cobra a parte. Por supuesto, el entretenimiento a bordo también es fuente de ingresos extra, así como la conexión a internet o incluso el poder llevar equipaje de mano en cabina.

O´Leary, muy interesado en plantar cara también en los desplazamientos de largo recorrido, ya intentó en su día hacerse con la compañía AirLingus, lo cual finalmente no consiguió y acabó comprando el grupo IAG, en el que  también se encuentra Iberia.

Ahora, el objetivo del responsable de Ryanair es la casi difunta Alitalia, sobre la cual ha mostrado gran interés para hacerse con su flota, hubs, y slots en los principales aeropuertos italianos.

Con la adquisición de Alitalia O´Leary se haría con una flota a mayores de 101 aeronaves, de las que 14 corresponden al modelo Airbus A330 y 11 al Boeing 777, ideales para realizar los desplazamientos de mayor distancia. Además, 72 aviones de la familia de corto alcance Airbus A320 le servirían para dominar el espacio aéreo prácticamente sin rival que le hiciese sombra.

Sin embargo, precisamente la filosofía laboral de O´Leary es el impedimento más grande que va a tener para conseguir su propósito. Dado que es una operación que finalmente tendrá que ser aprobada a nivel gubernamental, así como por los propios accionistas de la compañía y también sus sindicatos, es complicado que pueda mantener algunas de sus prácticas en el caso italiano.

Para empezar, O´Leary no reconoce sindicatos. En Ryanair no se producen huelgas ni reivindicaciones laborales, ya que el único organismo que supuestamente recoge y defiende los intereses de los trabajadores es el que ha creado y organizado el propio O´Leary.

Por otro lado, el CEO de Ryanair no es favorable a la firma de contratos para los empleados que ganan más dinero, esto es la mayoría de los pilotos. Ryanair suele utilizar los servicios de un gran broker que se encarga de formalizar el compromiso laboral, y la aerolínea lo que hace es un contrato de servicios con este broker, por lo que no retiene grandes sueldos en plantilla y puede deshacerse de ellos a discreción cuando le plazca.

Esta práctica también está siendo copiada, cada vez más, por múltiples compañías aéreas.

Además, otro tipo de ingresos extra derivados de la propia formación de aquellos que quieren formar parte de la empresa, a los que se les obliga a abonar sus cursos de preparación a la misma, o incluso la compra de los uniformes que tienen que vestir, son muy mal vistas en el país alpino.

Sin ir más lejos, Iberia ya ha hecho suya una de estas costumbres y está cobrando cerca de 2.000 € a aquellos que quieran acceder a formar parte de la compañía como tripulantes de cabina, en concepto de cursos de formación.

O´Leary ha declarado que sólo se hará con Alitalia si puede conseguir, como mínimo, el 51% de sus acciones, lo que significa que podría hacer y deshacer a su total antojo sin autorización de otros propietarios.

Además, también ha manifestado que crearía una empresa nueva independiente de RyanAir. Desconocemos hasta que punto esta última información puede ser verídica, ya que el Brexit está a la vuelta de la esquina y a O´Leary le interesa mucho estar operando un Certificado de Operador Aéreo Europeo, razón por la que lleva tiempo recomprando las acciones de su compañía que están en manos de inversores británicos.

Lo que parece claro es el futuro inminente que nos espera en el sector aéreo: una probable bajada general del precio de los billetes, que vendrá acompañada de una importante restricción de los servicios a mayores, que tendrán que ser abonados como un extra. Todo esto conjuntamente con unas peores condiciones laborales para los empleados de las compañías aéreas.

Por esta razón, a partir de ya es necesario prestar una especial atención a qué se compra y a qué da derecho, con el fin de evitar graves disgustos. Queremos poner como ejemplo el caso de un usuario de Turama que nos remitió la documentación del viaje que realizó con Level desde Argentina hasta Barcelona.

Este usuario reservó su billete mediante una apliación muy conocida de la red, y abonó la cantidad de 3.592 dólares por el trayecto para dos personas. Importe no demasiado lowcost.

La cuestión es que dicho buscador utilizó dos tarifas distintas para llegar al precio final. En el vuelo de ida ambos pasajeros pudieron facturar sus maletas sin problema, y recibieron las comidas correspondientes a bordo. Pero en el vuelo de regreso a Argentina se encontraron con la desagradable sorpresa de que eran los titulares de una reserva en la tarifa más básica, por lo que tuvieron que abonar en el mismo aeropuerto a mayores la cantidad de 200 € para poder facturar el mismo equipaje que habían traído.

Lo más sangrante es que este pasajero, tal y como nos ha demostrado, es titular de una tarjeta platino de Iberia.

Volar más barato sí, parece evidente, pero cuidado con la letra pequeña. Las aerolíneas, igual que las compañías telefónicas, están actuando de todas las maneras posibles para intetar exprimir a su cliente, atraído por unos precios más bajos.

Mucho ojo.

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