Ryanair le ha visto las orejas al lobo, y lógicamente se ha asustado.
Lo cierto es que el panorama del sector aéreo en Europa empieza a ser desolador, y realmente muy preocupante.
Apenas llevamos 1 mes y medio de este 2019 y ya hemos dicho adiós a 3 compañías aéreas: Joon (con apenas un año de antigüedad), Germania y Flybmi. Lo peor, es que otras tantas se han salvado in extremis, de momento, de seguir el mismo camino, al haber encontrado algún medio de financiación en el último minuto.
Lo realmente inédito es que la lowcost irlandesa haya perdido en el tercer cuatrimestre del pasado año, un total de 20 millones de euros. Cuando hasta Ryanair pierde dinero, es que algo muy grave está ocurriendo.
Sin embargo, lo cierto es que nos estamos moviendo en unas cifras bastante similares a las de otros años.
Si bien el enorme cataclismo que se produjo durante el 2008, en el cual echaron el cierre hasta 61 aerolíneas, esto es, una media de más de 5 compañías aéreas al mes, todavía nos queda bastante lejos, 10 años después, durante el 2018, tuvimos que despedirnos de otras 15.
Más o menos, la media se mueve entre esos números, ya que en el 2015 fueron 14 las compañías que nos dejaron, en el 2016 cayeron 11, y en el 2017 nos dijeron adiós otras 10.
Lo peor de este asunto es que durante este 2019 hay circunstancias extraordinarias que están contribuyendo a una precipitación más rápida de los acontecimientos negativos: por un lado, un Brexit absolutamente absurdo e inexplicable, que finalmente acabará perjudicando a todas las partes implicadas. Por otro, una renovación a nivel mundial de la flota aérea, que obliga a aumentar la contratación de pilotos, siendo las aerolíneas más pequeñas las que están viendo salir a más profesionales, sin poder igualar el salario que se les ofrece desde las más grandes.
Lo más curioso, es que todo esto está ocurriendo cuando el precio del combustible se encuentra estabilizado en un nivel bastante asequible para la gran mayoría de aerolíneas. ¿Qué puede pasar en el momento que suba su importe?.
Los directivos de Ryanair siempre se han caracterizado por algo muy importante en este sector: la proactividad. Esto quiere decir que no esperan a que los acontecimientos les lleguen a afectar, sino que intentan adelantarse en la medida de lo posible a estos, con el fin de que cuando se levante el tsunami, se encuentren suficientemente preparados.
Y para ello se han fijado en una de las incógnitas más sorprendentes del sector aéreo en Europa: el grupo IAG.
Este compendio de aerolíneas (British Airways, Iberia, Vueling y Aer Lingus) se caracteriza por un sorprendente poder económico, que no viene directamente de la popularidad de ninguna de ellas.
British Airways va a celebrar su centenario en el que probablemente podría ser uno de los peores años de su historia. Iberia se mueve en el sector sin pena ni gloria, creando más broncas y polémicas que cualquier otra cosa, y de Vueling ya no esperamos nada bueno en un futuro próximo.
Aer Lingus, la más pequeña del grupo IAG, es la única que apenas hace ruido, y además sigue creciendo a un ritmo aceptable.
Pues a pesar de contar con una tropa de compañías tan sumamente torpes como las descritas, parece que lo único que le sobra a IAG es el dinero.
Así que tanto O´Leary, como el resto de directivos de Ryanair, se han dedicado a estudiar meticulosamente el funcionamiento del grupo inglés, para intentar averiguar el secreto de su «no éxito», que les permite seguir operando sin apenas ningún problema financiero.
Y, finalmente, parece que han llegado a una conclusión: la estructura del grupo IAG es la columna vertebral que permite seguir en pie al mismo.
Efectivamente, el hecho de tener a varias aerolíneas dentro del mismo grupo compitiendo entre ellas, consigue que todas sean más eficientes, lo que no ocurriría si estuviesen integradas en una sola compañía aérea.
Aunque todas se encuentran bajo el mismo paraguas y la supervisión de un directivo que controla a todo el grupo, Willie Walsh, cada una tiene a su propio CEO, que lucha por destacar a su aerolínea del resto, intentando ganarse la confianza de Walsh con el fin conseguir mayores inversiones que las demás.
De esta manera, Ryanair ha decidido hacer exactamente lo mismo, dividiendo la aerolínea en 4 grupos operativos: el principal de Ryanair, tal y como funcionaba hasta ahora, Laudamotion, Ryanair Sun y por último, Ryanair UK.
Igual a lo ocurre en IAG, cada aerolínea tendrá su propio responsable, que deberá responder a si mismo ante O´Leary, mientras este todavía figure a la cabeza.
En una entrevista celebrada hace apenas dos semanas, O´Leary no escatimaba flores a la hora de piropear a Willie Walsh: «Siempre me ha impresionado la manera en la que Willie ha gestionado el grupo IAG. El cambio radical que hizo con Iberia, utilizando diversas marcas, como Vueling, ha conseguido una enorme eficiencia, tanto en la propia Iberia, como en British Airways».
O´Leary ha expresado, de manera muy vehemente, que espera que esta nueva reestructuración «obligue a todas las compañías a competir entre ellas para conseguir más capital y más aviones».
A partir de ahora, cada uno de los cuatro nuevos directivos tendrá que luchar contra el resto si quiere crecer y hacerse con el siguiente pedido de aviones.
O´Leary les mandaba un mensaje muy claro: «Ahora, que vayan y que consigan mejores contratos con aeropuertos, instituciones, o empresas de handling, y el que lo haga será recompensado con más aviones».
Sin embargo, el hasta ahora mandamás de Ryanair sabe que él mismo tiene los días contados. De hecho, se espera que a lo largo de este 2019 se produzca, al fin, el tan ansiado relevo a los mandos de la aerolínea irlandesa.
No obstante, su desaparición del panorama aéreo ni va a ser inmediata, ni precisamente rápida. Se pretende que aquel, o aquella, que aspire a ocupar su lugar, tenga antes que convivir una temporada mano a mano con el propio O´Leary, para que este se cerciore de que deja el grupo en las mejores manos posibles.
Todo apunta a que la mayoría de cabos están ya atados, incluso se está preparando a Ryanair Sun, la rama polaca del grupo, para que en un futuro próximo provea de pilotos a todo Ryanair, y la aerolínea no vuelva a sufrir la diáspora de profesionales que tuvo que soportar en los últimos dos años.
La lowcost irlandesa se ha dado cuenta de que, con la antigua estructura, estaba cerrando la puerta y poniendo techos muy bajos a un gran grupo de trabajadores, que veían como sus carreras habían llegado demasiado pronto a su punto más álgido.
Con esta nueva forma, se abre un enorme abanico de posibilidades para poder ofertar nuevos retos, más puestos de responsabilidad, fomentando una mayor competencia entre todos los empleados.
Las grandes consultoras han acogido de manera excelente este nuevo proyecto, ya que era evidente que Ryanair ha alcanzando un tamaño que difícilmente le permite seguir bajo la supervisión de una sola persona.
El gigante del bajo coste juega con márgenes de ganancia y beneficio muy pequeños, por lo que no puede permitirse perder dinero bajo ninguna circunstancia.
El resto de la competencia está cayendo como auténticas moscas y se espera que durante el 2019 nos digan adiós, como poco, otras 7 aerolíneas, por lo que el movimiento estratégico de Ryanair llega en el mejor momento posible.
Ahora, sólo nos quedaría una pregunta: ¿Ayudará esta nueva situación a mejorar definitivamente las condiciones laborales de sus trabajadores y el trato que reciben sus pasajeros?. Lo veremos.