Sin un sistema de presurización de la cabina, no se podría volar a grandes altitudes.
Hasta que llegaron los modelos presurizados, las aeronaves tenían que operar a baja altura, lo que resultaba especialmente incómodo para sus pasajeros.
Si eres usuario habitual del transporte aéreo, es muy probable que te sepas de memoria las instrucciones de seguridad que se repiten antes de cada despegue, siguiendo la normativa internacional.
Una de las más conocidas es la que empieza diciendo aquello de «en caso de despresurización de la cabina…», y acaba con la irónica frase de «…y respire con normalidad».
Como ya sabrás, estamos hablando de lo que podría ocurrir en el caso de que se produzca un problema en el sistema de presurización de la cabina, una incidencia que haría saltar las mascarillas de oxígeno situadas encima de cada asiento.
Esto ocurre porque a medida que se asciende la presión atmosférica disminuye, y con ella la cantidad de oxígeno que llega hasta tus pulmones.
Volando a 10.000 metros de altura sin una máscara de oxígeno sobre nariz y boca, apenas dispondrías de 60 segundos antes de perder la consciencia, y eventualmente la vida si no desciendes a la mayor brevedad.
Aunque la tolerancia a la altura varía enormemente entre personas, se calcula que a partir de los 2.000 ó 2.500 metros, la mayor parte de la población experimenta desde leves molestias, hasta el conocido como «mal de altura», o «soroche» en algunas partes de Latinoamérica.
Y no estamos hablando precisamente de un problema banal, ya que la sobreexposición a grandes altitudes puede tener consecuencias muy graves.
Por esta razón, los aviones comerciales dedicados al transporte de pasajeros necesitan disponer de un sistema que garantice un nivel de oxígeno adecuado dentro de la cabina.
En el caso de que este falle, se proporciona a cada pasajero una mascarilla para que pueda seguir respirando hasta que la aeronave descienda y se sitúe en una altura segura.
Una vez más, es importante volver a recordar que, igual que ocurre con las mascarillas sanitarias que tenemos que usar actualmente a diario, las máscaras de oxígeno deben de cubrir la nariz y la boca, algo que a la vista de algunas imágenes correspondientes a incidentes reales, parece que no muchos tienen claro.
¿Y si volamos más bajito?
Quizás, en alguna ocasión te puedes haber preguntado el porqué de todo este lío de la presurización, que no sería necesaria si se volase más bajo.
Lo cierto es que cuanto mayor altura alcance el aparato en el que viajas, mejor para ti y también mejor para la aerolínea que te está transportando.
Las turbulencias y los fenómenos meteorológicos adversos, por norma general suelen concentrarse en las capas más bajas de la atmósfera.
A grandes altitudes observarás cómo tu experiencia de vuelo es más tranquila y relajada.
Por otro lado, resulta obvio que si no se pudiesen superar los 2.500 metros, sería imposible sobrevolar muchas zonas del planeta, lo que equivaldría a la eliminación de miles de rutas.
Por último, también hay razones económicas, ya que las aeronaves actuales son mucho más eficientes cuando operan a gran altura, pudiendo alcanzar velocidades superiores sin tener que gastar tanto combustible.
No me presiones
La cabina de un avión no está herméticamente cerrada.
Seguro que en más de una ocasión te has fijado en los pequeños agujeros que hay en las ventanillas, los cuales ayudan a soportar los cambios de presión que sufre el aparato.
Si no pudiese entrar aire de fuera, los pasajeros consumirían el oxígeno del interior en muy pocos minutos, por lo que sería necesario disponer de enormes tanques de reserva para garantizar el suministro durante los vuelos más largos.
Para evitar esto, lo que se hace es proporcionar aire recogido del exterior de una manera constante, manteniendo una presión adecuada en el interior del avión para que todo el mundo se sienta cómodo.
Aunque dependiendo del modelo de aeronave pueden existir algunas diferencias, se intenta que la presión dentro de la cabina de un avión sea equivalente a la que tendrías a 2.000/2.500 metros de altura.
El aire se recoge a través de los motores, en los cuales entra a temperaturas muy bajas, para en cuestión de segundos calentarse rápidamente.
Posteriormente es mezclado directamente con aire frío, con el fin de que entre en la cabina a una temperatura adecuada.
Este aire es renovando totalmente en intervalos de alrededor de 3 minutos, pasando además por los ya famosos filtros HEPA, de los que habrás escuchado hablar mucho durante los últimos meses.
Este proceso garantiza no sólo que dispongas de los niveles adecuados de oxígeno mientras vuelas, sino que además la presión en la cabina sea la adecuada, y no haya virus pululando por su interior.
Cuestión de válvulas
Operar el sistema de presurización de un avión suele ser una tarea bastante sencilla para los pilotos, ya que básicamente consiste en…no tocar nada…
En algunos modelos se requiere que introduzcan antes del despegue la altura a la que se encuentra el aeropuerto de destino, pero a partir de ese momento es el propio dispositivo el que se encargará de mantener una presión adecuada dentro de la cabina durante todo el vuelo.
Esto se consigue gracias a una válvula situada normalmente en la parte trasera del fuselaje del aparato, que se abre cuando es necesario sacar aire del interior, y permanece cerrada en caso contrario.
Algunos modelos disponen de dos válvulas de este tipo.
En caso de algún fallo o avería en el sistema, la válvula también puede ser controlada manualmente por los pilotos.
Además, existen otro tipo de válvulas repartidas por la cabina cuya función es dejar escapar el aire del interior si se detecta que se ha excedido la presión máxima que puede soportar el avión.
Es importante recordar que los primeros aparatos que disponían de este sistema de presurización sufrían graves daños en su estructura, debido a la fatiga de los materiales.
Actualmente, todas las aeronaves disponen de un límite de presión máximo admitido por el fabricante. Si se supera este, entrarían en funcionamiento las válvulas de escape de presión positiva.
Por otro lado, también se cuenta con el posible riesgo que implicaría una presión negativa, que es cuando la del interior de la cabina es mayor a la del exterior.
Esta situación se podría dar, por ejemplo, en caso de un descenso rápido, y para minimizar el riesgo están las válvulas de escape de presión negativa.
Los efectos
Debido al sistema de presurización de la cabina, el ambiente en el interior de la misma suele ser extremadamente seco.
Por esta razón, se recuerda siempre a los pasajeros la importancia de mantenerse hidratados durante todo el vuelo.
Otro de los efectos más reconocibles es el que afecta al sentido del gusto.
Los sabores de la comida y la bebida no son los mismos que al nivel del mar.
Según un reciente estudio que llevó a cabo Lufthansa, la baja humedad y la presión en el interior de la cabina, pueden reducir tus sentidos del gusto y olfato hasta en un 30%.
Por contra, los efectos de las bebidas alcohólicas aumentan considerablemente debido a la deshidratación.
Así que si al nivel del mar necesitas dos o tres cervezas para llegar a ese «punto» que tú sabes, quizás mientras permanezcas dentro de un avión, con sólo una tengas más que suficiente.