Estás sentado en la puerta de embarque del aeropuerto para tomar tu vuelo al otro lado del charco, cuando por fin escuchas por la megafonía que se va a comenzar con el proceso de entrada de los pasajeros al avión.
Te levantas rápidamente para colocarte de manera estratégica en los primeros puestos de la cola, pero de repente alguien se interpone en tu camino y te dice esa frase que sienta tan mal: «perdone, de momento sólo pueden embarcar los pasajeros de primera clase, o business…».
Después de haber tenido que hacer un gran esfuerzo para poder comprar tus billetes, aún encima se permiten la libertad de considerarte mero populacho, integrante de la clase más baja que ocupará la cabina del avión. Chusma.
Delante de ti comienza a desfilar la élite, los elegidos, la gente bien, la nobleza aeronáutica del momento, que al pasar a tu lado te miran de arriba a abajo pensando si tirarte unas monedas para que te compres algo de comer.
Cuando después de un buen rato logras acceder a la cabina, vuelves a verlos ya ubicados en sus butacas extra anchas, disfrutando de una copa de champagne, y mientras rozas con tu mano sus maravillosos asientos, piensas: «algún día…algún día….».
Está todo preparado
La buena noticia es que la aviación es una de las actividades más solidarias que existen. En el caso de que salte cualquier tipo de incidencia, retraso, cancelación, o incluso un accidente, todos los que ocupen el interior de la cabina van a resultar igualmente afectados. Ya sabes, «mal de muchos, consuelo de tontos».
La segunda buena noticia es que todo, absolutamente todo, desde que entras al aeropuerto, hasta que llegas a tu destino, está diseñado para que te sientas de esa manera, y para hacerte soñar con ocupar esos asientos de élite la próxima vez que te vuelvas a subir a un avión.
Para explicarte el porqué, tenemos la obligación de hablarte de un tal Fred Hirsch, profesor de la Universidad de Warwick, al cual muy probablemente no conozcas de nada.
Pues bien, este señor acuñó allá por el año 1976 un término que tampoco te sonará mucho que digamos: los Bienes Posicionales.
Para no darte excesivamente la chapa con aspectos técnicos y filosóficos, te lo vamos a resumir de una manera muy sencilla: hay determinados bienes y servicios cuyo fin último no es satisfacer necesidades básicas, sino más bien tu deseo de prestigio, fama, estatus social, o reconocimiento público.
Te ponemos un ejemplo: ¿necesitas llevar un diamante en el dedo de tu mano para poder vivir?. Seamos sinceros, la respuesta es no. Entonces, ¿para qué te gastas un auténtico pastizal comprando uno?. Para esta pregunta existirían varias respuestas posibles, pero todas acaban de una u otra manera en la necesidad de un reconocimiento social.
Por normal general, y salvo que seas algo rarito, nadie se compra un diamante para esconderlo en casa y que el resto del mundo no sepa que lo tiene.
Pero hay algo que quizás no sabías, y es que hay cientos de miles de enormes diamantes guardados en cámaras acorazadas de un montón de países, y que muy probablemente nunca lleguen a ver la luz.
Imagínate lo que podría pasar si, de repente, el mercado se llenase de diamantes de todo tipo. Los precios tendrían que bajar y serían tan asequibles para ti, como para tu vecina del quinto, la panadera, y la pesada que va contigo al gimnasio.
En esas circunstancias, ¿quién querría tener un diamante?. Un objeto al que podría acceder todo el mundo, ha perdido todo su valor posicional, y ya no es diferenciador de estatus, ni de clase social, ni de nivel económico.
Puaj, por favor, quita ese diamante de encima de la mesa cuando estamos comiendo…
No es para tanto
Hoy estás de suerte; te vamos a desvelar otro pequeño secreto: hay muy poca gente que se pueda pagar un asiento en clase business dentro de los aviones que hacen las rutas más largas. La inmensa mayoría, están ahí porque son clientes habituales y han adquirido cierto estatus con la aerolínea, han canjeado sus puntos acumulados durante cierto tiempo, participan en algún tipo de promoción, o le hacen la pelota a Turama, que también ayuda.
Pero, ¿se corresponde el precio de una plaza en esta categoría con lo que realmente se ofrece?. Pues mira, para ser sinceros, lo único que se está pagando a mayores es algo más de espacio.
Si reservas tus vacaciones en un hotel de 2 ó 3 estrellas, o en uno de 5 estrellas, lo más seguro es que sí encuentres importantes diferencias: ubicación, servicios, tamaño de las habitaciones, vistas, calidad de las comidas, instalaciones, etc, etc, etc.
Sin embargo, en un espacio cerrado tan sumamente confinado como es la cabina de un avión, ¿qué marca en realidad la diferencia entre una butaca en clase Economy y otra en First?.
Ambas están separadas por escasos metros, sus pasajeros miran por el mismo agujero y ven el mismo paisaje, ambas están en el mismo avión, y una de ellas es más amplia que la otra.
Y no me digas aquello de que en Primera clase la pantalla de televisión es más grande, porque una diferencia de unas pocas pulgadas no justifica un precio tan sumamente elevado, o que los que ocupan esa clase comen mejor que tú, porque la cocina dentro de un avión se limita a recalentar los platos que ya vienen preparados, igual que hacías cuando eras estudiante y compartías piso.
Y sin embargo, a todos nos gustaría viajar en Primera mejor que en Economy, porque es algo exclusivo, no lo puede hacer todo el mundo, es enormemente diferenciador, y otorga cierto estatus a quien lo disfruta.
Por esta razón, las compañías aéreas no pueden bajar los precios de sus butacas más selectas, sino más bien subirlos cada vez más. Siempre tienen que tener un valor que resulte inaccesible para la gran mayoría, o pasaría exactamente igual que con el caso de los diamantes que comentamos anteriormente.
¿Te imaginas si tu vecina del quinto, la panadera, y la pesada que va contigo al gimnasio volasen habitualmente en Primera Clase?. Pues como que ya habría perdido gran parte de la gracia….
Estás rodeado
No es suficiente el mantener unos precios elevados para poder dotar de cierta exclusividad a un servicio como el que se ofrece en la Primera clase de muchas aerolíneas.
Precisamente, durante los años 70 fue la mismísima Boeing, con su 747, la que comenzó rizando un poco más el rizo, y sacándose de la manga un avión con dos pisos, en el cual ocuparían el superior aquellos pasajeros con más medios económicos.
Exactamente lo mismo que ocurre en la actualidad con el Airbus A380, donde la «clase trabajadora» se ubica en el piso bajo, y la «nobleza» en el alto. Si tuviste la ocasión de leer «Upstairs, Downstairs», probablemente lo comprenderás mejor, porque así ha sido históricamente desde siempre.
Y por si no te fijaste, ¿dónde se ubican normalmente los asientos más caros de los aviones?, pues en la parte delantera. Pero, ¿es esta zona de la cabina más selecta, más segura, o mejor que la trasera?. No, pero estando donde están te obligan a pasar cerca de ellos, que es exactamente el mismo sistema que utiliza Ikea y que te hace recorrer todas sus instalaciones para poder salir de la tienda.
«Ojos que no ven, corazón que no siente». ¿Por qué se embarca primero a los pasajeros de First y las azafatas se apresuran en ofrecerles una bebida?, pues básicamente para que tú los veas cuando entres. A ellos les hace sentirse mejor, y a ti te genera la necesidad de ocupar su lugar.
No sólo eso, en la actualidad hay cientos de elementos diferenciadores, que se utilizan para segmentar el mercado lo máximo posible: pases VIP para poder acceder a un lounge privado dentro del aeropuerto, pases de prioridad en los controles de seguridad, servicios de traslados privados, catering exclusivo, etc, etc, etc.
Así que ya lo sabes, si te lo puedes permitir, la próxima vez que vueles date el lujo de hacerlo en Primera clase, y si tu presupuesto no te lo permite, no te agobies por ello.
Y para acabar, parafraseando al genial John Lennon, si te ha gustado este post y vives como la gran mayoría, pendiente de tu sueldo mensual, danos un simple Like. Si perteneces a las clases más altas, puedes agitar tus joyas en señal de aprobación…