Todavía existe una creencia generalizada que afirma que los aviones que utilizan motores con hélices son menos fiables y más primitivos que los demás.
Es probable que muchos de los usuarios del transporte aéreo sigan asociando a los aviones de hélices con los antiguos aparatos que estrenaron la era del sector aéreo comercial, y por ello los consideren menos evolucionados.
Lo cierto es que aquellas aeronaves utilizaban motores a pistón, una tecnología mecánica que aunque para la época era realmente avanzada, hoy en día ha quedado reservada a los pequeños aparatos que forman el grupo de la aviación privada y de recreo.
Los aviones de hélice tienen una razón de ser, y por ello siguen siendo los preferidos para operar las rutas regionales, además de otro tipo de ventajas que a continuación te contamos.
Turbroprop vs. Turbofan
Sin entrar en demasiados detalles técnicos, debes de saber que los tipos de motores que se utilizan actualmente en los aviones de pasajeros se pueden dividir en dos clases distintas: Turboprop y Turbofan.
Como verás, las dos denominaciones comparten el mismo término «Turbo», ya que ambas necesitan de una turbina interior para poder funcionar.
Sin embargo, la diferencia esencial radica en cómo consiguen dotar al avión del empuje necesario para poder desplazarse en el aire.
En el caso de los Turboprop, también conocidos en español como Turbohélice (prop viene de la palabra inglesa «propeller», que significa hélice), el aire entra al motor a través de un compresor antes de pasar a la cámara de combustión, pero a su salida apenas tiene fuerza suficiente para impulsar al aparato.
Lo que se busca es aprovechar la energía generada dentro del motor para hacer girar una hélice, la cual está especialmente diseñada para provocar velocidades distintas en el flujo de aire que pasa a través de sus dos caras.
Podrías imaginártelo como algo parecido a lo que pasa cuando nadas en la piscina. En ese caso, tus manos harían la función de las hélices y el agua que desplazas a tu paso sería el aire que mueven estas.
En el caso de los motores Turbofan, la palabra «fan» hace referencia al ventilador que tienen en su interior, por lo que es probable que también hayas escuchado el término Turboventilador, o Turborreactor.
En este tipo de motores, el aire es atrapado e introducido en el compresor antes de pasar a la cámara de combustión, y el empuje se produce a su salida de la turbina.
Cada uno tiene unas características propias, lo que significa que operan de manera más eficiente en condiciones diferentes.
Sólo pueden quedar dos…
Actualmente, y después de las bajas de Saab, Dornier y Fokker, apenas quedan dos constructores dedicados a la manufactura de aeronaves de hélice: ATR, con base en Toulouse, y la canadiense De Havilland, que comercializa el Dash 8.
Hasta su quiebra, la aerolínea inglesa FlyBe era la que operaba con un mayor número de aviones del modelo Dash 8, y en su momento llegó a tener más de 90 unidades de este tipo.
En nuestro país, Binter Canarias posee una flota en estos momentos de 23 ATR 72, con capacidad para 70 pasajeros.
Este tipo de aparatos están destinados principalmente a volar las rutas regionales, que generalmente no superan los 500 km entre el aeropuerto de origen y el de destino.
Al tratarse de trayectos cortos, los aviones tienen menos tiempo para ascender por encima de los 30.000 pies (10 km), que es la altura a la cual los motores Turbofan se comportan de una manera más eficiente.
Por debajo de esa altura, son los motores Turboprop los que ofrecen mejores prestaciones.
Por esta razón, cuando se trata de operar trayectos regionales cortos que no requieran de volar a grandes altitudes, las aerolíneas suelen hacer uso de flotas de aviones turbohélice.
De hecho, este tipo de aparatos también se comportan de manera más eficiente a velocidades más bajas, principalmente de menos de 450 mph, con lo que además pueden realizar despegues en pistas más cortas y menos preparadas.
La posición de los motores Turbofan aumenta las posibilidades de ingesta de objetos en aeropuertos con pistas de tierra o hierba, algo que no ocurre con los aviones turbohélice, que suelen tener los suyos ubicados a mayor altura del suelo.
Por otro lado, el coste que tiene el mantenimiento también es significativamente inferior en los aparatos turbohélice.
Podría decirse, aplicando el viejo dicho urbano, que los aviones Turbofan pueden ir a los mejores aeropuertos, pero los Turbohélice pueden ir a TODOS los aeropuertos.
En definitiva, se trata de adaptar cada avión al tipo de función que tiene que cumplir, e igual que no te llevarías un Ferrari F40 a circular en pistas de tierra, tampoco utilizarías un Airbus A380 para volar de Barcelona a Madrid.
Misma seguridad
A pesar de esto, todavía quedan pasajeros que afirman que no se sienten seguros en «aviones de hélice», y prefieren volar en turborreactores.
Es necesario apuntar que la tecnología dentro de la cabina es similar entre unos y otros, y ambos vuelan bajo los mismos principios de la física, por lo que el nivel de seguridad no varía por razón del tipo de motor utilizado.
Es cierto que los turborreactores suelen ser más silenciosos y los turbohélice algo más escandalosos, lo cual puede generar ciertas molestias a los pasajeros más sensibles.
También es verdad que las redes sociales están llenas de vídeos en los que se ven aterrizajes con condiciones de viento complicadas, protagonizados en su mayor parte por modelos ATR o Dash.
Pero esto último es debido a que, tal y como comentamos anteriormente, a baja velocidad los aparatos turbohélice presentan una excelente maniobrabilidad, lo que hace que puedan tomar tierra en condiciones meteorológicas en las que en muchas ocasiones los turborreactores acaban desviándose a otros aeropuertos.
En realidad, las compañías aéreas hace exactamente lo mismo que muchas familias, las cuales reservan el vehículo más grande y potente para realizar los viajes largos por autopista, pero a la hora de circular dentro de la ciudad utilizan otro coche más manejable y de menos consumo de combustible.
Por estas razones, no es justificable de ninguna manera menospreciar a un avión impulsado por motores de hélice frente a un turborreactor.