En una situación normal, las compañías aéreas tendrían toda su programación de vuelos lista y cerrada con 5 ó 6 meses de antelación, como mínimo.
Actualmente, la gran mayoría de aerolíneas todavía no saben qué rutas van a operar durante las próximas semanas, y en el mejor de los casos se encuentran planificando trayectos a un mes vista, dependiendo de cómo se van desarrollando los acontecimientos en cada país o ciudad de destino.
Esto puede equivaler a un enorme problema para todos aquellos viajeros a los que les gusta comprar sus billetes con antelación, los cuales van a tener que extremar precauciones si no quieren encontrarse con desagradables sorpresas durante lo que queda de año.
El maldito algoritmo
La venta de billetes de avión está controlada por algoritmos especialmente complicados, de cuyo diseño y programación se encargan las compañías aéreas.
Estos sistemas son capaces de analizar entre otros muchos parámetros la demanda de destinos, de asientos para un vuelo determinado, o las preferencias en los horarios y rutas de los pasajeros.
De esta manera, la aerolínea conoce a tiempo real qué vuelos son los más reclamados y puede actuar en consecuencia aumentando el número de frecuencias, o modificando las tarifas según los criterios de venta utilizados.
Sin embargo, los informáticos que controlan estos sofisticados programas nunca habían contado con tener que enfrentarse a los efectos de una pandemia mundial, que ha resultado en un cese general de las operaciones aéreas durante varios meses.
En estos momentos los algoritmos son totalmente inútiles, ya que llevan un buen número de semanas sin poder analizar ni un solo dato de ventas, y las compañías no son capaces de interpretar qué podrá ocurrir durante los próximos meses, ni cuáles van a ser las preferencias de los viajeros.
Lamentablemente, muchas aerolíneas han optado por resolver este problema de la peor manera posible, que es publicando y ofertando a sus clientes miles de vuelos que saben que no van a poder operar.
Utilizando esta más que discutible táctica, pueden saber cuáles van a ser las rutas más demandadas en un futuro próximo, lo que les permitiría adaptar sus programaciones de acuerdo con el volumen de reservas realizadas.
En teoría, de esta manera se evitarían el tener que operar vuelos que finalmente no alcanzarían un porcentaje de ocupación mínimo, que permitiese a la empresa conseguir el beneficio económico correspondiente.
Pero por otro lado, la lluvia de cancelaciones va seguir siendo muy importante, y algunas se van a notificar a los pasajeros afectados con apenas unos pocos días de antelación.
Los malditos reembolsos
En todo caso, el sistema de vender todo lo posible ahora y cancelar en el futuro, es realmente ventajoso para las compañías aéreas.
Con la bendición explícita de todos los gobiernos de la Unión Europea, muchas aerolíneas todavía están reteniendo los reembolsos correspondientes a vuelos cancelados, que tendrían que haber sido abonados a los pasajeros afectados.
En buena parte de los casos, los clientes se han encontrado con un bono emitido por la compañía, el cual podrán utilizar en el plazo de 1 ó 2 años, con el compromiso de que si no lo llegasen a hacer recibirían el dinero de vuelta una vez prescrita su validez.
En unos momentos de profunda crisis en el sector como son los actuales, el poder disponer de esta cantidad de efectivo en caja es vital para las aerolíneas, y el retenerla en su poder durante lo que queda de año puede marcar la diferencia entre sobrevivir, o tener que declararse en quiebra.
El problema más grave y perjudicial para los pasajeros, radica en aquellas aerolíneas que saben con total certeza que no van a poder superar esta crisis y se dirigen de manera inexorable al cese total de su actividad.
Tal y como hemos comprobado estos últimos 5 años en Europa, en estos casos y lejos de minimizar sus ofertas, estas compañías lanzan al mercado un sinfín de chollos y oportunidades, con el único de fin de hacer una última caja antes de echar la persiana.
Una vez comienza el proceso judicial correspondiente a la quiebra, los incautos que han adquirido billetes para aprovechar estos «chollos», tienen prácticamente imposible el volver a recuperar su dinero.
Las malditas pruebas
Cualquiera puede acceder a las páginas webs de compañías tan importantes como American Airlines, United Airlines, o Delta, y comprobar la gran cantidad de vuelos que hay disponibles no sólo para este Verano, sino también para lo que resta de año.
Evidentemente, esto no cuadra con las propias previsiones de las aerolíneas, las cuales ya han confirmado que se han visto obligadas a reducir sus operaciones futuras en porcentajes muy altos.
En declaraciones realizadas a la prensa por el responsable comercial de United Airlines, Andrew Nocella, ni siquiera se intenta esconder o difuminar de alguna manera este tipo de prácticas.
Según Nocella «ahora mismo estamos monitorizando la demanda, por lo que todavía no hemos hecho cambios en nuestra programación, precisamente porque desconocemos cuál va ser la demanda durante el tercer y cuarto trimestre del año. De todas maneras, esperamos poder operar todo lo que sea posible».
En el caso de American Airlines, en estos momentos la compañía está comercializando para el mes de Julio diez vuelos diarios entre Nueva York y Los Angeles, mientras que para Junio sólo tiene previsto operar 3 frecuencias al día.
Un aumento de 7 frecuencias diarias de un mes para otro en una de sus rutas más populares podría parecer demasiado optimista, a la vista de la situación sanitaria actual del país.
En el caso de muchas aerolíneas de bajo coste, la táctica utilizada no difiere sustancialmente de la que acabamos de comentar, aunque en su caso se inclinan más por no hacer ningún tipo de cambios a priori en sus programaciones, y proceder a cancelar en el último minuto los vuelos que no hayan resultado rentables.
Así lo confirmaba Jessica Wheeler, responsable de marketing de una de las lowcost más importantes en los EEUU, Allegiant Air: «puede que no sea la manera perfecta de hacerlo, pero preferimos cancelar el vuelo en el último minuto y reubicar a los pasajeros afectados en otros horarios. Reconozco que alguna gente se ha sentido frustrada por ello, pero hacemos todo lo que podemos para ofrecerles una alternativa razonable».
Efectivamente, al final el único perjudicado es el pasajero que ha abonado religiosamente el importe de su billete de avión, y ve cómo tiene que rehacer sus planes de viaje sin apenas el más mínimo margen de tiempo.