Vuela ahora y paga después: posible solución a los problemas actuales

Con el fin de volver a reactivar la demanda de pasajeros, muchas aerolíneas comienzan a hacernos llegar sus próximas promociones y ofertas, en las que destacan principalmente la flexibilidad para cambiar las fechas del vuelo sin tener que abonar la correspondiente penalización.

En un momento de incertidumbre como el que estamos atravesando, no es posible garantizar cuándo vamos a volver a viajar con total libertad, en qué países seremos admitidos, o incluso si la compañía aérea va a poder operar los mismos trayectos que ofertaba antes del estallido de la crisis.

Estas son razones de peso que están provocando que muchos viajeros potenciales prefieran abstenerse de hacer reservas, esperando a que la emergencia sanitaria cese cuanto antes.

Otro motivo por el cual gran parte de los usuarios del transporte aéreo se encuentran actualmente especialmente molestos, viene derivado de los enormes problemas que están teniendo para conseguir que se les reembolsen las cantidades abonadas en su día por la compra de billetes.

Después de cancelar la gran mayoría de vuelos previstos para los últimos dos meses, muchas compañías están reteniendo estos pagos, ofertando exclusivamente bonos y vouchers por un valor equivalente a la cantidad adeudada y un tiempo limitado para ser utilizados.

Recordemos que a pesar de que esta medida contradice el reglamento europeo, cuenta con el respaldo de IATA y de la gran mayoría de gobiernos de Europa.

Con este panorama encima de la mesa, es comprensible que el usuario se muestre reacio a volver a adquirir billetes de avión, por mucho que las aerolíneas se esfuercen para facilitar los cambios en las reservas.

De esta manera, todo apunta a que la compañía que finalmente se lleve el gato al agua, sea aquella que ofrezca mayor seguridad a sus pasajeros, y menos problemas en el caso de que estos finalmente no puedan volar por causas ajenas a su voluntad.

Llegados a este punto, nos preguntamos por qué no es posible adoptar el mismo sistema de reservas y pagos con el que trabajan desde hace años muchos otros actores del sector turístico, como por ejemplo los hoteles.

Aunque sólo fuese de manera temporal, y hasta que la situación sanitaria a nivel mundial mejorase de manera definitiva, se podrían garantizar las reservas de billetes de avión a través de una tarjeta bancaria, exactamente igual que cuando se reserva una habitación de hotel.

Sólo en el caso de que la compañía aérea pueda prestar el servicio y operar el trayecto comercializado, se cargaría a la tarjeta del cliente el importe correspondiente.

En caso de cancelación del vuelo, no habría nada que reclamar a la aerolínea, ya que no se le pasaría al pasajero ninguna cantidad a cobro.

Evidentemente, sería necesario implementar una serie de normas para evitar reservas falsas, dejando claro que si el pasajero no se presenta en el aeropuerto en su momento, o es él mismo el que cancela la compra por causas ajenas a la aerolínea, tendrá que asumir igualmente el abono de sus billetes.

Es más, llegados a este punto y con el fin de evitar suspicacias por ambas partes, podría incluso ofertarse la posibilidad de formalizar la reserva a través del abono del 50% del total de su precio, y el otro 50% una vez se haya volado el primer tramo del trayecto, para el caso de los billetes ida/vuelta.

El sector aéreo dispone ya de una serie de privilegios que serían impensables en cualquier otro tipo de negocio, como el poder poner a la venta más asientos de los que realmente están disponibles dentro de un avión, lo que se conoce como overbooking.

Dado que nos encontramos ante la peor crisis en toda la historia de la aviación comercial, quizás sería un buen momento para volver a revisar ciertas costumbres y maneras de trabajar de las aerolíneas, las cuales no tienen porqué ser consideradas correctas sólo porque funcionan desde hace muchos años.

A veces, tal y como dice nuestro refranero, «a grandes males, grandes remedios».

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