Hace algunas noches, me encontraba viendo la tele en esos canales que aparecen en los últimos lugares de la programación por cable.
Siempre encuentro algún capítulo de «Megaestructuras Nazis», una serie que no entiendo quién puede seguir, algún especial sobre tiburones, reportajes sobre extraterrestres y documentales de la II Guerra Mundial.
Como me gusta la Historia de verdad, no la que se cuenta estos días, me quedé con las imágenes coloreadas de una ciudad en Rusia que había sido bombardeada, no sé muy bien por quién ni en qué año.
Se me encogió un rato largo el corazón viendo las caras de aquellas personas que comían en medio de los escombros, de lo que supongo que en algún momento fueron sus casas. Hacían un fuego, ponían agua a hervir y cocían cualquier cosa comestible, la cual luego se llevaban a la boca en pequeños vasos metálicos, como los que utilizan los militares cuando están en campaña.
Lo curioso del asunto es que me sorprendí a mi mismo, porque esa escena en concreto me recordó inmediatamente a un vídeo que había visto pocos días antes, grabado por una pareja de youtubers, o influencers de viajes, o como se llame ahora a esta gente que pretende vivir eternamente de recorrer todo el mundo.
No es que siga especialmente a estos nuevos mesías del turismo, pero es verdad que suelo ver el material que estos chicos acostumbran a subir a las redes, ya que se pasaron un par de meses enviándome correos electrónicos contándome cómo el pagarles una cantidad de dinero por cada foto en la que me etiquetasen, podía ayudar enormemente a dar a conocer Turama y ganar más clientes.
Nunca les respondí a ninguno de sus mensajes, exclusivamente porque me fastidia bastante que alguien que te está pidiendo dinero ni siquiera tenga el detalle de contarte su proyecto en persona, o por teléfono, y utilice textos de «copia y pega» donde lo único que cambia es el nombre de cada agencia de viajes a la que se los remite.
Desgraciadamente, cada vez hay más gente que sólo sabe expresarse a través de mensajería, redes sociales y por escrito, medios que les permiten repasar una y otra vez el contenido de sus textos y evitan que metan la pata. Son perfectamente conscientes de que en una conversación hablada y que no ha sido preparada previamente, no tienen ninguna posibilidad.
El es lo que en mi tierra conocemos como un «hombre centollo», una persona que es evidente que hace muchísimo ejercicio, pero sólo de cintura para arriba. Tiene enormes hombros, bíceps y una tableta completa en el abdomen, pero llama la atención cómo sus piernas, tan sumamente delgadas y espachurradas, pueden soportar tanto peso, si además sumamos la larga cabellera de rastas que adornan su cabeza.
Ella es una chica realmente guapa, pero para mi gusto personal con excesivos tatuajes, aros en nariz, orejas y no sé en cuántos orificios más. Si no se pierde por el camino, y algún día deja la tontería, estoy convencido de que va a convertirse en una interesantísima mujer madura.
Visto así, en conjunto, no se me ocurre otro trabajo donde pudiesen utilizar mejor sus pintas que grabando vídeos y haciéndose fotos por el mundo adelante, pero al mismo tiempo me resulta bastante molesto que haya gente que pueda seguir los consejos y barbaridades que suelen soltar por sus boquitas.
Además, me parece totalmente incogruente que alguien que afirma que está en contra de las agencias y de los viajes organizados, luego recurra a ellas para intentar financiarse.
En un speech conmovedor, ambos contaban cómo buscarse la vida y organizar todo por su cuenta les daba una sensación de libertad inigualable, nada comparable a tener que moverse junto con otros turistas.
Y justo al lado colgaban una foto de su recorrido por Vietnam, viajando de pie en un autobús público repleto de gente, donde él destacaba por encima de todos por su altura. Me pareció especialmente gracioso ver las caras de los que estaban apretados a su lado, que parecían pensar «tú, que tienes posibilidad de hacer el mismo trayecto sentado y con menos gente, eliges libremente venir a aquí a meterte con nosotros, que no tenemos otra opción…».
Su libertad consiste exactamente en seguir las mismas rutas que hacen el resto de turistas, pero en vez de hacerlas en un medio privado y de manera directa, escogen la forma más incómoda y lenta. Luego, al llegar a cada destino, como tampoco tienen ningún guía que les explique nada, van pidiendo información a sus seguidores, que a su vez les cuentan historias sacadas de la wikipedia y que en la mayoría de las ocasiones no tienen nada que ver con la realidad.
Eso sí, después de cada vídeo de estos te presentan un gráfico en el que afirman que se han ahorrado tanto dinero haciendo la excursión por su cuenta, y que habrían pagado más si la hubiesen contratado.
Lo que no dicen nunca es la cantidad enorme de tiempo que han perdido dando vueltas como pollos sin cabeza, fiándose de la información y datos que les dan gente que no conocen de nada, tirados en un arcén de la carretera cocinando comida con los mismos recipientes metálicos que utilizaban aquellas personas que salían en el documental de la II Guerra Mundial.
La diferencia está en que aquellos pobres diablos, que lo habían perdido absolutamente todo, no tenían otra elección para poder sobrevivir, y estos sólo lo hacen para documentar gráficamente su fama de «espíritus libres», y supuestamente ahorrar dinero.
Me irrita profundamente esta pose de mendigos que adoptan determinadas personas cuando van al extranjero. Estos «influencers» con miles de seguidores, se fueron a dormir a un albergue, que era baratísimo de precio. Eso sí, los hombres dormían en una habitación conjunta, y las mujeres en otra separada. Si te fijabas en las personas que salían por detrás, veías que muchas de ellas presentaban síntomas evidentes de embriaguez, y otras tenían toda la pinta de no poder disponer de un techo sobre sus cabezas.
De nuevo, la mayoría estaban allí por auténtica necesidad, porque no tenían otra cosa, pero ellos dos se mezclaron en el medio como disfrutando la vida miserable que a otros les había tocado llevar.
Es muy fácil mantener esa pose cuando sabes que tiene una fecha de caducidad, cuando eres consciente de que un día, cuando se te acaba el presupuesto, coges un avión y apareces de nuevo en la civilización.
Lo jodido es saber que te queda el resto de tu existencia comiendo en las cunetas de los caminos, con tu recipiente metálico, y durmiendo en albergues y hostels compartidos, porque no tienes un chavo en el bolsillo.
Seguiré viendo los vídeos y fotos de esta pareja, porque quiero tener muy presente qué es lo que no quiero para mi agencia.
Yo todavía creo en lo que significa el verbo «viajar», y no me gustaría ver a mis clientes mendigando por el mundo, porque eso no tiene nada que ver con VIAJAR.
Mi contrapunto, la horma de mi zapato, mi lado oscuro, siempre serán estos nuevos personajes nacidos de la era multimedia, que coleccionan fotos para Instagram y dicen que han estado en Vietnam, por ejemplo, o en cualquier otro sitio, cuando lo cierto es que sólo se han arrastrado por allí.
Y, por supuesto, doy la bienvenida y celebro a todos aquellos otros, con los cuales tengo una especial y buena relación, que hacen un trabajo honesto y muy poco reconocido. Que cuentan con muchos menos seguidores, pero saben viajar infinitamente mejor, y cuyos consejos sigo yo mismo en algunas ocasiones.
C. Lavilla
Viajero, agente de viajes y piloto privado de avión.