Alcohol y equipaje de mano, los principales problemas para volar

El día de ayer, en el vuelo número 2208 de la aerolínea WizzAir, con origen en el aeropuerto londinense de Luton y destino en la ciudad de Budapest, se produjo un hecho que en la actualidad podría ser considerado como habitual.

En el momento en el que el aparato se disponía para tomar tierra en la capital húngara, uno de los pasajeros, que durante todo el trayecto ya se había mostrado agresivo con la tripulación y el resto de ocupantes de la cabina, decidió que era el instante más oportuno para levantarse de su asiento y entrar al baño.

Ante la perplejidad de aquellos que presenciaron la escena, y el enfado de la tripulación de cabina, que le había ordenado regresar inmediatamente a su sitio, esta persona entró tranquilamente al wc y se encerró en el mismo.

Siguiendo el protocolo establecido para este tipo de incidentes, se avisó a los pilotos de que no se había podido proceder a asegurar la cabina antes del aterrizaje, por lo que estos decidieron in extremis realizar la maniobra conocida como «go around», o «motor y al aire», frustrando la toma sobre la pista del aeropuerto.

Una vez pasado el susto inicial, varios pasajeros decidieron tomarse la justicia por su mano, y lo que empezó como una llamada de atención excesivamente vehemente contra la persona que había provocado la incidencia, acabó en un intento de linchamiento.

Finalmente, la tripulación pudo hacerse de nuevo con el control de la cabina, y tras aproximadamente 40 minutos, el aparato volvía a realizar la maniobra de aterrizaje, esta vez sí, tomando tierra en el aeropuerto de Budapest.

Antes de que se procediese al desembarque de los pasajeros, varios miembros de la policía húngara se personaron dentro de la aeronave, deteniendo al causante de los incidentes, el cual se encontraba en un estado muy evidente de embriaguez.

Las aerolíneas callan

Ya hemos explicado en diversas ocasiones que un «go around», o aterrizaje frustrado, no es una maniobra peligrosa en si misma, lo cual no quiere decir que no se aplique exclusivamente cuando la seguridad del avión ha quedado comprometida por alguna circunstancia.

Podríamos incluso decir que dicha maniobra fue el menor de los problemas para todos, considerando que los pasajeros que viajaron ayer en este vuelo de WizzAir, tuvieron que sufrir un retraso de más de media hora por un hecho perfectamente evitable.

No sólo esto, la tensión vivida a bordo del aparato, con improperios de todo tipo, puñetazos, empujones y gritos, seguro que tampoco ha sentado demasiado bien a todos aquellos que sienten ya cierta aprensión cuando embarcan dentro de un avión, por lo que si a este hecho se le suma una trifulca a bordo y un aterrizaje frustrado, lo más probable es que hayan pasado una hora de auténtico terror.

Por no hablar de todos los menores de edad que viajaban a bordo de este vuelo, y han tenido que ser testigos en primera persona de acontecimientos más propios de la barra de un bar a altas horas de la madrugada.

Sin embargo, lo ocurrido ayer no es, ni muchísimo menos, lo peor que hemos visto en los últimos meses.

Actualmente, es rara la semana en la que no saltan un par de noticias sobre aviones que tienen que desviarse de su trayectoria para realizar aterrizajes no programados en otros aeropuertos, con el fin de desalojar a pasajeros ebrios que están poniendo en riesgo a todos los ocupantes de la cabina.

Curiosamente, la gran mayoría de estos vuelos tienen su origen en el Reino Unido, y su destino en España, y son mucho más habituales en compañías aéreas de bajo coste.

Pero estos hechos no sólo están poniendo en serio riesgo a todos los ocupantes de un avión, las aerolíneas pierden ingentes cantidades de dinero a consecuencia de los mismos.

Frustrar un aterrizaje y retrasarse en casi una hora, equivale a tener que utilizar más combustible para volver a tomar altura, pasar más tiempo del programado en el aire, y tener que realizar otra maniobra de aterrizaje, que en determinados aeropuertos con un volumen muy importante de operaciones, puede retrasarse muy significativamente.

En los casos en los que hay que tomar tierra en aeropuertos alternativos, para poder desalojar a pasajeros conflictivos, la compañía tiene que abonar también las tasas correspondientes al aeropuerto en cuestión, con el que probablemente no tengan acuerdos comerciales en muchos casos, y los retrasos que se producen también suelen obligar a pagar indemnizaciones al resto de pasajeros.

Entonces, ¿qué es lo que está evitando que las aerolíneas dejen de vender alcohol dentro de sus aviones y prohíban el embarque de pasajeros que presenten síntomas de embriaguez, tal y como está regulado por ley?. La respuesta es muy sencilla: la venta de bebidas a bordo es uno de los medios con los que las compañías aéreas pueden compensar sus tarifas más bajas.

De esta manera, es posible conseguir que un pasajero que apenas ha gastado 20 euros por su billete de avión, sea capaz de abonar una cantidad similar dentro del aparato, con lo que el beneficio por asiento vendido puede llegar a duplicarse.

Esto quiere decir que en muchos casos se está priorizando el beneficio económico sobre la seguridad de los pasajeros, y sólo en el momento en el que las compañías aéreas detecten que el número de incidencias de este tipo aumente de tal manera que los gastos que provocan superen a los beneficios que aporta la venta de alcohol dentro de sus aviones, se tomarán las medidas oportunas.

Caraduras sin escrúpulos

Una de las estampas más típicas que pueden observarse cuando se pasea por la zona de embarque de un aeropuerto, son las enormes colas que se forman incluso horas antes del momento previsto para el despegue del vuelo.

Evidentemente, todo el mundo sabe que tienen sus asientos reservados (en la mayoría de los casos) y que el avión no va a partir dejando en tierra a los que embarquen en último lugar, pero aún así gran parte de los pasajeros prefieren esperar de pie 30, 40 ó 50 minutos, a hacerlo sentados.

Y la razón no es otra que poder encajonar cuanto antes el «equipaje de mano», ya que también es de todos sabido que muy raro es el vuelo que no agota el espacio para las «maletas de mano» cuando apenas han entrado en el avión el 50% de sus ocupantes.

Los abusos que se producen habitualmente han llevado a considerar «equipaje de mano» todo aquello que se arrastra por el suelo, pero parece no afectar a enormes mochilas cuando estas van colgadas a la espalda, bolsas de deporte, maletines, y otros objetos que ocupan un gran volumen de espacio dentro de la cabina.

Lamentablemente, no hablamos sólo de la gran cantidad de tiempo que se pierde antes del embarque, durante el embarque y en el proceso de desembarque de un avión, a consecuencia del «equipaje de mano», sino del peligro que este supone en situaciones de extrema gravedad.

Un número indeterminado de pasajeros fallecían este mismo mes en el accidente de un avión ruso de la compañía Aeroflot, cuando algunos ocupantes priorizaron la recogida de su equipaje de mano antes que la evacuación del aparato en llamas.

No es posible saber exactamente cuántas personas morían directamente por esta circunstancia, pero se sospecha que al menos un par de decenas no pudieron desalojar la aeronave a tiempo al no poder moverse por la cabina llena de humo, totalmente a oscuras, y con una elevadísima temperatura en su interior.

Podemos considerar que esta es la primera vez en la que se reconoce oficialmente que pasajeros de un avión siniestrado podrían haber fallecido no por el accidente en si, sino por el comportamiento de otros pasajeros a la hora de evacuar el aparato.

A pesar de que hechos similares se llevan repitiendo desde hace años, cada vez de una manera más grave, y que volverán a repetirse en el futuro si no se pone límite a este tipo de situaciones, igual que en el caso anterior, las compañías aéreas simplemente callan.

De nuevo, se podría estar poniendo en peligro no la seguridad de los pasajeros de un avión, sino uno de los métodos más eficaces para ganar dinero por parte de las aerolíneas: la facturación de maletas.

El poder facturar una maleta gratis en todos los vuelos, equivaldría a una importante reducción de beneficios anuales, y entre eso y garantizar una evacuación rápida y eficaz en caso de emergencia, parece que las compañías ya tienen su decisión tomada.

Por parte de algunos pasajeros también hemos oído estos días comentarios en contra de lo que supondría la medida de prohibir el «equipaje de mano» (entre comillas porque no es realmente equipaje de mano), a bordo de los aviones.

Las dos razones más esgrimidas han sido: por una parte, el hecho de tener que esperar las maletas en las cintas de recogida.

Recordamos a aquellos que han puesto esta disculpa por delante, que se pierde muchísimo más tiempo haciendo colas innecesarias antes de embarcar a un avión, durante el proceso de embarque, y a la hora de desembarque, que recogiendo las maletas facturadas (de manera gratuita).

Si a los 30/40 minutos de cola que se hacen habitualmente antes de entrar al avión, se le suma el tiempo que se necesita para que todos los pasajeros ubiquen su equipaje y se sienten, y el necesario para que todos lo recojan y abandonen el aparato, estamos hablando sin exagerar demasiado, de mucho más de una hora, que desde luego es bastante más de lo que se tarda como media en recoger el equipaje que viaja en la bodega de un avión.

En segundo lugar, los hay que indican que prefieren volar con su equipaje en cabina, para evitar el riesgo de que este pueda perderse si se factura.

Podríamos hablar de porcentajes de pérdida de equipajes, y de accidentes con víctimas mortales, pero preferimos dejar a todo el mundo que ponga en una balanza si prefiere asumir el riesgo de que su equipaje se pueda perder, o el de perder la vida por culpa del equipaje de otros.

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