La audiencia que está celebrando el organismo estadounidense US House Transportation Committee, para estudiar todo lo ocurrido en relación con la fabricación, comercialización y los dos accidentes sufridos por el nuevo modelo de Boeing, el 737MAX, desvelaba el día de ayer un informe que deja en un lugar muy delicado a la FAA.
La actuación de la FAA (el equivalente norteamericana a la Agencia Europea de Seguridad Aérea) ha sido muy discutida desde el comienzo de este asunto, ya que permitió que Boeing se autocertificase distintos elementos de su avión, además de mantener una actitud extrañamente pasiva después de los dos accidentes mortales sufridos por el 737MAX, que acabaron con la vida de 346 personas.
Pero las críticas contra la FAA arrecieron ayer mismo, después de que este organismo hiciese público un informe propio, emitido tras el primer accidente mortal sufrido por la compañía aérea Lion Air.
Según consta en dicho informe, los especialistas de la FAA advertían de diversos defectos en el diseño del 737MAX, entre los que ya se incluía el estabilizador MCAS, que fue el causante de ambos siniestros, y confirmaban que de no subsanarse dichas deficiencias, el modelo era susceptible de sufrir 15 «accidentes fatales» (literal) en un periodo medio de vida operativa de aproximadamente 30 años.
Esto significa que la propia FAA era consciente de diversos problemas con este modelo, que según sus propios empleados estaba destinado a sufrir importantes accidentes cada dos años.
Ante esta evidencia, la FAA podría haber tomado ya decisiones urgentes, como la retirada del avión mientras no se aclarasen con Boeing todos los problemas detectados, pero el organismo estadounidense hizo exactamente lo contrario, ratificando que se trataba de un aparato perfectamente seguro.
Es más, todavía después de ocurrir el segundo accidente mortal, la FAA insistía en la defensa tímida del 737MAX, y fue más la presión recibida desde Europa, principalmente, lo que llevó a la decisión de mantener en tierra todas las unidades que ya estaban operativas.
De nuevo, y una vez más, desde la FAA se filtraba hace muy pocas fechas que el 737MAX volvería a los cielos antes del fin de este año, una noticia que se criticó duramente desde el extranjero, lo que ha llevado a un cambio radical de posición por parte estadounidense.
Ahora, el administrador general de la FAA, Stephen Dickson, ha aprovechado para autoimponerse la medalla de la prudencia, desdiciéndose de su discurso inicial y afirmando que la FAA ha tomado el control total sobre el proceso de construcción del aparato de Boeing, que no volverá a volar hasta estar totalmente seguros de que todos los pilotos al mando del mismo están perfectamente entrenados para ello.
Esto no ha evitado las duras críticas del presidente del comité que está estudiando este asunto, Peter DeFazio, el cual ayer mismo manifestaba que «la FAA dejó a la suerte la seguridad de los pasajeros, permitiendo la continuidad del 737MAX mientras Boeing intentaba solucionar los problemas con el software del MCAS».
A pesar de esta durísima acusación, las palabras de DeFazio y el informe de la FAA no fueron lo peor que se pudo escuchar ayer en el US House Transportation Committee.
Ed Pierson, un empleado jubilado de Boeing, que avisó muchos meses antes del primer siniestro del 737MAX sobre múltiples incidencias en el proceso de fabricación de este modelo, declaraba en la audiencia.
Básicamente, la declaración de Pierson se basó en resaltar la prioridad que había establecido Boeing para la fabricación del MAX, que era única y exclusivamente mantener la máxima rapidez durante todo el proceso.
Esto había llevado a que muchos trabajadores tuviesen que hacer turnos de trabajo de 7 días seguidos, y cuando no podían seguir el ritmo marcado por sus superiores de Boeing, eran sustituidos por otros empleados que carecían de la preparación necesaria para desempeñar determinadas labores.
Según Pierson, la fábrica de Boeing se había convertido «en un auténtico caos», donde se pasaban por alto muchos problemas con el fin de no ralentizar la entrega de los nuevos aparatos a las aerolíneas que ya los habían comprado.
Pierson avisó por escrito a sus superiores en Boeing, relatando todas las incidencias que había detectado, pero según su declaración, la respuesta del constructor norteramericano fue apresurar todavía más el proceso de fabricación, es decir, hacer todo lo contrario a lo que se le había sugerido.
En definitiva, todavía un poco más de polémica ante uno de los escándalos más graves que se recuerdan en el sector aéreo, sobre el cual ya nadie se atreve a opinar, viendo que cada día saltan nuevos datos que no dejan precisamente en un buen lugar ni a Boeing, ni a la FAA.
De momento, no se prevé que el 737MAX vuelva a volar en breve, lo cual está agotando la paciencia de varias compañías aéreas, principalmente las dos «lowcost» más importantes del mundo: Southwest y Ryanair.
Ninguna aerolínea quiere hacer comentarios demasiado duros, ya que muchas esperan contar con este modelo de avión en su flota, y no quieren crear alarma sobre sus pasajeros, pero el CEO de Ryanair, Michael O´Leary, se mostraba especialmente enfadado en una de las últimas entrevistas concedidas a los medios de comunicación, lanzando un mensaje contundente a Boeing para que resuelva este asunto.
Curiosamente, IAG ha sido el único grupo aéreo que se ha comprometido públicamente a la compra de 200 unidades del 737MAX, que piensa destinar a las flotas de Vueling, Level y British Airways, pero visto lo visto, tampoco descartamos una rectificación en un futuro próximo.