Boeing y Airbus estudian la manera de combatir el coronavirus en sus aviones

En este mismo momento, mientras estás leyendo este post, hay 100 ratones que están siendo expuestos a los efectos de luces ultravioleta sobre su organismo.

El experimento se está desarrollando en el Columbia´s Center for Radiological Research, en los EEUU, y consiste en mantener a los roedores durante 8 horas al día bajo este tipo de luces, con el fin de poder estudiar si se producen cambios malignos en sus células.

Las buenas noticias son que, a día de hoy y después de analizar muestras de su piel y córnea, no se ha detectado ningún tipo de transformación a nivel celular.

Si te preguntas el porqué esto es una buena noticia, te responderemos que la utilización de lámparas de luz ultravioleta podría convertirse en el futuro en un sistema utilizado por los principales constructores de aviones para minimizar el riesgo de contagios a bordo de sus aparatos.

Por esta razón, es necesario conocer previamente si la exposición a este tipo de luz podría ocasionar algún problema al ser humano.

Ni la Administración Federal de Aviación norteamericana, ni la Agencia Europea de Seguridad Aérea, han establecido de momento protocolos de actuación a los fabricantes de aeronaves para que se adapten a lo que ya se conoce como la «nueva realidad».

Sin embargo, ambas agencias trabajan a contrarreloj para concluir distintos estudios que se están llevando a cabo desde que comenzó esta crisis, destinados a mejorar la calidad del aire dentro de los aviones.

La pésima situación económica no ha impedido a Boeing destinar una importante cantidad de dinero a un proyecto que ya había comenzado la FAA estadounidense, liderado por el profesor Quingyan Chen, cuyo fin es estudiar la propagación de enfermedades infecciosas dentro de las cabinas de los aviones.

De hecho, la FAA se vio empujada a dar un importante impulso a esta investigación tras las presiones recibidas después del fallecimiento de al menos 3 pilotos y 1 tripulante de cabina de la aerolínea American Airlines, infectados por el nuevo tipo de coronavirus.

A medida que la cifra de contagios va disminuyendo en una parte del planeta, y aumentado en la otra, el discurso ofrecido por la gran mayoría de las compañías aéreas se mantiene invariable, afirmando que todas las medidas de prevención que se toman dentro de los aviones los convierten en un entorno seguro y libre de virus para sus pasajeros.

En un comunicado oficial realizado por la aerolínea Alaska Airlines, se afirmaba que los filtros de tipo HEPA (utilizados también en los hospitales) eliminan hasta el 99.99% de todo tipo de virus y bacterias, basándose en un estudio realizado precisamente por la agencia europea AESA.

La práctica totalidad de compañías aéreas hicieron suyo este discurso, aprovechando además para lanzar un mensaje de tranquilidad a sus clientes.

Para el profesor Chen, que lleva toda su vida laboral estudiando la calidad del aire dentro de los aviones, grandes barcos de pasajeros, edificios y oficinas, la afirmación publicada por Alaskan Airlines no es del todo correcta.

Chen afirma que el estudio realizado por AESA estaba centrado en diversos componentes químicos, no en virus.

Según sus propias palabras registradas en el diario Building and Environment, del que es además editor: «para ser sinceros, los aviones no están diseñados para evitar el contagio de enfermedades infecciosas. No están preparados para realizar esa labor».

Esta es la conclusión a la que llegó después de trabajar 6 años en la fundación Airliner Cabin Environment Research Center, creada por la FAA, en la cual fue el máximo responsable desde el 2004 hasta el 2010.

El principal problema que apunta el profesor Chen es que todavía existe el riesgo de que algunos pasajeros puedan respirar pequeñas gotas que salen de la boca y nariz de pacientes asintomáticos, antes de que el aire en la cabina sea filtrado y recirculado, algo que ocurre aproximadamente cada 3 minutos.

Al parecer, este riesgo es mucho mayor para aquellos que ocupan la misma fila de asientos que el pasajero enfermo, una fila delante, y una fila detrás. Sin embargo, si esta persona se mueve dentro de la cabina, se multiplican notablemente las probabilidades de contagio a otros usuarios sentados mucho más lejos.

En los estudios realizados durante la crisis provocada por el SARS, otra enfermedad infecciosa provocada por un tipo de coronavirus, se concluyó que dentro de un Boeing 777, durante un vuelo de 5 horas de duración, las probablidades de contagio eran de 1 entre 3.

Sin embargo, en el mismo caso y volando menos de 3 horas dentro de un Boeing 737, las probabilidades caían hasta 1 entre 5.

Mientras Boeing está a punto de revelar un sistema que limpia y desinfecta automáticamente el baño de los aviones tras su uso, Airbus está probando otro que cambiaría la forma en la que se inyecta el aire dentro de la cabina durante el vuelo.

Según el profesor Chen, el principal error del sistema actual es que se proporciona el aire desde la parte alta de la cabina a cada pasajero, en vez de hacerlo desde abajo.

Al parecer, suministrando aire en la cabina desde el suelo, este se calienta aprovechando la temperatura ambiente dentro del avión y el calor corporal de los pasajeros, ascendiendo de manera natural.

Tal y como se está haciendo ahora mismo en los aviones, el flujo de aire que cae desde arriba choca con el que asciende desde la parte baja, lo cual provoca fluctuaciones que podrían favorecer la transmisión de virus y otras partículas nocivas.

El objetivo a cumplir para el profesor Chen es que los pasajeros no compartan aire entre ellos.

De cualquier manera, Chen afirma que todavía se desconocen muchas características de este virus, y apunta a distintos casos ocurridos en varios hospitales en los que se detectó su presencia en el aire, algo que hasta ahora sólo se creía que ocurría con el virus del sarampión.

De hecho, la National Academies of Science, Engineering, and Medicine de los EEUU, después de publicar un trabajo realizado en la Universidad de Nebraska, confirmaba el pasado 1 de Abril la posibilidad de transmisión del nuevo tipo de coronavirus sólo a través de la respiración, sin la necesidad de que se expulsen pequeñas gotas al aire por parte del paciente infectado.

Esto último ha llevado a Chen a experimentar sobre la posible transmisión a la atmósfera del virus tras el uso del baño por parte de un pasajero infectado, y después de que este utilice el sistema de vacío implementado en los lavabos de los aviones.

«Cualquier persona que vaya a viajar en el futuro dentro de un avión, debe de llevar en todo momento una mascarilla. Nuestro trabajo es informar a los pasajeros de los posibles riesgos, y estos tienen que tomar todas las medidas que estén en su mano para evitarlos, al igual que deberán hacer las compañías aéreas», ha declarado el profesor Chen al diario The Washington Post.

Además, ha añadido que «la tecnología que estamos diseñando es muy buena, mejor que la que había hasta ahora, pero no es perfecta. Si el pasajero que está a tu lado tose o estornuda, y no se utiliza ningún otro medio de protección, por muchos filtros y sistemas que ideemos para protegerte va a ser imposible evitar el contagio».

Chen ha querido hacer un llamamiento a la responsabilidad individual de cada usuario del transporte aéreo, para protegerse a si mismo y proteger a sus compañeros de vuelo de posibles infecciones.

Ahora, sólo queda por saber si la utilización de lámparas de luz ultravioleta, y el cambio de diseño del sistema de entrada de aire en las cabinas de los aviones, da los resultados esperados y es aprobado por los organismos competentes correspondientes.

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