No sé si Reykholt merece una entrada por si misma. Para mi, fue un sitio donde pasar la noche después de todo el camino de vuelta desde el norte, o debería decir, el duro camino desde el norte.
Recomendaría visitar esta zona si se dispone de tiempo suficiente para conocer el país y, de no ser así, creo que puede ser perfectamente evitable.
Lo primero que vais a ver son las fumarolas que invaden toda el área.
En prácticamente todos sitios, hay lugares donde el agua hierve dentro de la tierra y, todavía más con el frío, el humo que desprenden parece hacer de esta parte de Islandia un gran balneario.
Por cierto, os podéis bañar sin ningún problema en cualquiera de ellas, no hace falta pedir permiso a nadie; yo, de hecho, me disponía a hacerlo, pero el frío hizo que múltiples gusanos de tierra, buscando calor, inundaran todos estos jacuzzis naturales, haciendo que no me sintiera tan cómodo con la experiencia.
También debo decir que las pequeñas cascadas de Hraunfossar son dignas de ver. No puedo entender que no se mencionen en guías de viaje, como por ejemplo la lonely planet. Son una auténtica belleza y creo que merecen una parada en la ruta de cualquier viajero.
Por otro lado, hay cosas que a uno le hacen adoptar un especial cariño a un sitio o lugar en particular y, una de ellas, es la atención o la hospitalidad que puedes recibir por parte de los habitantes del mismo.
En mi caso, me refiero a los propietarios y empleados del hotel Foss de Reykholt. La época de turismo de verano ya había acabado y simplemente estaban allí cuidando de las instalaciones del hotel. Me atendieron de maravilla a mi llegada, me dieron una buena habitación y me ofrecieron todas las facilidades de las que disponían para que pasara la noche lo mejor posible.
Para preparar el desayuno, el gerente del hotel se levantó y se dedicó a cocinar como un loco, haciendo que disfrutase del mejor despertar de todo el viaje.
No se olvidó de nada: desde las típicas mini-salchichas, baked beans, huevos revueltos, huevos cocidos, entremeses, diversos tipos de pescado locales, cereales, galletas, bollería variada, fruta variada, leche, zumos …. en fin, un detalle que se agradece.
Debo decir que el hotel me recordó un poco al de la película «El Resplandor», con grandes pasillos de habitaciones, pero estas son enormes y no, no tienen ducha tsunami, ni siquiera tienen ducha, sino una buena bañera donde puedes relajarte disfrutando de las aguas termales que cogen directamente de su suelo. Además, disponen de diversos jacuzzis exteriores y salas de relax y masaje para apaciguar los dolores de cualquier viajero cansado.
En este punto debo aclarar que, prácticamente en toda Islandia, el agua caliente es obtenida directamente de la tierra y por ello y debido a su procedencia volcánica, tiene un fuerte olor a azufre.
Al principio a uno le resulta algo chocante ducharse con ese olor, pero pronto te acostumbras y te das cuenta de que no sólo no tiene nada de malo, sino que, además, es un agua con múltiples propiedades beneficiosas para el cuerpo.
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