La noticia saltaba hace sólo muy pocos días a todos los medios de comunicación europeos: la aerolínea irlandesa lowcost Ryanair comenzará a cobrar a sus pasajeros por el equipaje de mano, a partir del próximo 1 de Noviembre.
De nuevo, otra vuelta de tuerca con respecto a la política de esta compañía aérea en lo que se refiere al equipaje, de la que llevamos tres importantes bandazos dentro del mismo año.
¿Qué tipo de repercusiones puede entonces tener este nuevo anuncio de cara al futuro?, la respuesta es bien sencilla: absolutamente ninguna.
Si acaso, el único efecto secundario a temer es que el resto de aerolíneas que suelen criticar a Ryanair primero, para posteriormente adoptar sus mismas medidas, decidan imitarla una vez más.
La cuestión no es sólo que esta norma impuesta por Ryanair es contraria a la Ley de Navegación Aérea (artículo 97), que vincula la compra de un billete de avión a la posibilidad de llevar un bulto en cabina sin coste adicional, que respete las medidas oportunas y no signifique un peligro para la integridad de los pasajeros o la aeronave, es que además es contraria a cualquier legislación comercial del planeta, ya que no es razonable aplicarla a aquellos pasajeros que ya tienen sus billetes comprados con anterioridad a la nueva norma.
Pero resulta curioso que desde algunos sectores se esté dando ahora tanta importancia a las leyes que pueda cumplir o incumplir la aerolínea irlandesa, cuando esta lleva campando a sus anchas durante años sin que nadie se haya atrevido nunca a decir o hacer nada.
Ryanair seguirá creciendo como la espuma, a pesar de las huelgas, de los problemas laborales, del maltrato a sus empleados y pasajeros, y de los continuos abusos que tenemos que escuchar todos los días.
¿Alguien se imagina lo que le podría pasar a un empresario en nuestro país que tuviese el valor de amenazar a cualquiera de sus trabajadores si deciden ir a una huelga?. No sólo ocuparía la noticia las portadas de todos los diarios, es que en cuestión de pocas horas tendría que recibir la visita de Inspección de Trabajo, mientras que las redes sociales arderían en contra del sujeto en cuestión y de su empresa.
Pues Ryanair puede hacer eso y mucho más, sin temor a que su imagen se dañe lo más mínimo. De hecho, después de casa escándalo vuelve a batir de nuevo su propio récord de pasajeros.
Y esto es posible gracias a que esta aerolínea ha tocado el punto «G» con el que sueña cualquier empresa del mundo: crear una relación vinculante de dependencia con sus clientes.
Esto significa que para los usuarios de la lowcost irlandesa, la compañía les está haciendo un gran favor. Gracias a ella, pueden volar y viajar a lugares que de otra manera les resultaría totalmente imposible conocer.
Ryanair consigue que puedan encontrarse con sus seres queridos, que puedan soñar con viajar por toda Europa, que puedan ver mundo por muy poco dinero.
De esta manera, los clientes habituales de la aerolínea cuando se disponen a planificar su viaje, lo hacen basándose en los destinos hacia los que esta vuela, y ya ni siquiera se plantean consultar las opciones que ofertan otras compañías, porque saben que van a pagar más.
Necesitan tanto de Ryanair, como Ryanair de ellos. Ambos se complementan, se entienden y se comprenden a la perfección.
Es más, los clientes habituales de esta aerolínea la defienden a capa y espada, dan la cara por ella, la justifican cuando hace falta y salen en su defensa si entienden que está siendo atacada. Su mayor temor, por encima de cualquier otra cosa, es que pudiese desaparecer, o subir el precio de sus billetes.
Y esto lo hemos visto en primera persona hace muy pocas semanas, cuando uno de sus pasajeros nos llamó desesperado porque habían cancelado su vuelo y se había quedado colgado sin opciones para volver a casa.
Después de ofertarle otros vuelos, nos acabó diciendo que había encontrado un hueco en otro avión de Ryanair que saldría en un par de días. Es decir, el mismo pasajero que se había quedado varado en destino, y al cual no se le habían ofrecido alternativas por parte de la compañía, optaba por volver a comprar sus billetes con la misma aerolínea que lo había dejado tirado.
Efectivamente, todo en la vida tiene un precio, y lo que no se paga por un lado, se hace por otro.
Ryanair te llevará por el aire por muy pocos euros, pero a cambio vas a tener que hacer la vista gorda con su política laboral, con su departamento de atención al cliente, o con su particular filosofía de trabajo.
Todo se resume en: «Nosotros te llevamos a donde quieras, pero a cambio no nos hagas tener que cumplir con todas esas pesadas normas y leyes, que sólo van a conseguir que te tenga que cobrar más dinero».
Y así, de esta misma manera, los mismos pasajeros de Ryanair que sale a la calle a manifestarse por las políticas de inmigración, por las reformas laborales, por la desprotección a los más débiles y por muchas otras causas nobles, miran hacia otro lado cuando se les explica cómo funciona la aerolínea.
O lo que es lo mismo: entre bomberos, no nos pisemos la manguera.
Muchos de los pasajeros de Ryanair aceptan el reto que se les traslada desde la compañía y responden a los nuevos ajustes con nuevas maneras de evitarlos. Si me impiden subir con dos bultos a bordo, meto todo en una gran mochila y listo. Si no me cabe el espacio para meter toda mi ropa, subo al avión con 3 pantalones, 3 camisas y 3 abrigos encima.
Hecha la ley, hecha la trampa.
Pero la culpa de todo lo que está sucediendo y el circo en el que se está convirtiendo el sector aéreo no la tienen ni los pasajeros de Ryanair, ni tampoco las autoridades competentes, que en este caso se muestran totalmente incompetentes.
Las principales culpables son el resto de aerolíneas no lowcost, las que no están consideras como de bajo coste.
Estas compañías no han sabido cómo afrontar la competencia de la bajada del precio de los billetes de avión, y en vez de atraer a sus clientes con un mejor trato, servicios superiores, aviones más modernos y eficaces, o una mayor comodidad en vuelo, se han limitado a intentar imitar a las lowcost.
Si pudiésemos decir que volando con una compañía aérea tradicional estás más seguro, más cómodo, mejor atendido y más mimado en caso de cualquier eventualidad, no tendríamos ningún problema para vender sus billetes y probablemente tanto Ryanair como muchas otras similares no tendrían tantísimo éxito, pero la cuestión es que no podemos decir esto.
Ryanair es tan segura como cualquier otra compañía aérea europea, sus asientos son igual de cómodos y hasta hay mayor separación entre filas, su flota está compuesta por los aviones más jóvenes del sector, y el trato al cliente no es peor al que dispensan otras que no quieren que se les aplique el distintivo de aerolíneas de bajo coste.
¿Dónde está pues la diferencia para el usuario?. ¿Por qué pagar más si se puede viajar por menos?. ¿Qué me ofrece a mayores el resto?.
Lo que quieren pensar todos los pasajeros de Ryanair es que si realmente se está incumpliendo alguna norma, no es asunto suyo, sino de las autoridades competentes que son las que tendrían que velar por el cumplimiento de la ley.
Y esto es así y no hay nada ni nadie que permita rebatirlo.
¿Se enfrentará Ryanair a sanciones por parte de las distintas Administraciones? no, más bien al contrario, seguirá percibiendo fuertes subvenciones por operar desde muchos aeropuertos.
¿Sufrirá Ryanair una bajada de pasajeros debido a todo el caos que está montando en Europa durante este año? no, al contrario, lo más probable que acabe el ejercicio como la primera compañía aérea de Europa por número de pasajeros, muy por encima del resto.
Entonces, poniéndonos en los zapatos de los directivos de Ryanair, ¿por qué cambiar un sistema que funciona?. Si fuésemos tan malos, no tendríamos tantísimos pasajeros.
Pues eso, lo hemos repetido un montón de veces, sarna con gusto no pica.