La gran mayoría de turistas no saben viajar

Parece mentira que a estas alturas del partido tengamos que volver a hablar de esto, que debería ser ya una auténtica perogrullada, pero lamentablemente la fiebre lowcost que invade nuestro país está provocando cada vez situaciones más disparatadas.

El precio se ha convertido en el factor decisivo que hace que un viajero se decida no sólo a elegir una aerolínea por encima de otra, un hotel en vez de otro, sino lo que es mucho peor, un destino en lugar de otro.

Toda la capacidad de análisis y crítica, necesarias para saber si de verdad se está actuando de manera correcta, y pagando una cantidad adecuada por los servicios que se están comprando, ha desaparecido.

Por culpa de esto, o según por qué lado se mire, gracias a esto, todas las empresas del sector turismo se han aprendido muy bien la lección y dedican gran parte de sus medios y esfuerzo no precisamente a implementar mejores secciones de atención al cliente, o a una atención más personalizada, sino casi exclusivamente a enormes y poderosos departamentos de marketing y gestión de ventas.

Todo se basa en hacer creer al cliente que está adquiriendo un chollo, una ganga, cuando en realidad es más bien lo contrario.

Esto solemos verlo con bastante frecuencia en nuestra propia agencia de viajes, sobre todo cuando se aproximan fechas de vacaciones o puentes, donde aumenta considerablemente la demanda.

Además, es probable que todos tengamos un amigo o conocido que, como pasa siempre, haya hecho los mismos viajes que nosotros, pero eso sí, mucho más baratos. Pocos analizan el porqué de esto, y se quedan sólo con las cifras finales abonadas como la muestra evidente de que se ha viajado bien, o mal.

Esto no pasa en otros sectores, donde cualquier cliente potencial conoce perfectamente la diferencia entre comprar, por ejemplo, un vehículo de una marca, o de otra más cara. En todos los casos, siempre hay un límite de presupuesto que va a marcar hasta dónde se puede colocar el listón, y dentro de este se buscará la manera de adquirir lo mejor.

En el sector del turismo esto no ocurre. La inmensa mayoría de turistas piden viajes baratos, vuelos baratos, hoteles baratos, destinos baratos. De hecho, cualquiera de estas combinaciones de palabras, que llevan el adjetivo barato, son las más buscadas en internet, con mucha diferencia, y las grandes empresas pagan cantidades desorbitadas de dinero por aparecer en los primeros puestos de búsqueda cuando se teclean en cualquier ordenador o dispositivo móvil.

Pero, ¿se puede llamar realmente «ofertas», «gangas», «chollos», «oportunidades», a todo lo que se vende?. Definitivamente, la respuesta es no.

El ejemplo más claro lo podemos ver si dejamos de lado todo lo relacionado con las tarifas aéreas y nos centramos, por ejemplo, en los hoteles.

Fuera de España, y en realidad en pocos más países europeos y del resto del mundo, la clasificación por categorías y estrellas no es especialmente clara.

Por esta razón, muchas veces se venden supuestos hoteles de 4 estrellas en Londres, por ejemplo, que en nuestro país posiblemente no llegasen ni a ser catalogados como de 2.

Esto es aprovechado para vender las ofertas que ahora mismo inundan internet, y os vamos a explicar el porqué.

Pongamos como ejemplo un viaje al Caribe. Una agencia está vendiendo el mismo a 1.000 euros por persona,  y otra a 600 euros. Por supuesto, la gran mayoría de clientes calificarían la segunda opción como una muy buena oferta, ya que hay una diferencia de 400 euros entre ambas. De hecho, muchos se referirían a ella como una auténtico «chollo».

Pero la situación es realmente distinta. En la primera oferta se está incluyendo un hotel de categoría superior muy bien situado, con instalaciones de alto nivel. Su precio de venta al público medio (el que se encontraría en su propia página web, o en la mayoría de buscadores más habituales de la red) podría rondar los 1.300 euros, para el número de noches recogidas en la oferta.

Sin embargo, el segundo alojamiento, aún con la misma categoría teórica, es sensiblemente inferior. Mucho más antiguo, más alejado de todo y con instalaciones más básicas. Su precio de venta al público estaría rondando los 700 euros.

Si nos paramos a estudiar estos detalles, ¿cuál de las dos opciones podría ser verdaderamente catalogada como una oferta, una ganga, o un chollo?.

Es más que evidente que el viajero que hubiese optado por la primera, habría hecho un enorme negocio y obtenido un nivel de servicios muy por encima de la cantidad que ha abonado.

El que hubiese optado por la segunda opción, habría ahorrado 100 euros, que probablemente los acabaría pagando con creces en gastos de transporte, o en conceptos tan difíciles de valorar económicamente como la comodidad, el tiempo, o el propio nivel de satisfacción.

Como decíamos al principio, esto parece de perogrullo, pero no, no lo es. Todos los días seguimos intentando explicar lo mismo a muchas personas que no acaban de entender el razonamiento.

El precio es importante, por supuesto, pero para analizar si una oferta es realmente eso, o no, hay que estudiar muchos otros factores. Lo que verdaderamente importa es saber si el dinero que estamos pagando se corresponde con lo que estamos recibiendo, y si esto conlleva un verdadero ahorro.

Aunque parezca mentira, las grandes redes sociales tienen buena parte de culpa de todo esto. Cuando hablamos anteriormente del típico amigo que siempre viaja más barato que nadie, ahora hay que multiplicarlo por otros 100, que tienen canales de vídeos, blogs y diversas páginas web.

Nuestro amigo, el que lo sabe todo de todo, podría calificarse como el listillo de turno, que cuenta lo que le interesa y se guarda el resto. Estos otros personajes a los que nos referimos, son auténticos profesionales del trileo online, porque viven de eso, y hoy venden lencería, perfumes, o maquillaje, y mañana viajes y hoteles.

Por supuesto, nos referimos a los conocidos como influencers.

Es totalmente cierto, su poder de influencia sobre el resto es casi mágico. Cada día recibimos peticiones de clientes para viajar al destino al que fue fulanito, o fulanita, los influencers de turno, porque han sacado un vídeo buenísmo, lleno de tips (ya no queda bien decir «consejos») y apenas han gastado dinero.

Cuando contamos la verdad sobre esos vídeos, la inmensa mayoría se nos queda mirando con cara de estupor, diríamos que hasta de odio. Quiénes somos nosotros para osar desafiar las opiniones de «especialistas» en viajes, de los mismísimos influencers.

Para haceros una idea del nivel al que hemos llegado, contaros que no hace demasiado tiempo una muy famosa influecer sacó una serie de vídeos relacionados con un viaje que había hecho a un país bastante lejano, del que casualmente en Turama somos especialistas.

Además de que esta persona no dejaba de decir auténticas barbaridades y recomendaciones que no venían al caso, nos enteramos que estuvo peinando la zona en cuestión, concretamente los resorts más caros y prestigiosos, intentando conseguir alojamiento gratuito, para lo cual vendía su imagen de influencer y prometía una enorme publicidad en las redes sociales.

Como todavía queda gente medianamente lista, en casi todos estos hoteles obtuvo una contestación negativa, salvo en uno, donde se acordó cederle una enorme habitación a un precio reducido, a cambio de la correspondiente publicidad.

Pues bien, esta persona finalmente acabó subiendo otro vídeo en el que, sin cortarse un pelo, comentaba que se había pasado días estudiando todos los hoteles y resorts disponsibles, buscando cuál era el mejor, que evidentemente se trataba de aquel que finalmente había sucumbido a sus encantos de influencer.

Este asunto nos llamó mucho la atención, porque nos habían solicitado un presupuesto en ese mismo lugar, señalándonos el vídeo en cuestión como la razón por la cual se había escogido. Nosotros sabíamos que ese resort en cuestión no era, ni de lejos, el mejor de la zona, pero por muchas explicaciones que dimos a la persona interesada, nos fue imposible convencerla de lo contrario.

Viajar bien y barato es complicado. Hace falta una capacidad de análisis mucho mayor que el simple visionado de las opiniones de personas que se rigen en cada momento por intereses económicos. A la gran mayoría no le gusta que se le diga esto, pero la realidad es que la práctica totalidad de turistas no saben cómo hacerlo, y lo que es peor, están total y absolutamente convencidos de lo contrario.

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