Si se pudiese sobrevolar lentamente el centro de la capital peruana, la imagen que tendríamos es la de un pequeño caos: miles de vehículos intentando llegar a su destino en unas vías totalmente colapsadas, ruidos de bocinas, las famosas combis con sus conductores gritando el trayecto a los viandantes, los cambistas con su chaleco de color y billetera en mano llamando a sus clientes, y los peatones, ajenos a todo este movimiento pero, al mismo tiempo, formando parte de el.
Afortunadamente Lima es mucho más que eso; de hecho, es muchísmo más que eso.
Estamos hablando de un auténtico crisol de culturas, donde todas han tenido una importante aportación y donde todas han confluído y colaborado hasta crear lo que es hoy en día una de las ciudades más interesantes y atractivas de sudamérica.
El limeño es conocedor de lo que su ciudad puede ofrecer al turista, y se muestra orgulloso de ello. Sin dejar la capital es posible visitar ruinas de antiguas civilizaciones incas, o mastodónticos centros comerciales, probar una de las gastronomías más refinadas y afamadas del continente, o decantarse por degustar los platos más típicos y tradicionales de la zona.
De hecho, el limeño invita a probar las muchas bondades de su cocina al foráneo porque, según su particular y sutil ironía, los demás también tienen derecho a “comer rico”.
El chifa, la famosa adaptación local a los ingredientes y cocina tradicional china, no es más que otro claro ejemplo de lo que ha pasado en Lima durante el transcurso de los años, en los que se ha absorbido y adaptado, para posteriormente hacer propio, una cantidad ingente de influencias locales y extranjeras.
En el centro de la ciudad es posible pasear por el Jirón de la Unión, una de las vías comercialmente más importantes y atractivas, o visitar la catedral y la plaza de armas, señales de un estilo arquitectónico inconfundible. Si uno muestra cierto interés por visitar el Congreso, lo más probable es que, gratuitamente, le asignen un guía propio que procederá a llevarlo y acompañarlo por el mismo, contándole todas las particularidades de la política nacional actual.
Esto es así porque aquí no se esconden las cosas, lo que hay vale la pena verlo, y si vale la pena verlo, para qué esconderlo…
Otros tantos viajeros se decantan más por la zona abierta al mar de la ciudad, como pasear por la costa verde. Aquí es posible volar en ala delta difrutando del paisaje, o recorrer barrios de gran belleza, como Barranco o Miraflores.
Habrá que aclarar también, para aquel que no lo sepa, que no se debe confundir el Puente de los Suspiros con el suspiro Limeño. El primero es un lugar digno de ser visitado, y el segundo es un postre típico, sin ninguna duda, digno de ser degustado.
En último caso habría que aconsejar al viajero para que no se dejase llevar por esa primera imagen, albergarda por la sempiterna nube gris que cubre la capital: Lima es sinónimo de cultura,diversidad y belleza.