Mientras que el gobierno británico niega tajantemente que el Brexit haya generado una escasez de trabajadores en el país, lo cierto es que todos los acontecimientos sucedidos desde su salida de la Unión Europea demuestran exactamente lo contrario.
A día de hoy, los aeropuertos del Reino Unido se han visto obligados a reducir su número de operaciones mensuales, ante el riesgo de entrar en un colapso definitivo, sin que parezca posible el volver a recuperar toda la mano de obra perdida durante la pandemia.
Aerolíneas como EasyJet, British Airways, o TUI, están cancelando numerosos vuelos con salida programada para este Verano, dando por hecho que no van a poder realizarlos.
Al mismo tiempo y con el fin de evitar de alguna manera las nuevas normas impuestas para los trabajadores extranjeros, estas mismas compañías aéreas están recurriendo a diversos subterfugios que, básicamente, consisten en alquilar aviones matriculados dentro de la Unión Europea, prescindiendo de los suyos.
De este modo, la aerolínea bandera del país, British Airways, a pesar de disponer todavía de 18 aeronaves propias y paradas que podría utilizar en sus operaciones, ha preferido alquilar 4 aviones a la finlandesa Finnair y otros 4 a la española Iberia.
Por su parte, la lowcost EasyJet le ha alquilado otros 9 aviones a la letona SmartLynx, compañía que a su vez también ha prestado otros 5 a TUI.
Las aerolíneas del Reino Unido pueden de esta manera apoyarse en tripulaciones extracomunitarias, sin tener que recurrir a la tramitación de visados laborales para trabajadores de fuera de la UE.
Lamentablemente, todo parece indicar que los problemas no se limitan exclusivamente al sector aéreo y ya están afectando a otros medios de transporte como el tren y el metro, la sanidad, o la educación, cuyos profesionales tienen preparadas diversas movilizaciones durante este Verano.
Estas nuevas protestas han vuelto a recuperar la mítica casposidad de diversos medios de comunicación británicos, que continúan calificando como «prácticas españolas» buena parte de la problemática laboral que están sufriendo tras la aprobación del Brexit.
Estamos hablando de un término despectivo que comenzó a utilizarse a mediados de los años 80 para referirse a prácticas laborales aplicadas dentro de las empresas y negociadas habitualmente a través de sindicatos, que en un principio se limitaban a definir hasta dónde llegaba el horario laboral y cuándo se hacía necesario el abono de horas extra.
Sin embargo, el término finalmente ha degenerado y se ha acuñado prácticamente ante cualquier conflicto laboral, avivando la imagen estereotipada de los primeros emigrantes españoles que llegaron a las Islas Británicas y a los que se les ponía en duda la capacidad de esfuerzo en el desempeño de su trabajo.
Llama poderosamente la atención que en un país donde se presta especial vigilancia a cualquier tipo de abuso racial o micro racismo, todavía se puedan leer titulares en los medios de prensa considerados «serios» utilizando términos de estas características.
De hecho, se ha utilizado el término «spanish practises» para comentar el supuesto caso en el que se envió a 9 operarios para cambiar un enchufe, cuando los trabajadores de origen español que prestan sus servicios en el Reino Unido precisamente denuncian que normalmente tienen que hacer el trabajo que correspondería a dos personas.
En definitiva, parece que al hacer mención a las «prácticas españolas», se está intentando de algún modo esquivar responsabilidades propias y desde luego directamente atribuibles a la decisión de abandonar la Unión Europea.
Cabe preguntarse ahora qué pasaría en España si, siendo uno de los primeros destinos receptores de turistas británicos, preguntásemos a los habitantes de algunas zonas costeras qué entenderían por «prácticas inglesas».
Probablemente, nos echaríamos las manos a la cabeza, aquí y en la Pérfida Albión…