La innovación en la oferta que están haciendo algunas compañías aéreas causa auténtico furor entre sus pasajeros. Lamentablemente, este tipo de iniciativas todavía no han llegado a Europa, donde el usuario sigue relegado en un segundo (o tercer) plano.
Los «vuelos a ningún sitio» se han convertido ya en la última novedad de un sector que empeora sus previsiones de futuro y cae en picado.
Las aerolíneas que ofertan este tipo de servicios, apenas necesitan unos pocos minutos para vender todos los billetes, con lo cual no sólo están generando un beneficio económico con el que no contaban a priori, sino que además mantienen activo un vínculo con sus clientes en el peor momento de su historia.
Por su parte, los pasajeros que añoran subirse a los aparatos que operan este tipo de rutas, están rememorando de alguna manera el funcionamiento de la aviación de antaño, la cual centraba todos sus esfuerzos en complacer a los clientes, mimarlos, acompañarlos y brindarles el mejor trato posible.
Sin embargo, no podemos calificar a los «vuelos a ningún sitio» como novedad, ya que su origen se remonta a 1979.
Fue la australiana Qantas la que en aquel año decidió sacarse de la manga una ruta que despegaba desde el aeropuerto de Sydney y realizaba un trayecto de 13 horas hacia la Antártida, para regresar de nuevo al mismo punto de partida.
Qantas utilizaba entonces un Boeing 747, un modelo de aeronave que estaba llamada a revolucionar el sector aéreo comercial.
A bordo de uno de aquellos aviones se encontraba un visionario, Albert Lee, agente de viajes que a sus 81 años sigue actualmente a los mandos de su oficina en Singapur.
Lee pensó que la idea también podía funcionar en su país, por lo que en 1981 alquiló otro Boeing 747 a Singapore Airlines para sobrevolar Singapur y el mar del Sur de China, una actividad que finalizaba con la entrega de diplomas por parte del comandante de la aeronave a todos los pasajeros.
El éxito de esta iniciativa fue tal que tuvo que ser repetida en varias ocasiones, y en todas ellas los aviones despegaban abarrotados de pasajeros deseosos de vivir la experiencia, los cuales pagaban 69 dólares por un asiento en clase Economy, y 300 dólares por otro en Primera Clase.
La idea llegó a institucionalizarse en 1982, cuando Lee alquiló un Boeing 727 para mantener la misma ruta activa durante meses, en esta ocasión por un precio único de 100 dólares para todos los billetes vendidos.
El negocio resultó tan sumamente boyante que Lee llegó a alquilar un Concorde a British Airways en el mismo año, con el fin de comercializar la experiencia de alcanzar la velocidad de Mach 2 a 50.000 pies de altura.
El avión despegaba desde el aeropuerto londinense de Heathrow y realizaba una ruta escénica sobre el Atlántico, para regresar de nuevo a la capital inglesa.
En estos mismos momentos, Lee está esperando la respuesta de Singapore Airlines, a la que le ha solicitado uno de sus Airbus A380 para realizar un servicio que no ha querido desvelar a la prensa.
Iberia, Air Europa y Binter
En el caso concreto de nuestro país, y por extensión del resto de Europa, a día de hoy ninguna aerolínea ha optado por implementar este tipo de iniciativas. Ni estas, ni ninguna otra.
Visto lo visto, desde Turama hemos querido hacerles las siguientes sugerencias.
Para operar un vuelo «a ningún sitio» no sólo es primordial diseñar una ruta atractiva para el pasajero, sino que además es necesario disponer de un avión que llame especialmente la atención.
EVA Air decidió operar estos trayectos utilizando sus A330 decorados con personajes de Hello Kitty, mientras que ANA hacía lo propio con sus A380 con librea de tortuga.
En el caso de Iberia, hemos pensado en uno de sus Airbus A350, mientras que Air Europa podría hacer uso de sus Boeing 787 «Dreamliner».
Es evidente que a bordo se tienen que ofertar otro tipo de servicios, como un menú diseñado especialmente para la ocasión, o la venta de productos a precios muy rebajados, tal y como hace Qantas.
En cuanto a las rutas, hay varias opciones que podrían tener éxito:
1) Península Ibérica
Duración aproximada: entre 5 y 6 horas.
La primera consistiría en sobrevolar el litoral de la Península Ibérica, lo cual incluiría vistas de los Pirineos, la costa cantábrica, Galicia y el litoral portugués, Sur de España, Estrecho de Gibraltar y Baleares.
2) Europa
Duración aproximada: entre 6 y 7 horas.
Partiendo de Madrid o Barcelona, el avión se dirigiría hacia París, sobrevolando la Ciudad de la Luz antes de poner rumbo sureste a Italia, pasando por Suiza para poder observar desde el aire la ciudad eterna: Roma.
Posteriormente se realizaría una pasada entre Córcega y Cerdeña, sobrevolando las Islas Baleares antes de regresar al mismo punto de partida.
El mismo recorrido también se podría realizar a la inversa, sobrevolando antes las Islas Baleares, Roma, y llegando a París al anochecer, cuando las luces de la ciudad ya están activas.
3) Canarias
Duración aproximada: 2 horas.
Esta ruta estaría reservada en exclusiva para los aviones de Binter, y consistiría en una cena a bordo de uno de sus ATR-72 aprovechando el atardecer, cuando el cielo del archipiélago se vuelve de color anaranjado.
Un avión ideal para volar lento, con espacio suficiente para las piernas, y en el que se podrían servir platos tradicionales de la cultura gastronómica de las islas.
Y como estas, hay mil opciones diferentes que podrían evitar mantener aviones en tierra, perder dinero a raudales, eliminar puestos de trabajo, y desconectarse de los clientes potenciales.
Seguro que a ti se te ocurren más iniciativas similares, las cuales nos encantaría conocer.