Dentro del sector turístico se da una increíble paradoja, que no tiene cabida ni ningún tipo de comparación en otro.
Seguro que todos conocemos a alguien que se ha comprado un coche, una casa, o cualquier otro bien de cierto valor. En la inmensa mayoría de los casos, por mucho que intentes convencer a esa persona de la posibilidad de adquirir ese mismo bien por un precio más reducido, te responderá con argumentos del tipo: «esa marca no suele resultar bien», «los mecánicos de ese concesionario son muy malos», «el parqué del otro piso es de una calidad pésima», «la zona no es buena»…etc, etc, etc.
Es más, en muchos otros casos las justificaciones por pagar más dinero por algo suelen obedecer a cierta lealtad a una marca concreta, que aún siendo más cara, ha conseguido fidelizar a su cliente a base de un buen trabajo postventa.
Sin embargo, todo eso no se aplica a la hora de viajar. Cuando muchos planifican sus desplazamientos y se les pregunta, por ejemplo, con quién quieren volar, la respuesta en gran parte de los casos suele ser siempre la misma: «en lo más barato».
Da igual si la aerolínea en cuestión es reconocida por sus cancelaciones o retrasos, por el mal estado de sus aviones, por el pésimo servicio de atención al cliente, por la estrechez de sus asientos. Cuando se trata de volar, aún jugándonos nuestra propia integridad física (además de nuestros ahorros), prevalece «lo más barato».
Y esta particular filosofía, que en el fondo está perjudicando muy gravemente a todos los pasajeros, da lugar a la aparición de otra paradoja, si cabe, todavía más grande y sorprendente que la que acabamos de narrar.
En un sector que ha crecido exponencialmente durante los últimos años, que cada vez tiene más clientes, donde cada día se necesitan más aviones y tripulaciones, más de la mitad de las aerolíneas se encuentran en una situación económica crítica.
Y para muestra de ello, un botón. La lowcost noruega Norwegian, nació con el espíritu de convertirse en la compañía aérea de bajo coste más importante de Europa, en lo que se refiere a vuelos de largo recorrido sobre el Atlántico.
Una enorme flota de aviones prácticamente nuevos, decenas de bases en todo el territorio europeo, miles de empleados…no, miles de empleados no. Norwegian mantiene un as en la manga que puede que llegue a convertirse en su salvavidas.
La aerolínea sigue sin contar con la confianza de sus inversores y, a pesar de experimentar un notable crecimiento año tras año, el mismo no se traduce en un beneficio económico, algo que también está pasando en otras tantas compañías.
Cuando Norwegian echó a andar en el año 1993, tenía muy claro que necesitaba copiar el modelo de éxito que ya tenía otra lowcost irlandesa, Ryanair, la cual a su vez lo había copiado de la norteamericana Southwest, que por su parte también había adaptado el de la que está considerada como la primera compañía aérea de bajo coste de la historia: Laker Airways, ya desaparecida.
Para poder ofertar las tarifas más bajas del mercado, hay que quitarse de encima importantes lastres, entre los que destaca muy por encima del resto el que se corresponde con las partidas destinadas a los contratos de los empleados y sus derechos laborales.
Para ello, Norwegian se fijó en un sistema que se venía utilizando en Escandinavia de manera regular en el sector marítimo, en concreto el de los cruceros, durante los años 80.
Cuando las navieras entraban en su temporada baja, o tenían que echar el cierre, su personal se iba inexorablemente a la calle y era necesario esperar para volver a encontrar otro puesto de trabajo similar.
Vista la situación, varios emprendedores decidieron crear la empresa OMS Group, que quitaba la carga que suponía para las navieras el tener que hacerse cargo de sus empleados, contratándolos directamente y moviéndolos a su antojo de barco en barco, según las necesidades de cada momento.
Gracias a esta empresa, muchas compañías marítimas pudieron remontar su línea de negocio mejorando sus resultados económicos, aún a costa de eliminar casi por completo los beneficios sociales y derechos laborales de muchos trabajadores.
En el año 2013, se pensó que este mismo sistema se podría aplicar perfectamente en el sector aéreo, y de esta manera nacía OMS Aviation.
La creación de esta nueva empresa fue una auténtica revolución en el norte de Europa. Tanto fue así, que se produjeron durante ese período bochornosos episodios de abuso laboral que nunca antes se habían dado, como el que protagonizó la Finlandesa Finnair, una de las mejores clientes de OMS Aviation, cuando se negó a negociar el convenio colectivo con sus empleados directos.
Estos decidieron ponerse en huelga y a Finnair no se le ocurrió mejor solución que contratar rápidamente y a través de una ETT a 200 tripulantes de cabina españoles, sólo con el fin de poder reventar la huelga de sus propios trabajadores, algo totalmente ilegal y prohibido expresamente en la legislación laboral de la mayoría de países civilizados.
El crecimiento de OMS Aviation desde entonces ha sido tan sumamente grande, que hoy en día no solo sirve de trabajadores a Norwegian, Finnair, o Emirates, entre otras, sino que la aerolínea noruega decidía en el año 2015 hacerse con un 50% del total de sus acciones.
Con apenas 5 años de vida operativa, OMS Aviaton emplea hoy en día a más de 5.600 trabajadores.
Pero la cosa ha ido a bastante más. Desde la llegada de Norwegian, OMS Aviation ya no se contenta con servir de empleados a las aerolíneas. En Octubre del pasado año, la empresa se hacía con el 51% de acciones del centro de entrenamiento que Scandinavian Aviaton Academy tenía en Noruega, convirtiéndolo en el nuevo OMS Aviaton Academy.
Desde sus nuevas instalaciones, OMS y Norwegian forman desde la base a los futuros profesionales del sector, pilotos y TCP, siguiendo de cerca todas sus evoluciones durante el tiempo de instrucción y contratándolos a su finalización.
El éxito de este nuevo sistema ha sido tal, que en breve se estudia la posibilidad de crear 3 nuevos centros de entrenamiento: uno de ellos sería en España, el segundo en los EEUU y el tercero en algún país asiático, todavía sin determinar.
El éxito empresarial que parece resistirse a Norwegian, es muy probable que lo consiga a través de esta nueva apuesta, la cual a su vez podría ser un importante medio para conseguir los ingresos que necesita para poder seguir adelante.
En último caso y si la aerolínea no pudiese sobrevivir a este Invierno, tal y como se ha cansado de repetir el CEO de Ryanair, Michael O´Leary, habría que ver qué pasa con OMS Aviaton, un caramelito para cualquier otra compañía aérea con los fondos necesarios.
En todo caso, también es justo apuntar las duras críticas que este sistema ha suscitado entre sindicatos y trabajadores del sector.
A pesar de que OMS Aviation decidía en Enero del pasado año que sus empleados pudiesen pertenecer a distintos sindicatos, lo cierto es que en la mayoría de los casos el futuro de estos es no poder llegar nunca a firmar un contrato directamente con la aerolínea.
Para muchos, esto se traduce en una importante reducción de derechos laborales, así como a poder desarrollar una carrera profesional como trabajador directo de una compañía aérea.
Para otros, este es el futuro laboral que aguarda detrás de la esquina a la totalidad de trabajadores de la mayoría de sectores.
Flexibilidad laboral elevada a su máxima potencia, que requiere de una renuncia a ciertos derechos que muchos todavía disfrutan en la actualidad, a cambio de la posibilidad de mantenerse en activo durante más tiempo.
Para Norwegian, quizás el as en la manga, un bote salvavidas con el que sortear los problemas actuales o, en último caso, agarrarse en caso de naufragio.