Piden la dimisión de Alberto Garzón por "despreciar al sector turístico"

Así, de primera y sin anestesia, no somos precisamente nosotros sospechosos de comulgar con el ideario político del Ministro Garzón, pero las declaraciones por las cuales se pide su dimisión son un baño de realidad sobre el que llevamos advirtiendo en Turama desde hace años.

Alberto Garzón se refería al sector turístico de nuestro país, indicando que «es estacional, precario y de bajo valor añadido».

¿Exactamente en qué parte de sus declaraciones ha mentido?.

Es más, creemos que el Ministro se ha quedado bastante corto, aunque es evidente que ha cometido un típico error de novato, porque en política parece que uno no debe de decir nunca lo que piensa, sino lo que los demás están esperando que piense.

La Mesa de Turismo, presidida por Juan Molas, se ha escandalizado por estas palabras, exigiendo una rectificación inmediata o la dimisión del Ministro.

Pero nosotros seguimos sin entender qué parte del discurso de Garzón ha faltado a la verdad.

Es estacional

El grueso de la oferta turística de nuestro país está dirigida al segmento «sol y playa».

Ojalá tuviésemos una inmensa mayoría de turismo cultural, ecológico, rural, o gastronómico, por decir algo, pero la práctica totalidad de extranjeros que acceden a nuestro país lo hacen para disfrutar de sus playas y sus temperaturas durante el Verano.

Es evidente que hablamos de un hecho irrefutable, y basta con echar un vistazo al mapa de los destinos nacionales que reciben mayor cantidad de turistas, para darse cuenta de que prima el factor «sol y playa».

Algunos todavía quieren entender que «estacional» hace sólo referencia a cuando hay muchos turistas por la calle. Como en Málaga hay turistas todo el año, pues no es estacional….

Roma no tiene un turismo estacional, ni París, ni Milán, ni Londres, ni Múnich, lo cual no quiere decir que es lógico que reciban a más visitantes durante los meses de vacaciones.

La diferencia está en que no es necesaria la presencia del sol para visitar el Vaticano, ni el Duomo, ni Leicester Square, pero ir a la playa en Enero dentro de la Península Ibérica, o las Islas Baleares, suena un poco a broma de mal gusto.

Cuando se va el sol, gran parte de los negocios exclusivamente dirigidos al turismo tienen que cerrar, lo cual nos lleva al siguiente punto.

Es precario

La primera excusa que esgrimen los grandes empresarios turísticos de nuestro país para mantener a la inmensa mayoría de sus empleados contratados de manera temporal, es precisamente la estacionalidad del turismo.

Si se manejasen volúmenes aceptables de visitantes extranjeros durante los meses de Invierno, no sería necesario despedir a nadie, y todos los profesionales que prestan sus servicios en el sector estarían dados de alta a través de contratos de trabajo permanente y en puestos fijos.

Igual que el señor mayor que sale en la tele todos los veranos diciendo que nunca en su vida había experimentado unas temperaturas tan altas, y que luego aparece de nuevo en Invierno declarando que en su zona nunca había hecho tanto frío, la noticia de la bajada del paro a mediados de Primavera, y la subida del desempleo a finales de Septiembre, es un clásico español de toda la vida.

Las Comunidades Autónomas que reciben un mayor número de visitantes foráneos son Cataluña, Islas Baleares, Islas Canarias y Andalucía.

Exceptuando Cataluña, que se mantiene con una tasa de desempleo del 10.7%, las otras tres son las que cuentan con un mayor número de parados.

El sector turístico en gran parte del país es precario, puesto que no crea puestos de trabajo estables, no está correctamente remunerado, y no genera riqueza.

Y esto nos lleva precisamente al tercer y último punto.

Es de bajo valor añadido

Cuando desde hace décadas te has empeñado en vender una imagen internacional de playas, de cervezas baratas, de fiestas nocturnas y de cachondeo general, no puedes venir a estas alturas del partido a presumir de «valor añadido».

El mismo tipo de turismo que estaba ofertando España hasta ahora, lo puedes encontrar en otros 200 destinos distintos, que también tienen playa, cerveza barata y cachondeo nocturno.

No entendemos muy bien cuál es el valor añadido que se les pretende dar a las hordas de extranjeros que llegan a sus resorts, comen, cenan, duermen en ellos, y regresan a sus casas sin tener muy claro el nombre de la localidad en la que se encontraban.

Un «valor añadido» es algo que te tiene que distinguir de la competencia, que te tiene que hacer único, irreemplazable, e irrepetible.

Barcelona es irrepetible, Madrid es irrepetible, pero el hotel pegado a la playa con el chiringuito en la piscina, lo puedes encontrar repetido por cien a lo largo y ancho del planeta.

Lo único que se le puede echar en cara al Ministro Garzón en esta ocasión, es su exceso de sinceridad.

Quizás, hubiese resultado más deseable que para llegar a las mismas conclusiones a las que él ha llegado, no hubiese disparado directamente a la cabeza.

Ahora que tenemos el agua al cuello y ya le vemos las orejas al lobo, nos damos cuenta de que hemos despreciado durante años nuestro sector productivo más preciado, el cual nunca ha tenido un Ministerio propio y siempre tuvo que compartir cartera con otros.

El turismo en nuestro país podría mantenerse durante todo el año, generando mayor riqueza y estabilidad en la población, y ofertando un valor añadido frente a la competencia.

Pero para conseguir esto hay que trabajar, y los culos almorranados de aquellos que llevan toda la vida chupando del bote, no están dispuestos a ponerse manos a la obra.

Dimita o no dimita el señor Garzón, como no haga algo al respecto, pasará a la historia como otro de los muchos ministros que estuvieron en su mismo puesto y nunca llegaron a mover un bolígrafo del escritorio, o lo que es lo mismo, otro clásico de nuestro país.

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