Se cumplen 53 años del "Houston, tenemos un problema"

Eran exactamente las 22 horas, 7 minutos y 53 segundos del día 13 de Abril de 1970 (EST), cuando una explosión interna destrozaba el tanque de oxígeno número 2 del módulo de servicio utilizado por la misión espacial Apollo XIII.

Los astronautas James A. Lovell, John L. Swigert y Fred W. Haise, se encontraban a una distancia de 322.000 kilómetros de nuestro planeta, en camino a la formación Fra Mauro, ubicada en la cara visible de la Luna, donde tenían previsto el correspondiente alunizaje.

El incidente dañó también de manera muy grave el tanque de oxígeno número 1, así como dos de las tres pilas de combustible que suministraban energía eléctrica a la astronave.

Misión Apollo XIII

Con cierto grado de bochorno, la NASA acabó admitiendo que el problema habría surgido 5 años antes, en el mismo instante en el que se había tomado la decisión de aumentar la potencia eléctrica de todos los componentes de la nave, de los 28 a los 65 voltios.

Esto implicaba que cada uno de los elementos eléctricos instalados en su interior, debía ser adaptado convenientemente y de acuerdo con la nueva potencia.

Lamentablemente, en el período de un lustro nunca se llegó a notificar este cambio al departamento de ingenieros responsables del diseño de los ventiladores encargados de refrigerar los tanques de oxígeno.

Al trabajar a una potencia significativamente inferior, los ventiladores no funcionaron correctamente, y el cableado interno del tanque llegó a soportar una temperatura cercana a los 538 grados centígrados, lo que provocó un incendio y la combustión del aire presurizado que se encontraba en su interior.

La inmediata y posterior explosión, dejaba el módulo de servicio totalmente inoperativo, obligando a los astronautas a deshacerse de el y refugiarse en el módulo lunar.

foto de la misión Apollo XIII

Esta no sería tampoco la única «chapuza» cometida por la NASA en la misión Apollo XIII.

El tanque que había provocado uno de los incidentes más famosos de la historia, se recuperó tras ser utilizado por la nave de la misión Apollo X.

A pesar de la supuesta resistencia y robustez de estos elementos, el impacto sufrido en su estructura tras separarse del módulo principal, había debilitado considerablemente la misma.

Para su posterior reutilización, se procedió a realizar una reparación de los daños y abolladuras más graves, sin llegar a comprobar que la resistencia del material había menguado de manera muy peligrosa.

La famosa frase se pronunció pocos segundos después de la explosión, de acuerdo a la siguiente transcripción:

Jack Swigert: «Creo que tenemos un problema aquí…».

Control: «Aquí Houston. Por favor, repita otra vez».

Jim Lovell: «Houston, tenemos un problema. Perdemos potencia en el circuito principal B».

A partir de ese momento se desarrolló una auténtica odisea, cuyo último fin era poder traer de vuelta a la Tierra a los 3 astronautas.

La situación límite llegó a tal nivel de gravedad, que muy pocos apostaban por el éxito de la operación de rescate, comenzando incluso desde las instituciones oficiales a mentalizar a la población para que se pudiese asumir cuanto antes el desastre.

La historia de lo sucedido hace hoy 53 años, cambió radicalmente el devenir de la carrera espacial.

Para evitar incidentes similares en el futuro, la NASA se vio obligada a modificar todos sus protocolos internos, de tal manera que los encargados de cada departamento y sección fuesen debidamente informados cuando se producían cambios relevantes, susceptibles de interferir en sus áreas de responsabilidad.

Muchos de los nuevos protocolos implementados por la NASA, fueron adoptados posteriormente por los constructores de aeronaves civiles, contribuyendo de esta manera a mejorar la seguridad de los aviones de pasajeros, reduciendo el número de incidencias en vuelo.

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