Sobran compañías aéreas en Europa

Si algún seguidor tiene ya cierta edad y un poco de memoria, se acordará de las series televisivas más famosas de los años 70 y 80. En ellas, solía aparecer casi siempre un personaje malo, muy malo, que hacía la réplica al protagonista principal. De esta manera, enfrentando a ambos, aumentaba la perspectiva del espectador, al apreciar un mayor grado de bondad y también de maldad en cada uno.

Incluso, en determinadas ocasiones, era el mismo actor el que representaba ambos papeles, lo cual solía rizar el rizo. Para conseguir esto, los guionistas se inventaban un gemelo diábolico, o un hermano malvado.

En Europa, las compañías aéreas llevan utilizando este mismo sistema desde hace ya unos cuantos años. Air France se lleva la palma, después de haber dado a luz a dos nefastas aerolíneas de bajo coste: HOP! y Transavia, y una tercera, Joon, que ha resultado un auténtico fiasco.

Pero el grupo IAG tampoco se queda atrás. Por un lado, intenta mantener la endeble reputación de sus dos aerolíneas estrella, British Airways e Iberia, pero por otro da rienda suelta a la ineficacia más absoluta con Level y Vueling, compañías de bajo coste en todos los sentidos posibles de la palabra.

La poderosa Lufthansa hace lo propio con EuroWings, y ha aprovechado para engullir a las compañías bandera de varios países limítrofes o cercanos con Alemania: Swiss, de Suiza, Austrian, de Austria, y Brussels Airlines, de Bélgica.

Pero es más, por si esto no fuera ya bastante, las supuestas matrices de todas estas compañías se subdividen también en versiones más cutres, todas diferenciadas con el adjetivo express, como Iberia Express o Air Europa Express, que reducen proporcionalmente la separación entre asientos dentro de sus cabinas y también los sueldos que perciben sus empleados, a la par que el trato a sus propios clientes.

Luego están las que van por su cuenta, como Ryanair, EasyJet o Norwegian, que acaparan todo el mercado lowcost donde se establecen, pero luego dejan un reguero anual de reclamaciones tan largo como su lista de pasajeros.

El modelo americano

Muy parecido era también el panorama del sector aéreo estadounidense hace unas pocas décadas. Hoy en día, y después de múltiples ajustes y reajustes, la industria comercial aérea está en manos de 4 compañías: American, Southwest, Delta y United. Entre las cuatro, suman prácticamente el 70% de toda la oferta de vuelos en el país.

En Europa, por contra, el mercado está tan sumamente segmentado, que es muy difícil saber quién le puede de verdad dar la réplica a Ryanair, que destaca enormemente en capacidad sobre el resto.

Justo por debajo de la irlandesa, nos encontramos hasta con 9 aerolíneas que se mueven en un rango relativamente parecido: EasyJet, Turkish, Lufthansa, British Airways, Air France, Aeroflot, SAS, KLM y Pegasus.

Este escenario da lugar a juegos de tronos bastante más complicados que los de la famosa serie de televisión. Para ejemplo, tenemos las complicadas alianzas desarrolladas por Air France, que además de su sociedad con la holandesa KLM, mantiene por un lado una coalición con Delta y Virgin Atlantic, y por otro una asociación estratégica con China Eastern.

El entramado es tan sumamente complicado que entre ellas se compran y venden diversos paquetes de acciones, para tenerse controladas unas a otras en todo momento.

Pero nada de esto beneficia al pasajero, más bien al contrario, lo perjudica bastante por las razones que a continuación comentamos.

Sector débil

En primer lugar, la debilidad de la gran mayoría de pequeñas compañías aéreas que pululan por el espacio aéreo europeo es realmente alarmante.

Esto significa que basta con que una aerolínea tosa en Medio Oriente, para que 3 caigan en Europa. Este es el caso ocurrido el año pasado cuando Etihad decidió dejar de participar en las compañías europeas que le estaban dando más problemas. De la noche a la mañana, AirBerlin se vino abajo, y con ella arrastró a Niki y LGW. Por su parte, Alitalia se quedó una vez más en el aire.

Este lioso entramado de sociedades matriz, subsidarias, filiales, aliadas, socias y demás, al final lo que consigue es un sector aéreo enfermizo, débil y tembloroso, incapaz de asumir cualquier revés que le pueda llegar desde cualquier lado del mundo.

Asumir responsabilidades

Por otro lado, tampoco es desdeñable otro efecto que afecta muy particularmente a todos los pasajeros, por culpa de los famosos códigos compartidos, joint venture y alianzas estratégicas de las compañías aéreas.

Hoy en día, cualquier cliente puede comprar un billete de avión en Iberia, por ejemplo, y acabar volando dentro de otro aparato de American, de Vueling, de Level, o de British, entre otras muchas.

No tendría mayor problema si no fuese por todas las dificultades que encontramos las agencias de viajes a la hora de hacer reservas y también, por ejemplo, de comprar asientos para nuestros clientes.

Si el vuelo de ida lo opera la compañía «X», el enlace la «Y», el regreso la «Z» y la llegada a destino la «A», resulta que al final uno sólo puede gestionar su reserva con la que le ha vendido el billete y no existe un sistema informático compartido entre todas para gestionar con el resto.

Si ya es un enorme lío incluso sólo para gestionar la reserva de asiento, no digamos en caso de extravío del equipaje, o de problemas con el vuelo. La normativa dice claramente que el pasajero afectado debe dirigirse única y exclusivamente a la aerolínea que le ha vendido el billete, independientemente de quién haya operado la ruta en cuestión. Esta es la teoría, en la práctica se pasan la pelota unas a otras muchísimo mejor que en un entrenamiento de la Selección de Fútbol de Brasil.

El único perjudicado y mareado siempre, en todos los casos: el pasajero.

Por esta razón y por más que les pese a muchos, en los próximos años vamos a ir viendo cómo se va reduciendo poco a poco el número de compañías aéreas en Europa, hasta llegar a una situación bastante parecida a la que hay ahora mismo en los EEUU.

Sea a través de compras, de absorciones, de sinergias, o de cualquier otro método empresarial utilizado en estos casos, muchas no van a poder seguir compitiendo en un mercado tan sumamente cruel, donde ya no se valora el servicio, sólo el precio.

Por otro lado, hay un buen número de aerolíneas que llegan con la intención de tirar los precios y al final, lo único que tiran es a sus propios pasajeros. No es de recibo que año tras año, Verano tras Verano, las de siempre sigan vendiendo billetes a tutiplén y montando auténticos caos a lo largo y ancho del territorio europeo.

Es necesario que las autoridades competentes de cada país tomen medidas de una vez por todas para acabar con estas sangrías que se producen de manera cíclica, obligando o a la restricción de vuelos equivalente a un número real que puedan operar sin problemas, o directamente a la anulación de la licencia de operador aéreo.

Teniendo en cuenta la sociedad lowcost que «disfrutamos» actualmente, en la que incluso para temas de salud, como un implante dental o una endodoncia, se busca más un buen precio que un buen profesional, es muy probable que las aerolíneas de bajo coste sigan campando a sus anchas. El resto, u ofrecen un servicio alternativo que mejore a estas, o adiós y hasta nunca.

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