En 2019, más de 300.000 vuelos internacionales sobrevolaron el territorio ruso.
Las guerras actuales ya no son como las que tuvieron que sufrir nuestros abuelos y bisabuelos. Actualmente, el inicio de las hostilidades comienza mucho antes de que se derrame la primera gota de sangre, y generalmente involucra a los distintos servicios de inteligencia pertenecientes a cada uno de los bandos implicados.
Ataques informáticos perpetrados por los mejores hackers, espías pasando información vital, movimientos estratégicos de satélites en el espacio y, por supuesto, conversaciones a muy alto nivel que nunca llegan al gran público, son normalmente la antesala habitual de un conflicto armado.
Desgraciadamente, el número de tanques, tropas y aviones de combate todavía son factores que pueden decantar la balanza hacia uno u otro lado, pero también hay otras maneras de ganar o perder una guerra sin haber tenido que enviar a un solo soldado al campo de batalla.
Las muy temidas sanciones económicas a nivel internacional, pueden asfixiar a cualquier país del mundo hasta llevarlo a la ruina, por mucho potencial bélico que este atesore.
A día de hoy, todos los ojos están puestos en la frontera entre Ucrania y Rusia, una bomba de relojería sin desactivar con suficiente capacidad como para estallar en cualquier momento.
Pero no sólo se habla ya de la pérdida de vidas humanas, sino de las consecuencias económicas y administrativas derivadas de un enfrentamiento armado en el Viejo Continente.
A Rusia se le amenaza con «consecuencias gravísimas» en caso de invadir Ucrania, al mismo tiempo que se asume la posibilidad de que Moscú tome también represalias por su parte.
No sólo hablamos del suministro de gas, por ejemplo, sino de lo que supondría para Occidente una revocación de los derechos otorgados a las compañías aéreas occidentales para hacer uso del espacio aéreo ruso.
Foto: State ATM Corporation
De esta manera la Unión Europea sancionó a Bielorrusia el pasado año, después de que el 23 de Mayo de 2021 las autoridades del país obligasen a aterrizar en Minsk a un avión de Ryanair que se dirigía a Lituania, con el único fin de poder detener a un conocido activista contrario al régimen de Lukashenko.
La prohibición de sobrevolar Bielorrusia y de que los aviones pertenecientes a este país hagan lo propio sobre territorio de la UE, equivale a un problema logístico de enormes dimensiones con repercusiones económicas directas para la antigua república soviética.
Un caso muy similar al vivido en 2017 por Qatar, cuando se vetó a las aerolíneas comerciales del emirato el acceso al espacio aéreo de Bahréin, Emiratos Arabes Unidos, Egipto y Arabia Saudí.
Esto obligó a Qatar Airways a utilizar el único pasillo que le quedaba disponible para poder seguir operando, teniendo que utilizar mucho más tiempo para completar sus rutas y lógicamente gastando también más combustible en cada operación.
En el caso concreto de la frontera entre Ucrania y Rusia, se trata de un espacio aéreo catalogado hasta ahora como de Nivel 2, sobre el que pesa una alerta a nivel internacional que desaconseja su utilización.
Si finalmente se confirmase una guerra en este lugar, no tendría mayores consecuencias para el resto del tráfico aéreo que las que ya ostenta en la actualidad.
Otra cosa bien distinta sería que Rusia derogase unilateralmente el acceso a su espacio aéreo a las compañías occidentales, lo cual si podría implicar perjuicios económicos de relevancia.
Durante 2019 y cuando el sector aéreo todavía no había sufrido las consecuencias de la pandemia, más de 300.000 vuelos internacionales sobrevolaron Rusia en rutas hacia y desde Asia, beneficiando a millones de pasajeros de todo el mundo.
Tener que operar estos vuelos más al sur, equivaldría a una posible utilización de espacios aéreos catalogados como Nivel 1, excluidos normalmente por la gran mayoría de aerolíneas por su peligrosidad, como por ejemplo los de Irak, Irán, Libia, Yemen, o Siria.
En este hipotético caso, se volvería a retomar la situación vivida durante la guerra fría, cuando la URSS tenía restringido el acceso a su espacio aéreo a aviones de compañías occidentales, y no dudaba un segundo en derribar cualquier aparato que violase está prohibición, tal y como hizo en 1988 con un Boeing 747 de Korean Airlines.
Aunque es cierto que los modelos de aeronaves actuales pueden permanecer en el aire durante mucho más tiempo que aquellos que volaban a finales del siglo XX, seguramente sería necesario rehacer diversas rutas añadiendo paradas técnicas para repostar, una medida que en su momento convirtió a la ciudad de Anchorage, en Alaska, en la puerta de acceso a Asia para la gran mayoría de aerolíneas norteamericanas.
La clausura del espacio aéreo correspondiente al país más grande del mundo, obviamente tendría repercusiones nefastas para un sector que todavía no ha logrado reponerse de la crisis provocada por la pandemia.
Un peligroso «juego» que llevan poniendo en práctica desde hace dos años los EEUU y China, vetándose mutuamente los vuelos con origen o destino en alguno de los dos países, con el resultado de cientos de cancelaciones y miles de pasajeros afectados.
Para bien o para mal, lo que tenga que pasar lo veremos muy pronto.
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