Y esto no ha ocurrido precisamente de la noche a la mañana, ya que detrás hay un enorme trabajo liderado principalmente por las instituciones locales y regionales, empeñadas en hacer todo lo posible para quitarse de encima un evento que riega de millones la ciudad Condal en apenas una semana.
La noticia de la cancelación del evento la adelantamos en nuestro grupo privado con más de 24 horas de antelación, porque aunque se estaba vendiendo lo contrario, lo cierto es que la decisión ya se había tomado mucho antes.
El que quiera quedarse con la ridícula excusa que culpa al Coronavirus, puede hacerlo sin ningún problema. Vivimos en un país donde nos hemos acostumbrado, tal y como hemos dicho en múltiples ocasiones, a lanzar respuestas muy sencillas ante cualquier tipo de embolado, para conseguir que nadie piense más de la cuenta.
El que decida indagar un poco más en el fondo de la cuestión, quitándose de encima ideologías políticas de uno y otro lado, podrá ver la evidencia que salta a la cara al poco de rascar mínimamente la superficie del problema.
Todos preparados…para protestar
España se ha convertido en una reivindicación de tintes políticos constante.
No hay evento, público o privado, que se libre de ser utilizado con fines partidistas. Da igual que hablemos de una final de Copa, de un partido especialmente relevante, o de una entrega de premios en cualquier sector. Todo acaba en protestas, paros y conflictos diversos.
No existe ningún otro país en el planeta donde sus ciudadanos se reúnan públicamente para pitar el himno nacional, ante el asombro de medio mundo, para despreciar al Jefe de Estado y para dañar lo máximo posible la imagen colectiva.
Nos hemos olvidado de una cosa que se llama «decoro institucional», y que consiste en dejar aparcadas las preferencias ideológicas, para cumplir con un fin que beneficia al colectivo.
El bochorno al que se sometió a muchos de los organizadores del MWC en ediciones pasadas, teniendo que lidiar con desplantes como los realizados al Rey, a miembros del Gobierno, e incluso a importantes expositores, al final acaba pasando factura.
Puedes tener más o menos afinidad con determinados posicionamientos políticos, pero cuando representas a instituciones locales, lo que hay que poner por delante son los intereses económicos que al final están revirtiendo en tu propia ciudad.
Para esta edición del MWC ya se habían anunciado protestas, una vez más, por parte de los taxistas barceloneses, liderados por un personaje digno de realizar un estudio psicológico en profundidad.
Y esto teniendo en cuenta que los dirigentes locales ya habían intentado fulminar a Uber y Cabify, servicios tecnológicos utilizados por muchos de los asistentes y que conviven con el taxi en más de medio mundo.
Por otro lado, tenemos también las protestas que habían convocado los sindicatos mayoritarios de autobuses, UGT, SIC, y CCOO, para reforzar, si cabe, un poco más los problemas de movilidad en la ciudad Condal durante la celebración del evento.
Sumemos las consabidas protestas de índole político que todos conocemos, y en las que ni siquiera vamos a entrar, y dificultades de otro tipo, como las de encontrar una habitación a un precio medianamente razonable dentro del casco urbano, después de haberse prohibido la construcción de nuevos establecimientos hoteleros, limitando considerablemente la capacidad de alojamiento en la ciudad en situaciones tan especiales como lo es la celebración del MWC.
Todo el equipo organizador, con Hoffman a la cabeza, lo han visto venir desde muy lejos, y ante la escandalosa inoperancia por parte de los responsables políticos de turno, catalanes y no catalanes, han preferido tomar la calle del medio y parapetarse detrás del Covid-19, que es como se llama ahora al bicho anteriormente conocido como Coronavirus 2019-nCoV.
En cualquier otro lugar de este planeta, en cualquiera, se habría dado brillo hasta a las farolas para poder vender la mejor imagen posible, garantizar el éxito del congreso, y hacer que el mismo se repita año tras año.
Dejémonos de Coronavirus
No hace ni un mes regresábamos de la edición anual de Fitur en Madrid, la cual ha batido de nuevo récords de asistencia, con una representación bastante amplia llegada desde China y en plena explosión de la crisis provocada por el Coronavirus.
En ningún momento, nadie se planteó su cancelación, ni nadie mostró la más mínima preocupación a un contagio masivo de asistentes.
En Amsterdam se está celebrando ahora mismo la ISE 2020, otra feria de tecnología en la que están participando con total normalidad la mayor parte de empresas que confirmaron su negativa a acudir a Barcelona, y esto considerando que el 50% de los asistentes a la misma son chinos.
En Singapur acaba de finalizar otro evento masivo hace apenas unos días, sin mayor repercusión ni problemática de ningún tipo, mientras que en San Franciso hace tan solo dos días se montaba otro importante sarao, con presencia multitudinaria de medio mundo, para presentar el último modelo de teléfono Samsung.
El Salón del Automóvil de Ginebra, que se celebrará en la ciudad suiza desde el próximo 5 de Marzo, no ha sufrido ni una sola baja, y a día de hoy no ha salido de boca de nadie la idea de una hipotética cancelación.
Si el problema era realmente el temor a nuevos contagios del Coronavirus, lo que tendrían que haber hecho las instituciones es presentarse en Barcelona para dar la cara y defender el congreso frente a cualquier amenaza.
Japón se encuentra ahora mismo especialmente preocupado con este asunto, y eso que está todavía a prácticamente 6 meses de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokyo.
Pero da igual, sea muy malo, o menos malo de lo que se cree, el bichejo en cuestión causa mucho miedo en la opinión pública, por lo que ya ha procedido a instalar pantallas para captar la temperatura de los pasajeros en muchos de sus aeropuertos, personas pululando con termómetros y, en definitiva, un despliegue de medios de cara al exterior que demuestran que se está haciendo todo lo posible para detener la propagación de la enfermedad.
Todo esto se podría haber realizado, a mucha menor escala, también en Barcelona y en su aeropuerto, pero mientras comenzaban a recibirse las primeras dudas de algunos expositores, todos nuestros responsables políticos se encontraban elucubrando sobre Franco y otros temas similares considerados de vital importancia.
De esta manera, a los propios organizadores no les ha quedado otra que reconocer que la cancelación se debe al Coronavirus y «a otras circunstancias»…
¿Volverá?
Dice el refrán que uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde, y es probable que cuando haya que sacar cuentas de todo lo ocurrido, más de uno comience a echarse las manos a la cabeza.
Por mucho que se haya expresado el interés de volver a Barcelona, no son los organizadores quienes tienen en su mano esa potestad, porque la feria la hacen los expositores.
Son la empresas, muchas de ellas venidas desde países con los que hoy nos atrevemos a jugar, las que deciden su asistencia y con ello, el éxito o el fracaso del evento.
A nosotros no nos interesan los temas de índole política, no analizamos el porqué la Ciudad Condal ha perdido la brillante imagen que ganaba en el año 92, nos preocupa especialmente todo lo relacionado con el sector del turismo, que es del que vivimos.
España lleva aguantando golpes en su sector más importante desde hace años, en forma de quiebras de mayoristas o aerolíneas, lo que ha causado importantísimas pérdidas económicas y de puestos de trabajo.
Somos el octavo país del mundo con un mayor índice de paro, después de «potencias internacionales» como Sudáfrica, Sudán, Bosnia, Macedonia, Grecia, Armenia, e Irán. Y no se nos cae la cara de vergüenza.
Nos hemos empeñado en destruirnos a nosotros mismos, y acabar con cualquier atisbo de negocio que pueda repercutir económicamente en la sociedad, crear trabajo o riqueza.
Mientras seguimos añorando hechos acontecidos hace casi 85 años, el mundo sigue girando, y el resto de países que lo conforman, bastante más listos, nos están comiendo la tostada.