Desgracia, traición, vergüenza, humillación, bochorno, o tragedia nacional, son algunos de los calificativos con los que se ha definido el comportamiento de British Airways con sus empleados.
Durante esta última semana se ha llevado a cabo una campaña con el título de «BA Betrayal» (British Airways traición), que ha incluido la proyección de este lema sobre la fachada de diversos edificios emblemáticos del Reino Unido.
La compañía bandera del Reino Unido mantiene su plan para despedir a más de 12.000 trabajadores y renegociar a la baja las condiciones laborales del resto de la plantilla.
En el caso de que sus pretensiones no se vean cumplidas, BA ha amenazado con un despido masivo, para posteriormente volver a contratar sólo a aquellos dispuestos a aceptar recortes muy importantes de salario, que en algunos casos podrían suponer una reducción de más del 70% del sueldo que se estaba cobrando antes del comienzo de la crisis.
Pero a diferencia de lo que pasa en nuestro país, que calló miserablemente cuando se regaló Iberia al grupo IAG, en el Reino Unido este asunto ha pasado a ser una cuestión de Estado, en la que se han involucrado no sólo la práctica totalidad de los partidos políticos, sino también sindicatos, empresas privadas y el conjunto de la sociedad civil.
Las declaraciones del portavoz del Comité Especial de la Cámara de los Comunes británica que se ha encargado de estudiar el plan de British Airways, Huw Merriman, han sido especialmente claras:
«El comportamiento de British Airways y su empresa matriz hacia sus empleados es una vergüenza nacional. Se queda muy por debajo de las expectativas que tendríamos sobre cualquier otro empleador, especialmente en estos momentos de crisis.
Por nuestra parte, continuaremos ejerciendo toda la presión posible, incluyendo un nuevo reparto de slots en los principales aeropuertos. Esta destrucción desenfrenada de empleo no puede quedar sin una sanción por parte del ejecutivo, del resto de parlamentarios y de todos los pasajeros potenciales, que podrían elegir a otras compañías aéreas para sus futuros viajes. Esto es una vergüenza nacional».
Merriman hacía referencia a una medida de presión que se ha propuesto contra British Airways, que consistiría en retirarle todos los slots preferenciales que tiene en los aeropuertos más importantes del país.
De llevarse a cabo esta propuesta, British Airways quedaría en inferioridad de condiciones frente al resto de la competencia, y perdería su estatus hegemónico actual en el Reino Unido.
El Comité de Transportes de la Cámara de los Comunes también ha echado en cara a la aerolínea el haber cobrado 35 millones de libras de dinero público, que no han servido para suavizar las condiciones de regulación laboral que pretende realizar British Airways.
El máximo responsable del grupo IAG, Willie Walsh, que engloba tanto a British Airways, como a Iberia y a Vueling, ha contestado a esto afirmando que 35 millones de libras apenas es la cantidad que hay que pagar a los empleados de la aerolínea por dos días de trabajo.
Además, Walsh ha añadido que «sabíamos que el resultado final del informe del Comité de Transportes iba a estar más fundamentado en sentimientos que en hechos. Lo cierto es que este gobierno carece de un plan para ayudar a la reactivación del sector aéreo, y la prueba de ello es la cuarentena que se ha impuesto para todos los pasajeros que quieran acceder al país por vía aérea».
Por parte del sindicato Unite, se ha acusado a British Airways de intentar sacar beneficios de una situación de crisis mundial, aprovechando la misma para despedir a toda su plantilla y establecer nuevas condiciones laborales indignas.
Este mismo sindicato ha llevado hasta la Unión Europea un escrito de denuncia para que se cancele el acuerdo de adquisición de Air Europa por parte del grupo IAG, un hecho que ha dejado en suspenso la operación que se había cerrado el pasado año.
Unite cree que es ilegal el emprender una reforma laboral interna como la que quiere hacer British Airways, y al mismo tiempo que el grupo matriz propietario de la aerolínea se gaste 1.000 millones de euros en comprar otra compañía.
El portavoz de Unite, Len McCluskey, ha comunicado a los medios de prensa que «British Airways no puede engañar a nadie. Nunca antes este país había sido testigo de semejante maltrato a un grupo de trabajadores, en un acto de piratería empresarial inédito hasta la fecha».
Tal y como adelantábamos el pasado 1 de Junio en Turama, determinadas aerolíneas están exagerando impunemente los efectos de la crisis, con el fin de poder acometer reestructuraciones internas absolutamente desorbitadas.
Mientras todo el Reino Unido clama en contra de los planes de British Airways, el gobierno alemán aprueba un plan de rescate para Lufthansa dotado económicamente con 9.000 millones de euros, y permite que la compañía germana despida a más de 22.000 trabajadores.
En nuestro país, a día de hoy todavía se desconocen los términos de los planes anunciados para Iberia y Vueling, que también incluirían el despido de un número no confirmado de empleados.